Durante los dos meses posteriores a las PASO, la oposición de Juntos por el Coso se transformó en el matón del barrio. La ex Gobernadora Coraje, orgullosamente bonaerense devenida en orgullosamente porteña, anunció que le arrebataría la presidencia de la Cámara de Diputados al oficialismo, algo asombroso aún para el estándar generoso de ese espacio político, mientras algunos de sus compañeros explicaban como tomarían por asalto el Senado para aislar definitivamente a CFK.
Tal vez inspirados por ese ahínco renovado, los medios serios adelantaron cambios drásticos para el día después de las elecciones generales, cuyo resultado descontaban como aún más desfavorable al gobierno. Alberto Fernández renunciaría el lunes 15 de noviembre y como CFK por alguna misteriosa razón se negaría a asumir esa presidencia evaporada, asumiría María Eugenia Vidal o incluso Juan Schiaretti- el peronista que le gusta a los antiperonistas- luego de una asamblea convocada por vaya uno a saber quién. Por su lado, Mauricio Macri dejó en claro que no dialogaría con un gobierno que ya daba por difunto, a menos que Alberto aceptara implementar la misma agenda política que le valió a Macri perder en primera vuelta en 2019.
Confundiendo una elección de medio término con una presidencial, la oposición empezó a mirar muestrarios de colores de cortinados para la Casa Rosada y a repartir despachos. Fue tal el engolosinamiento frente a lo que definía como el fin del kirchnerismo, otro más, que su victoria del domingo pasado fue sentida como una derrota. En espejo, la derrota fue vivida desde el oficialismo como una victoria, amplificada por el festejo multitudinario del Día de la Militancia, lo que generó la furia de nuestros periodistas serios. “¿Qué festejan?” se preguntaban al unísono en un nuevo Nado Sincronizado Independiente (NSI).
Una gran lección sobre el manejo de expectativas.
Luego de denunciar durante semanas el asesinato de Roberto Sabo, el kiosquero de Ramos Mejía, y culpar de ese crimen al intendente de La Matanza e incluso al gobernador de la provincia de Buenos Aires, nuestros medios serios mantuvieron una notable prudencia frente al asesinato de Lucas González por efectivos de la Policía de la Ciudad. La ineludible Viviana Canosa hizo explotar la Matrix al pedir que “no especulen con la muerte de nadie”. Por su lado, Eduardo Feinmann y Jony Viale reeditaron la teoría de los dos demonios al argumentar que “en ambos autos (el de los chicos baleados y el de los policías) lo que se sintió es inseguridad. Los jóvenes sintieron que venían delincuentes a atacarlos y los policías creían que eran delincuentes los del otro auto.” Al parecer, los policías se sintieron tan amedrentados por unos chicos que frenaron en un kiosco a comprar jugos que no pudieron resistir el impulso de perseguirlos sin identificarse como policías y coserlos a balazos.
Varios medios serios optaron por reproducir la versión policial de un enfrentamiento imaginario. Al parecer, ser abatido por la policía transforma a cualquier joven con gorrita en delincuente.
José Luis Espert, otro de los tantos reaccionarios que se autoperciben liberales, propuso en plena campaña electoral “transformar en queso gruyere” a los delincuentes. Un consejo que parece haber inspirado a los efectivos de la Policía de la Ciudad, sólo que la víctima no había cometido delito alguno. Luego del asesinato del joven, Espert ratificó sus dichos: “Para los delincuentes, es cárcel o bala. Eso vale también para los policías que mataron a Lucas.” Lo que no quedó en claro es quién debería haber disparado a los policías, si los chicos, los transeúntes u otros policías. Al parecer, el fuego cruzado de una sobredosis de gruyere nos depararía la tan añorada libertad.
La ex Ministra Pum Pum, defensora del balazo por la espalda como política de Seguridad, criticó la decisión del ministro de Seguridad de la CABA de pasar a disponibilidad a los policías involucrados. “Yo no paso a disponibilidad a un policía si considero que está actuando de acuerdo al hecho y haciendo su tarea como policía”, aclaró. Dispararle dos tiros en la cabeza a un pibe al azar podría formar parte de la tarea policial.
Varios periodistas destacaron la inocencia de la víctima, que “no había hecho nada” y sólo volvía de jugar al fútbol con amigos. Eso podría presuponer que de haber sido culpable de algún ilícito, su asesinato estaría justificado. Otro éxito de la doctrina Chocobar.
Imagen: Peronistas festejando una derrota (cortesía Fundación LED para el desarrollo de la Fundación LED)