Aunque el bien y el mal sean mentados todo el tiempo no existen en la lucha política. Lo que existe es el poder. Y nunca como en el presente estuvo tan desnudo. A la tempranamente vetusta derecha moderna ya no le molestan ni “la crispación” –difícil imaginarse algo más crispado que Milei– ni “la grieta” y ahora vota contra jubilados y universidades públicas. Pero, como lo sabe la diputada Silvia Lospennato, no lo hace solo por ideología, sino por las crudas órdenes de Mauricio, quien solo lamenta de Milei no haber podido ser él mismo “el loco” y hacer “más de lo mismo, pero más rápido”. Finalmente, Milei es una suerte de Macri con más voluntad y menos asesores de imagen y comunicación política.
Mientras tanto, la oposición, el peronismo, sigue entrampado en su pasado. El heterogéneo universo de “los gobernadores”, salvo las excepciones conocidas, son esencialmente conservadores populares a quienes les encanta que Milei esté haciendo el “trabajo sucio” de limpieza del Estado y el Presupuesto que no hicieron ninguno de los tres gobiernos post 2011. Y si los enemigos de CFK creyeron que con la persecución judicial la sacaban de la cancha, el tiro les está saliendo por la culata, ya que es la propia persecución, antes que la voluntad dinástica, la que compele a Cristina a buscar el centro de la escena. Pero, aunque le cueste asumirlo, e incluso si logra la jefatura del hasta ayer ninguneado PJ, para buena parte de la sociedad la ex presidenta y vice presidenta, es una pieza clave del pasado que trajo a este presente. A diferencia de ella misma, la sociedad no olvida sus responsabilidades del período 2019-23, desde Alberto, al limado de Alberto y el ascenso de Massa y su inflación del 12 por ciento mensual.
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La nueva realidad del poder es que oficialismo y oposición parecen proyectarse como fuerzas de un tercio de los votos, el mileísmo para asegurarse no ser eyectado por juicio político y seguir gobernando a fuerza de vetos, y la oposición porque son cada vez menos los puros que creen que todos los problemas surgieron por haber borroneado la foto de la distribución del ingreso, por la expulsión del paraíso que comenzó a desvanecerse a partir de 2012, el año desde el que se perpetúa el estancamiento del PIB. Si Cristina pretendiera hacer control ideológico desde el PJ, tarea tan desagradable como probablemente necesaria, lo que sucedería es una aceleración de la diáspora de dirigentes, quizá otro mal necesario para futuras transformaciones, pero que hoy es la inversa a las necesidades de armado político.
Luego está la apuesta política de la actual oposición, que no es por una propuesta superadora impulsada por una nueva generación de dirigentes, por un relevo generacional de la generación que fracasó –porque el mileísmo es eso: la expresión política del fracaso de una generación– sino que la apuesta es otra vez, como durante la gestión del Juntos por el Cambio, por quedar en primera línea a la espera del fracaso de la gestión del gobierno.
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El gobierno, en tanto, está convencido que su “no plan” está funcionando y así se lo reconoce la prensa hegemónica. Cree que la tendencia bajista de la inflación tras el shock de partida junto a la palpable reducción de la brecha cambiaria, no son solo “un veranito”, como le señalan ortodoxos y heterodoxos envenenados, sino la prueba palpable del éxito de su fiscalismo clasista. Los muertos del cementerio de la economía real estarían prontos a levantarse. El motor de la recuperación sería la sola continuidad de la estabilidad, la que se combinaría con una mayor apertura, lo que le permitiría llegar triunfante a las elecciones de medio término y consolidar el tercio propio que hoy debe negociar con el macrismo menguante. Sin embargo, las proyecciones de expansión no parecen correlacionarse con las causas actuales de la estabilidad, entre ellas el freno de la actividad y el dólar barato. Pero si la economía se pone en marcha, aumentarán las importaciones y la demanda de dólares, lo que en un escenario de reservas negativas sería una fuente de nueva inestabilidad. Por eso los tres principales dibujos del Presupuesto 2025 enviado al Congreso son la sobreestimación del crecimiento (5 por ciento) y de las exportaciones (casi 8 por ciento) y la subestimación de las importaciones (14 por ciento). Un mundo feliz en el que una vez más no se sabe de dónde saldrán los dólares.
Por último, un dato real. El Frente de Todos dejó como herencia una economía descompuesta con una inflación desbocada. La bestia no nació de un repollo. Aunque no puede negarse la influencia de las elecciones en el último número mensual de 12 por ciento, el hecho es que, incluso si las elecciones se hubiesen ganado, el ajuste estructural era inevitable. En realidad, el ajuste debió haberse hecho después de las elecciones de 2021, pero el peronismo no estuvo a la altura o, mejor dicho, la naturaleza de la fallida coalición lo impidió. Se puede debatir sobre forma e intensidad del ajuste en curso, pero menos sobre su inevitabilidad. El punto, otra vez, es hasta cuando le puede durar a Milei mentar la herencia y cuándo la sociedad comenzará a percibir que la destrucción interminable de la economía real le pertenece por entero. La segunda duda es por qué cree la actual oposición que frente al fracaso del gobierno la sociedad elegirá como salida volver al pasado y sus dirigentes.-