El griterío mediático, la presión imperial y el lugar de Argentina

05 de junio, 2021 | 19.00

La militancia periodística del sistema de medios dominante es bastante fácil de decodificar en los enunciados que le dan sentido: el debilitamiento progresivo del gobierno hasta su aislamiento y derrota es el sentido principal de su acción y las peripecias de la pandemia deben ser interpretadas de manera plenaria como fallas de la política gubernamental. Esos son los proveedores principales de argumentos para el establishment mediático.

Sin embargo, hay un tercer elemento. Que acaso no sea el “tercero” sino el principio organizador de todo el discurso desestabilizador. Se trata del alineamiento -absoluto, sin fisuras- del sistema oligopólico y de sus empleados con el punto de vista estratégico de la cancillería de Estados Unidos (el famoso “Departamento de Estado”). Cuando uno de los funcionarios destacados de ese órgano estatal, míster González, explicó los propósitos y preocupaciones de su gobierno respecto de la política argentina, no logró agregar información ni perspectiva novedosa alguna: todas sus afirmaciones están implícitas en la propaganda mediática que se difunde todos los días y a toda hora. La creciente influencia de China, su ofensiva comercial y militar en la región, la preocupación por la decisión gubernamental de fomentar la llegada de vacunas de ese país y de Rusia contra el Covid, la preocupación por la “democracia en Venezuela”, y la necesidad de un claro alineamiento argentino detrás de la gran potencia mundial ya formaban parte del debate público nacional, gracias a la “línea editorial” del grupo Clarín y sus adyacencias.

No solamente las alarmas eran las mismas, sino que lo son, sistemáticamente los argumentos políticos que intentan sustentarlas. Estados Unidos ha visto debilitarse en los últimos años lo que sus propios teóricos internacionales han llamado “soft power”, es decir, ese poder que no se reduce a la fuerza material de su maquinaria político-militar (el “hard power) sino que se complementa con la influencia de su cultura, del “modo americano de vida”. En esta etapa, la comunidad estratégica del Atlántico Sur con la potencia del norte no puede recurrir tanto al amor; necesita fundamentalmente del espanto. Y el espanto se consigue con la definición de las contradicciones de la actual etapa del mundo bajo la forma de una lucha entre la democracia y la dictadura, entre los mercados libres y el predominio del ogro estatal, y -en el límite con el irracionalismo fascista- entre Oriente y Occidente.

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Algo realmente interesante que tiene ese discurso en boca de periodistas argentinos y funcionarios norteamericanos es que Argentina vive una tremenda crisis económica, que la pandemia profundizó, pero cuyo punto de partida es una decisión del gobierno de Estados Unidos de acudir, por la vía “institucional” del Fondo Monetario Internacional de acudir en ayuda, no del país y sus necesidades de desarrollo económico, social y productivo, sino de la candidatura presidencial de Macri para la elección de 2019. Hablamos, claro está, del histórico desfalco perpetrado por el gobierno de Juntos por el Cambio en sociedad con el Fondo Monetario Internacional. Es decir, la visión geopolítica norteamericana está en el corazón de la desesperante situación social de nuestra patria y los responsables se presentan ahora como los protectores de nuestros intereses nacionales. Una paradoja que sería graciosa si no fuera trágica.

Habría que averiguar si en otro país del mundo se ha formado algo parecido al verdadero movimiento de solidaridad con la corporación Pfizer. Se acude a todo tipo de manipulaciones para intentar demostrar que la falta de acuerdo entre el gobierno y el laboratorio es el resultado de un cruce entre la amistad de la vicepresidenta con Putin y la Federación Rusa y la corrupción de funcionarios que pidieron coimas. Claro, cuando el sainete mediático se cruza con una cabeza afiebrada como la de Patricia Bullrich, y el gobierno le abre una demanda judicial, rápidamente aparecen las “aclaraciones” del caso, lo que nunca puede ocurrir respecto de lxs periodistas que pusieron en marcha la misma operación. Estxs están protegidos por la “libertad de prensa”, el pícaro subterfugio que ampara la mentira, la operación sucia y hasta la extorsión a personas, como en el famoso “caso D’Alessio”. Es necesario decir con más claridad que la verdadera y principal amenaza a la libertad de prensa viene de las mafias monopólicas y de quienes se someten a ellas.

En suma, a la quiebra del Estado argentino provocada por el gobierno de Macri y a la pandemia se suma la presencia en el interior de nuestra vida política de una aguda pulseada geopolítica. Una pelea que no es con un enemigo externo, sino que tiene una importante base de operaciones en nuestro propio territorio. Cuando hablamos del irracionalismo de nuestras derechas y del tono violento y provocativo que tienden a asumir las confrontaciones sobre las políticas de cuidado, es necesario no perder de vista el contexto regional y mundial en el que se desarrollan. Fuera de esta intensidad de las movidas geopolíticas de los principales actores estatales mundiales, es muy difícil entender consignas tales como “libertad o comunismo”. Es decir, vuelve a cobrar vigencia la política antisoviética, ¡ahora sin que haga falta que exista el estado soviético!

Pero es necesario pensar por fuera del barullo; los argentinos y argentinas estamos discutiendo nuestro lugar en el mundo. No estamos viviendo el clima de los años noventa del siglo pasado. No es el tiempo de la dorada globalización, del fin de la historia, de la armonía final del neoliberalismo, del “hombre nuevo” del capitalismo neoliberal, de una nueva profecía refundacional. No se produjo el derrame, ni siquiera el “goteo hacia abajo” de la riqueza acumulada en proporciones inéditas en la cúspide social. El mundo es mucho más injusto que en los tiempos de esas promesas. La pandemia no es un rayo en cielo sereno; es uno más de los “desastres naturales” que la época acumula y que seguirán siendo una amenaza si no se reencauza la política global en un sentido más justo, más respetuoso de la vida (de los seres humanos y de las otras especies con las que compartimos la casa planetaria).

Finalmente, los argentinos y argentinas no tenemos por qué alinearnos en forma automática con las viejas superpotencias. Tampoco con las nuevas. Lo que es necesario es trabajar para convertir al sur del continente en una fuerza colectiva independiente. Capaz de aprovechar sus recursos naturales y humanos. De construir instituciones políticas comunes que fortalezcan nuestra presencia en el mundo. De aportar a la paz mundial y al respeto por la autodeterminación nacional en todo el mundo. Los cambios políticos iniciados entre nosotros en diciembre de 2019 fueron y son un aporte -todavía insuficiente- a la reconstrucción de la patria grande. Son también -como lo están demostrando las movilizaciones y las conquistas en nuestro vecindario- un estímulo para las luchas democráticas, callejeras y electorales que recorren la región.