Córdoba, la provincia que le dió el kilómetro cero a Juntos por el Cambio, se transformó en la madre de las batallas en la previa a la PASO nacional. Con la potencialidad de convertirse en un distrito gobernado por la alianza en un futuro no muy lejano, apareció para brindar las coordenadas de la nueva locación de disputa. No sólo reavivó la pelea generada por el intento, aún latente, de incorporar a Juan Schiaretti a la coalición sino también para diferenciar al armado más pasional del más frío.
Patricia Bullrich lo dejó en claro cuando aseguró que viajó para esperar los resultados junto a Luis Juez aún cuando ninguna encuesta lo dió como vencedor en la previa del domingo. La precandidata adjudicó su actitud a una suerte de banca más allá de cualquier especulación calculadora que pudieran realizar otros. Básicamente un solo otro, Horacio Rodríguez Larreta. El jefe de Gobierno no voló a ninguna provincia que pudiera darle una derrota en la foto.
El inicio de la semana reavivó el pasado más reciente y la presunta traición por lo colectivo para beneficiarse en lo individual. Bullrich le otorgó cierta responsabilidad de la derrota provisoria a Larreta y su intento de sumar a Schiaretti confundiendo al electorado. Si la ex ministra se ubicó bien en las mediciones cordobesas antes de esa pelea nacional, se apuntaló después y le sacó provecho.
Juez y la alianza en Córdoba avanzaron con la pelea en el fuero judicial. Pidieron la nulidad del escritunio provisorio para comenzar con uno definitivo desde la carga inicial de datos. Contar los votos uno por uno, como dijo Bullrich este martes en un acto junto a Cristian Ritondo, Luis Petri y Ramón Lanús, el candidato que eligió para disputar la primacía de la familia Posse, aliada de Larreta, en San Isidro.
Con esta foto, buscó mostrar que ella es y será coherente con la posición de terminar con mandatos indefinidos sin importar el sello político. Porque para Bullrich, Larreta es un administrador fuera de tiempo, útil para un periodo sin crisis pero poco atractivo para una sociedad que quiere una modificación total del orden establecido.
Larreta, a su estilo, no quiso abandonar el protagonismo en la disputa por Córdoba. Fue uno de los primeros, sino el primero, que optó por apoyar la candidatura de Juez para la gobernación y Rodrigo de Loredo para la capital con la intención de arriesgar en la primera y asegurar en la segunda. Según dijo un bullrichista que hizo presencia en la provincia en momentos clave, Patricia se colgó de ese armado, corrió los últimos 50 metros de la carrera y se quiso llevar la victoria. Como fue derrota, terminó en enojo. Un enojo poco comprensible teniendo en cuenta que Juez fue electo por dos dirigentes desde la CABA.
Pero Larreta optó por acompañar todos los posicionamientos de JxC, en este caso con Juez como protagonista. Celebró la gran elección, lo que dejó la pauta de un cierre en la discusión, y apuntaló la performance en los cargos legislativos, quitándole la mayoría al oficialismo. Sin embargo, pidió esperar el resultado final aunque reconoció que "fue la mejor elección a gobernador de Juntos por el Cambio en la historia, y eso muestra la fuerza que tiene el cambio y que el kirchnerismo fue un fracaso absoluto”.
La discusión por Córdoba se planteó como mucho más amplia que una contienda por ganar la gobernación este año. Sobre todo cuando el plan pareció más a largo plazo, con la consolidación de un cambio generacional. Larreta apostó por una construcción de equipo que le permita mantener la puerta abierta para la ampliación y la promueva. En ese plan ingresó Schiaretti. Justo cuando el Kirchnerismo también se propuso volver a interpelar a peronistas desencantados, en especial con una modificación de perfiles, como sucederá en este distrito. La salida del actual mandatario para dejarle lugar a la llegada de Martin Llaryora transformó la discusión en algo mucho más complejo.