Movimiento tectónicos en el PRO: Mauricio Macri accedió a conformar una mesa directiva que limite la discrecionalidad con la que hasta ahora manejaba los asuntos partidarios su titular y guardiana de los intereses del expresidente, Patricia Bullrich. A cambio, pudo resguardar para sí cinco de los nueve asientos que tendrá la conducción, y sostener en la cima de esa estructura a la exministra de Seguridad. Es un módico consuelo para alguien que perdió la conducción de un espacio que desde su primer día, y hasta ayer, funcionaba principalmente como una herramienta electoral para sus ambiciones privadísimas. Quedó en evidencia una disputa abierta por el liderazgo de la oposición, fogoneada por las revelaciones judiciales de espionaje interno y que encabezan sus lugartenientes más destacados: Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, Cristian Ritondo y Diego Santilli.
Aunque el objetivo de los amotinados era reemplazar a Bullrich por una mesa ejecutiva en la conducción del partido amarillo, Macri reaccionó a tiempo y pudo hacer contención de daños. Finalmente, la exministra conservará la presidencia del PRO y desde ese lugar propuso ayer por la tarde la creación de un mecanismo para “tomar decisiones en un ámbito más expeditivo” donde tendrán asiento Santilli, Ritondo, Federico Angelini, Laura Rodríguez Machado, Eduardo Macchiavelli, Jorge Macri, Omar De Marchi y Fernando De Andreis, encabezados por ella misma. El reparto de lugares favorece al expresidente, aunque desde el sector rebelde le restan importancia a la aritmética. “Buscamos una forma para garantizar la búsqueda de consensos, no para definir problemas levantando la mano”, aclaran. “La idea era marcarle un límite a Patricia”, advierten.
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Rodríguez Larreta y Vidal ya no quieren que les digan macristas, aunque todavía no encontraron una palabra que los represente en el nuevo escenario de internas dentro del PRO. Si bien el detonante del conflicto esta semana fue el comunicado inconsulto sobre el crimen de Fabián Gutiérrez que digitó el expresidente y publicó Bullrich mientras el resto seguía discutiendo qué posición tomar, los problemas son anteriores y más profundos. Las aspiraciones de una generación de dirigentes que creció a la sombra de Macri y ahora considera que es su turno para jugar chocan desde diciembre con la negativa del viejo líder de dar un paso al costado. Las noticias sobre el espionaje impactaron en la confianza, a nivel personal, aunque las víctimas se cuiden mucho de decirlo en público, por ahora. “Está todo bastante roto”, diagnostica un operador que conoce la interna.
Resulta curioso: los dos sectores miran por el retrovisor la trayectoria de Cristina Fernández de Kirchner durante los cuatro años de gobierno de Juntos por el Cambio, aunque cada uno saca conclusiones diferentes. Rodríguez Larreta y Vidal ponen atención en la forma en la que la vicepresidenta logró construir una mayoría acercándose con dirigentes y sectores de centro, incluso aquellos que durante una década la criticaron y se pararon en las antípodas, como Sergio Massa o el propio Alberto Fernández. Creen que el éxito de la disputa electoral está en convencer a los moderados. Macri, en cambio, apuesta a replicar la forma en la que CFK consolidó un núcleo de apoyo a partir de una postura intransigente, desde donde proyectó su poder hasta encolumnar al resto de la oposición en su proyecto, incluyendo aún a quienes la resistían. Es una apuesta política muy diferente.
El expresidente se siente amenazado por las investigaciones judiciales y por la iniciativa que desafía su liderazgo interno. Por eso apuró el comunicado sobre Gutiérrez el sábado por la tarde y también por eso hará mañana miércoles su reaparición pública, dando la primera entrevista desde que terminó la campaña electoral. Fiel a su estilo, eligió a un interlocutor que no fuera a hacerle preguntas incómodas, en este caso Álvaro Vargas Llosa, el hijo poco talentoso del escritor devenido gurú neoliberal, que de su padre sólo heredó lo segundo. La excusa para la “conferencia virtual” es dialogar sobre la situación latinoamericana pero en el PRO creen que Macri aprovechará para ensayar una defensa y enviar un mensaje a los propios. Necesita evitar un desbande. Entre los dirigentes que alzaron la voz está el senador Esteban Bullrich, a quien, hasta ayer mismo, el expresidente contaba en su bando.