El chat de los 23 gobernadores y un jefe de gobierno funcionó como lugar de encuentro en los días de las peores acusaciones de Javier Milei contra las provincias, cuando en el Congreso no le aprobaban las cosas como él quería a cambio de nada. Las represalias que luego pergeñó contra los gobernadores fortaleció el vínculo al nivel de forjar algunas amistades -o, al menos, muy buenas relaciones- impensadas hasta hace algunas semanas como las de Axel Kicillof con el peronista cordobés Martín Llaryora, el radical santafesino Maximiliano Pullaro o el macrista chubutense Ignacio Torres, todos ellos en algún momento blanco de las iras presidenciales. La fluida conexión se mantiene y ya genera propuestas comunes como la idea de Llaryora, que acompaña Kicillof, de impulsar un impuesto a los altos ingresos con un piso alto ajustable por inflación, de manera que no lo paguen trabajadores asalariados sino ejecutivos y empresarios.
Estaban destinados a mirarse de reojo y ver en su colega provincial a un potencial adversario, con quien debía competir en lo político y por los recursos económicos. Pero en apenas unas pocas semanas de gestión de Milei les hizo comprender que estaban todos en el mismo barco y que no había salvación individual posible. Axel y Llaryora -a quienes en una primera impresión se los podría considerar representantes de visiones antagónicas del peronismo- comenzaron a intercambiar mensajes frecuentes en la previa de la discusión parlamentaria de la ley Omnibus. El gobernador bonaerense lo llamó para saber de primera mano si de verdad pensaba votarla como decían las crónicas periodísticas y así se enteró de las diferencias del cordobés respecto a puntos claves del proyecto como facultades delegadas, privatizaciones y retenciones.
Kicillof no quería quedar en el lugar obvio de encabezar el rechazo a la mega ley. Que la oposición la representaran gobernadores dialoguistas como Llaryora o Pullaro pondría más en evidencia la enormidad de las reformas propuestas del proyecto que terminó naufragando en Diputados. Quedaron en contacto y comenzaron a motorizar la posibilidad de coparticipar el impuesto al Cheque, una idea a la que sumó con fuerza Nacho Torres como referente de los gobernadores patagónicos. Unidos al fragor de la ofensiva libertaria, los mandatarios del sur del país se convirtieron en los principales enemigos de la oferta envenenada del Gobierno para reponer el impuesto a las Ganancias debido a muchos trabajadores locales, como los petroleros, quedarían comprendidos en el tributo.
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Torres se convirtió en la cara de la rebelión patagónica cuando amenazó con cortar el suministro de petróleo y gas a la Nación como reacción a la decisión unilateral del Gobierno de retener la coparticipación de Chubut por una deuda. La justicia federal falló a favor de la provincia y Torres levantó la protesta, que estuvo a punto de llevarlo a una ruptura de consecuencias impredecibles con el gobierno de Milei. En esos días, Kicillof se mantuvo en contacto con Torres y lo acompañó en momentos en que incluso algunos del PRO se mantuvieron a prudente distancia del gobernador chubutense que se animó a enfrentar a Milei por los derechos de su provincia.
Maximiliano Pullaro compartió con Llaryora los insultos presidenciales luego del rechazo a la ley Omnibus. Por eso, también el mandatario santafesino intercambió mensajes con Axel. Días atrás, el gobernador bonaerense envió 80 móviles policiales, tres minibuses y otros recursos para hacer frente a los graves hechos de inseguridad en Rosario. "Es la primera vez que una provincia colabora con recursos materiales con otra y entendiendo la complejidad y la difícil situación que está atravesando una provincia vecina", destacó Pullaro el gesto. Un par de días antes, Milei había declarado que lo que sucedía en Rosario era principalmente un problema local porque la seguridad estaba en manos de las provincias, pese a que el narcotráfico es un delito federal
"Axel se puso a disposición de Pullaro apenas denunció que amenzaron a su familia. Igual no sólo hubo un deseo de colaborar con Santa Fe, sino que también sabemos que es un delito que no tiene fronteras claras y que en la medida que se expanda va a crecer en la provincia de Buenos Aires", comentaban en La Plata. Analizaban que la posición de Kicillof alteró al Presidente porque quedó muy mal parado y que esta última ofensiva contra la provincia de Buenos Aires incitando a una rebelión fiscal también tiene algo de venganza por esa actitud colaborativa que lo descolocó por completo.
"Es que los medios inventaron una imagen de Axel totalmente falsa. Ahora los otros gobernadores le reconocen su capacidad de diálogo, que no es cerrado en sus opiniones y que acepta modificar lo que haga falta para llegar a un consenso. Muchos gobernadores se sorprendieron", aseguraban en La Plata. Luego de la caída de la ley Omnibus, Kicillof buscó convencer a Llaryora, Pullaro y Torres de la conveniencia de rechazar también el DNU, dado que las medidas desregulatorias apuntaban al mismo objetivo. El Senado ya lo rechazó pero ahora queda la prueba final en Diputados.
Axel apoya la idea de Llaryora de no volver al antiguo sistema del impuesto a las Ganancias como propone el Gobierno para resolver el problema fiscal de las provincias, sino que coinciden en que debe ponerse un piso muy alto -que se actualice mediante un índice- solo para los mayores ingresos, cargos ejecutivos o empresarios. "En este contexto, volver a poner Ganancias para los salarios de la clase media sería una locura", decían en La Plata, una mirada en la que coinciden la mayor parte de los gobernadores. Su otra propuesta es coparticipar el impuesto al Cheque, con lo que vienen insistiendo desde principios de años, pero no encontraron otro eco que el cerrado rechazo del Gobierno. Con sus extorsiones e insultos, Milei consiguió reunir a quienes se miraban torcido.