Puede pasar cualquier cosa. Puede haber sesión o puede caerse. Puede haber aprobación en general o puede haber un rechazo definitivo. Pueden hacerse modificaciones en más de cuarenta artículos. Esas modificaciones pueden o no tener dos tercios de los votos. El gobierno puede volver a retirar el proyecto si todo se escapa de cauce. La ley de bases está fuera de control y en las horas previas a la sesión nadie se anima a hacer pronósticos. Algo parece claro en medio de tanta incertidumbre: lo que se pone en juego hoy en el Senado es mucho más que un proyecto de ley. Es uno de esos días que dejan secuelas duraderas.
Desde las diez de la mañana los canales de noticias seguirán el debate con pantalla dividida. De un lado lo que ocurra en el Congreso, del otro lo que pase en los mercados financieros, que darán en vivo su veredicto sobre el trámite. El gobierno no termina de hacer pie y un nuevo revés podría ser demasiado castigo para el precario andamiaje político que lo sostiene. Por el contrario, un éxito en esta parada puede ser lo que necesita Javier Milei para retomar la iniciativa política después de varias semanas de sólo acumular reveses. La diferencia entre un escenario y el otro puede ser de apenas un voto, una ausencia, una abstención.
Anoche los dos senadores de Santa Cruz que juegan en tándem con el gobernador Claudio Vidal, José María Carambia y Natalia Elena Gadano, hicieron temblar la estrategia del jefe de gabinete, Guillermo Francos, cuando anunciaron que no darían quórum porque el gobierno incumplió algunos de los compromisos que habían alcanzado. Por un rato parecía que el oficialismo iba a sufrir una derrota inesperada. Curiosamente el que salió al rescate fue el senador que más se destacó en las críticas a la ley, el jefe de la bancada radical, Martín Lousteau, que calmó las aguas al avisar, a través de sus redes sociales, que facilitaría el comienzo de la sesión.
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Así las cosas, si ningún senador del oficialismo o aliado se queda dormido o se despierta con gripe, el comienzo del debate estaría garantizado. A partir de ahí, todo es incierto. Hay varios escenarios posibles. En el gobierno esperan conseguir la aprobación en general y contar con la ayuda de algunos senadores peronistas para sostener, en el debate en particular, los pasajes clave que corren peligro, como el RIGI y la restitución del impuesto a las ganancias. Apuntan a Guillermo Andrada (Catamarca), Sandra Mendoza (Tucumán) y Sergio Uñac (San Juan). En el bloque de Unión por la Patria aseguran que los 33 votos están blindados.
Hasta última hora del martes la situación se perfilaba más delicada para el gobierno. La ley podría aprobarse en general, pero con menos de 37 votos, gracias a la ayuda de alguna ausencia o abstención. Partiendo de esa base, la votación en particular puede convertirse en un campo minado. Artículos clave como las facultades delegadas, la eliminación de la moratoria previsional, la restitución del impuesto a las ganancias y fragmentos del RIGI parten de un rechazo de 35 votos, muy cerca de caerse. En algunos casos, la oposición trabaja para juntar 48 votos y de esa forma evitar que los cambios sean revertidos luego por la cámara de diputados.
Termine como termine la votación, el oficialismo dejó por el camino sus declamados pruritos por los métodos de la casta. El caso de la neuquina Lucila Crexxell, que canjeó su voto por la embajada ante la UNESCO, en París, una beca de 20 mil dólares por mes con todo cubierto, quedará en la historia, pero muchos otros, como el entrerriano Eduardo Kueider, tendrán problemas para explicar cómo pasaron de las críticas destempladas en el debate de comisión al apoyo, aunque sea parcial, al mismo proyecto. Para eso lo volvieron a poner a Francos al frente de la negociación; es lo que sabe hacer. En unas horas sabremos si resultó suficiente.