Por primera vez, Horacio Rodríguez Larreta decidió iniciar una confrontación directa con Javier Milei. Con la creencia de que las convicciones no deberían dejarse a un lado por una mera conveniencia electoral, el ex jefe de Gobierno apuntó contra el presidente por sus malos tratos. Ante el silencio oportuno de ciertos sectores interesados en llegar a un acuerdo con los libertarios, apostó por dar la discusión pública en base a un eje que, para él, es importante. Por eso, desde su fundación, el MAD, lanzó un informe que se dedicó a analizar el uso de insultos mileístas, sólo en X, con un resultado abrumador.
El larretismo tuvo un día agitado. En el Congreso, volvió a diferenciarse dentro de la estructura del PRO. El diputado Álvaro González bajó al recinto para dar quórum en la fallida sesión convocada para derogar el decreto que le permite a Milei tomar deuda sin pasar por el Congreso. No fue la primera vez: ya había colaborado con los rechazos (también fallidos) a los dos vetos presidenciales.
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Como lo hizo en la campaña, Larreta apuesta por promover el diálogo e intentar ciertos acuerdos para que el cambio o las transformaciones logren un nivel de consenso que permita sostenerlos en el tiempo. La propuesta se planta frente a un Milei que, evidentemente, camina por la vereda contraria poniendo en peligro ciertos pactos básicos para la convivencia.
Después de haber funcionado como jefe de Gabinete de Mauricio Macri en la CABA, de haberla gestionado por ocho años y de haberse lanzado a una candidatura presidencial, el ex jefe de Gobierno está en un momento mucho más relajado. No sólo por el casamiento de este miércoles con Milagros Maylin, sino por la falta de apuro para tomar ciertos posicionamientos públicos. Larreta se toma su tiempo y decide salir a hablar cuando lo considera necesario. Lo hizo con la pobreza, con los incendios y, ahora, con los agravios presidenciales en las redes.
“No para dividirnos. No para insultar a quien no está de acuerdo con sus ideas”, escribió en una carta abierta a Milei. Según el estudio hecho por la fundación MAD difundido por Larreta, el presidente usó, sólo en X, “32 términos para insultar y descalificar a personas e instituciones… ¡en 2173 oportunidades!”. Se detectaron palabras, con connotación negativa, como “zurdos” en 301 oportunidades, “degenerados” unas 184 veces o “hijos de puta”, en otras 110 ocasiones. También términos como “inútil”, “siniestro”, “enano”, “enfermo”, “ignorante”, “mierda” y “basura”.
Con esta exposición, el ex jefe de Gobierno no sólo manifestó su preocupación sino que pidió que el propio Milei sea consciente del problema porque “cada uno es lo que dice. No se trata de “formas”. En democracia las formas son el fondo. Las palabras son importantes. De hecho, todos sabemos que son el lugar donde siempre comienza la violencia”.
Justamente, las “formas” conforman gran parte de las críticas esbozadas por el PRO de Macri a la gestión de Milei, por ahora sin éxito. Para este sector, cuando el presidente logre satisfacer algunas demandas económicas de la población (como estabilidad, contención de la inflación y cierta mejora en los ingresos), la gente va a empezar a querer un mejor trato, un respeto por las instituciones y las personas, dándole paso a la derecha más moderada. A Larreta eso no pareciera preocuparle en este momento.
"En democracia las formas son el fondo"
Horacio se abrazó a la estrategia de responder o interpelar a Milei con algún as debajo de la manga, en este caso los datos sobre el uso de las palabras, escapando al juego propuesto por la Casa Rosada, que es el de la agresión y el ataque. Hasta ahora, el ex candidato presidencial no había confrontado en forma directa con el jefe de Estado que, a diferencia suya, sí decidió atacarlo en algunas ocasiones subiéndolo al ring sin necesidad de que “el pelado” hiciera nada para buscarlo.
A Larreta no le interesa que Milei se sienta tocado, sino que quiere dejar bien expuesto su punto de vista y lo que a él verdaderamente le importa. Algunos miembros de la sociedad civil, pero también empresarial, estarán de su lado y creerán que las formas son importantes y otros se pondrán junto al presidente, desechando esta variable.
Para el dirigente del PRO retirado de la política partidaria, es imposible no pronunciarse sobre los maltratos presidenciales si, en gobiernos anteriores, cuestionaron el accionar dirigencial hacia la prensa. No hacerlo ahora sería hipócrita o poco coherente. No es el único que lo plantea, pero sí tal vez el único, dentro de su espacio, que lo hizo de manera abierta.
Los insultos de Milei, sin embargo, no son una novedad y, sin embargo, Larreta decidió esperar para criticarlos. Más alejados de la campaña, el uso sistémico de esta modalidad agresiva sirvió para dejar en claro que la característica presidencial no fue una estrategia de campaña sino parte de su personalidad. Es así, no se hace. De este modo, no podría haber error en el cuestionamiento.
Todavía no está claro si Larreta será candidato el año que viene porque, si bien no lo analizó con los datos sobre la mesa, es una posibilidad pero, a causa de los riesgos, también podría quedar desechada. Al ex jefe de Gobierno no le fascina la labor parlamentaria, pero quedar afuera de la discusión pública por cuatro años podría ser perjudicial. Para no diluirse, podría aspirar al Senado pero, con una sociedad polarizada, con altas chances de perder.
Lo que sí está claro es que no tiene intenciones de actuar sólo en base a lo que podría gustarle al electorado. Está convencido de que tiene que plantarse en el lugar con el que se siente cómodo, en cuanto a principios, en lugar de ir detrás del que pueda garantizar más votos. Si el péndulo, que baila de un extremo a otro, en algún momento frena en el centro, estará ahí para recibirlo.