Milei, Cavallo y la silla del traidor

El ex ministro aumenta la presión sobre el Gobierno para unificar el tipo de cambio. En el oficialismo dicen que está "en la vereda de enfrente". La historia que los une y los separa. 

25 de julio, 2024 | 00.05

Decía que era el mejor ministro de Economía de toda la historia. Pero hoy no quiere ni escuchar hablar de él. Domingo Cavallo, el padre de una criatura que se llamó Convertibilidad, es el crítico más nocivo para el esquema económico que Javier Milei sostiene como puede. Creador de una ficción contable que se extendió durante una década, Cavallo se reivindicaba a sí mismo como el padre de la criatura que le había permitido a Carlos Menem eliminar la inflación, ganar popularidad y acceder a su reelección. Pero Milei, que ahora desoye cada una de sus recomendaciones, no puede vapulearlo, como hace con el resto de los economistas liberales que lo cuestionan.

Hoy Cavallo presiona sobre el Gobierno a través de una doble vía: sus propias opiniones y las de un círculo de economistas que se inspiran en su legado o directamente le responden. Desde el ministro Federico Sturzenneger hasta Joaquín Cottani, el ex viceministro que acaba de romper el silencio para cuestionar la dolarización endógena, todos descargan su artillería sobre la costa de Luis Caputo y hacen lobby para unificar el tipo de cambio con una devaluación y eliminar el control de cambio. A Cavallo, Milei finge que lo ignora, pero no puede callarlo.

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El descontrol inflacionario que llegó a su punto más alto con el Frente de Todos y la irrupción de la extrema derecha libertaria le permitieron al ex jefe de la Fundación Mediterránea renacer con el traje de autoridad. Lejos quedaron su fracaso como ministro de Fernando De la Rúa y el estallido de la Convertibilidad que arruinó a la industria, elevó la pobreza, disparó el desempleo a niveles récord y confiscó los ahorros de la clase media.

Milei y Cavallo nunca fueron amigos. Se conocieron hace no tanto, a través de Guillermo Francos, el jefe de gabinete y ex diputado de Acción por la República que compartió con el actual presidente la escuadra de Eduardo Eurnekian. Pero también los ortodoxos del CEMA como Carlos Rodríguez y Roque Fernández funcionaban como puentes entre ellos. 

Cavallo advierte en cada una de sus apariciones que el Gobierno tiene que acelerar el ritmo de devaluación si no quiere quedarse sin reservas, dice que la baja de la inflación no es sostenible y hasta se asusta de la brutal recesión que estimula Caputo. En reuniones con sectores del agronegocio, el ministro de Economía de Milei desafía al padre de la Convertibilidad: deja trascender que el plan del Gobierno es morir con las botas puestas y que no piensa devaluar. El experimento paleolibertario ubica a Cavallo en un lugar impensado para la historia, del lado del club de los “devaluadores seriales” que denuncia el oficialismo. “Hoy está en la vereda de enfrente”, dicen en Casa Rosada.

A diferencia de los “libertarados” y “fracasados” como Ricardo López Murphy, Carlos Melconian o Roberto Cachanovsky, algunos de los blancos de Milei cada vez que pierde la paciencia, Cavallo no puede por el momento ser invalidado en público. No solo porque su hija Sonia Cavallo Runde es la embajadora ante la OEA que eligió La Libertad Avanza. La reivindicación del menemismo que hace Milei y su promesa de erradicar la inflación no puede prescindir de la narrativa de los años noventa, la etapa democrática en la que se inspira el presidente. 

Las críticas de Cavallo al plan Caputo resuenan con una fuerza incomparable entre los aliados y espónsores de Milei. El último documento que difundió en su blog se tituló: “Se demora el pase de la estabilidad macro a la apertura comercial y financiera”. Ahí expresaba su preocupación por la no acumulación de reservas, el agotamiento de la política política de patear obligaciones con bonos en dólares y la montaña de vencimientos de deuda que tiene por delante el gobierno. Además, recomendaba ir cuanto antes a un desdoblamiento cambiario y le advertía que, cuanto más dilate la decisión, peor serían las consecuencias. Lo que hoy podría ser una corrección, sugería, mañana va a ser presión por una “fuerte devaluación.”

La nota que acaba de publicar Cottani, el ex secretario de Política Económica que Caputo nunca escuchó, funciona como ayuda memoria: blanquea el debate que se da en el interior del Gobierno y reactiva la discusión entre distintas facciones del establishment local. Cottani fue subsecretario de Financiamiento durante la gestión Cavallo y volvió al país con la ilusión de ser protagonista de una nueva epopeya. No pudo ser. Se fue el 14 de junio y su supuesto reemplazante, el chileno José Luis Daza, todavía no asumió. Lo más importante, parece, era que el cavallista que contradecía a Caputo se fuera. 

Aunque suscriban modelos que tienen muchísimo en común y son parte de una ola recurrente que se inicia con la última dictadura militar y llega hasta hoy, Milei y Cavallo ya ocupan lugares distintos en la historia. El ex ministro de Economía fue el encargado de poner fin a los dos primeros años de inestabilidad e hiperinflación del menemismo y le permitió a Menem a partir de ahí concentrarse en la política. 

Milei ocupa el doble rol de profeta de la dolarización y candidato, economista y político, una faceta en la que Cavallo también incursionó tras la ruptura con Menem sin llegar a ser lo que pretendía. Hoy cuando los actores del poder económico y los fondos de inversión elevan la presión para que la nueva etapa del Gobierno se inicie con un nuevo ministro que cumpla el papel de Cavallo, Milei se abraza a la paz de los cementerios para cuidar el activo de una inflación que desacelera, en un giro que el mercado supone más propio de la política tradicional que se enamora del atraso cambiario. 

Según recuerda Cavallo en "Historia económica de la Argentina" -el libro que escribió con su hija Sonia en 2018-, en enero de 1991, la imagen positiva del riojano había caído del 65% al 15%. Tres meses después, él daría inicio al plan de Convertibilidad. Esos dos primeros años son el punto ciego de la extendida nostalgia menemista, los que Milei tal vez se crea con derecho a emular, mientras la actividad se derrumba, crece el desempleo y caen las reservas. Hace diez días, como para ratificar su vigencia, Cavallo le envió un aviso a los suscriptores de su blog que le preguntan por el libro. Anunció que acaba de ser reeditado y recomendó comprarlo en librerías o Mercado Libre. 

Milei no parece dispuesto todavía a señalar a Cavallo de traidor, como hace con otros a los que echa de su gobierno con denuncias y cuestionamientos. El ex presidente del Banco Central durante la última dictadura militar tampoco puede denunciar lo que a su lado comentan: que Milei usó su imagen para legitimarse y después despreció sus consejos. A Cavallo le preocupa otra cosa, bastante más importante: que Milei arruine la oportunidad histórica que hoy tiene la extrema derecha y que la condena social lo devuelva al lugar de paria que se inició en diciembre de 2001 y se prolongó después durante el largo período de la posconvertibilidad. 

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