Una vez más el “nombre” sirvió para ocultar la “cosa”. La movilización callejera en defensa de la dignidad de los hombres y mujeres que viven de los pobrísimos ingresos de las jubilaciones fue rebautizada por los de siempre como una manifestación violenta de las “barras bravas” que siguen a los equipos de fútbol argentino y en este caso fueron “utilizados por el kirchnerismo”. Es decir, se observó el acontecimiento desde el ángulo más pobre, desde la perspectiva más mezquina y mediocre. La construcción es infantil, aunque el efecto haya sido importante (y desastroso, en lo fundamental). Para que el truco adquiriera algún sentido público hizo falta delirar con personas -mayormente morochas, claro- que atacaron fieramente a los policías que en número y con pertrechamiento inusitado habrían procurado proteger el “orden” en medio del caos. Nada de eso, claro, tuvo algo que ver con lo ocurrido en las cercanías del congreso el último miércoles.
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Los hechos respondieron a una estrategia política, fuertemente apoyada en el despliegue “informativo” de los grandes medios de comunicación. Lo más saliente de la jornada fue la brutalidad del accionar policial, bajo la insólita descripción de la necesidad de “evitar el golpe de estado”. Haría falta detenerse más de lo que corresponde a esta columna para pensar colectivamente el grado de delirio que presupone esa definición adoptada por las más altas autoridades del estado argentino en esta oportunidad. Esta gigantesca mentira sigue la huella de las que circularon cuando Milei logró la aprobación del engendro anticonstitucional que fue llamado “ley ómnibus”, poco tiempo después de asumido el nuevo gobierno; una ley que por su contenido, tanto como por su forma -que incluyó sobornos a legisladores a plena luz del día y a poca distancia del sitio donde delibera el Congreso- constituye una enorme vergüenza para nuestra democracia. El gobierno es especialista en la práctica del famoso truco de los maleantes que gritan “al ladrón, al ladrón” al mismo tiempo que huyen con el botín de su delito. ¡Y esas mismas personas son quienes acusan a los manifestantes del miércoles en el Congreso de desestabilizar el régimen democrático en la Argentina. Admiradores confesos de Videla y la dictadura del “proceso” hoy se trasvisten de heroicos demócratas que defienden las instituciones. De todo eso va quedando poco en pie.
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Con el paso de las horas y el conocimiento progresivo de lo que realmente ocurrió en la calle el último viernes, el discurso farsante de la derecha se deslizó hacia otros suburbios: la multitudinaria marcha se redujo en la verba irresponsable de la derecha y sus socios viejos y nuevo a la tesis de la venganza y a la absurda atribución al “kirchnerismo” de la violencia de la jornada. Para sostener esa insólita descripción de lo ocurrido llegaron a mentir sobre la violencia inusitada del ataque criminal al joven militante, periodista y fotógrafo Pablo Grillo, atribuyendo los hechos a un simple accidente y al relato adulterado del “kirhcnerismo”. Como ya se ha vuelto costumbre en nuestro país la mandamás de los operativos de la mentira y la difamación es la actual ministra de seguridad, Patricia Bullrich, la misma que se encargó del “orden” -también como ministra de la misma cartera-, el día de la brutal represión con la que terminó el mandato presidencial de De la Rúa.
Después de la brutalidad, la mentira y el ensañamiento vino, como no podía ser de otro modo, la amenaza. Esta consiste en la creación de la certeza para cualquiera que salga a la calle a impugnar la política de Milei y de Bullrich que a esa conducta se le contestará con la violencia ilegal ejecutada por las fuerzas de “seguridad”. El patético presidente de la república dijo que lo que ocurrió el miércoles volverá a ocurrir cada vez que él considere que están en riesgo las instituciones: es decir, cada vez que el pueblo salga a la calle a reclamar por sus derechos.
Después de los hechos del miércoles nadie debería dudar de que el estado de derecho está en riesgo en nuestro país. Hundido en la ciénaga de la corrupción con alcance universal del caso de la criptomoneda, envuelto en la crisis producida por el endeudamiento irresponsable, en medio de un proceso de irreversible pérdida de confianza y autoridad política, el régimen de Milei parece confiar exclusivamente en la violencia contra su propio pueblo -sumada, claro está, al uso de la falsedad política como principal recurso de gobierno- La urgencia del momento es la defensa del régimen democrático amenazado por un elenco de gobierno irresponsable y amoral y la puesta en marcha de los mecanismos constitucionales para preservar el estado de derecho en la Argentina.