De horizontes y utopías

02 de enero, 2022 | 23.46

En estas Fiestas recibí un regalo de mis hijos, un libro de Mía Couto (“Venenos de Dios, remedios del Diablo”), en cuya contratapa figuraba la siguiente frase: “Cuando la realidad quiere someternos, los sueños aunque sea brevemente, nos liberan”. Su lectura casi de inmediato me evocó un poema/canción de Joan Manuel Serrat (“El Horizonte”), que en unos de sus versos dice: “Y cuanto más voy pa’ allá, más lejos queda, cuanto más de prisa voy, más lejos está”; y luego, lógicamente, me recordó otro tema del mismo cantautor: “Utopía”, cuya cita dejo para más adelante en esta nota.

Lo visible invisibilizado

La vorágine que caracteriza estos tiempos en que estamos interpelados por acontecimientos de todo tipo, en donde la pandemia ocupa un lugar central no sólo en nuestro país sino en el mundo entero, y que se nos hacen cada día más difíciles de descifrar.

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Entender las posturas negacionistas de hechos que aparecen evidentes, más allá de las interpretaciones que puedan proporcionarnos la Antropología o la Sociología, para el común de la gente se hace compleja por el bombardeo mediático que -en palabras de Discépolo- nos sumerge en un verdadero cambalache.

El aliento de posturas “antivacunas” o la justificación en nombre de la “libertad” de quienes se oponen a medidas indispensables, como el pase sanitario que se impone, como elemental modalidad de cuidado comunitario, ante la resistencia de muchas personas a inmunizarse por razones de las más disímiles -en muchos casos disparatadas- y que, en todo caso, supone el respeto por una decisión individual pero que, por sus proyecciones riesgosas en lo colectivo, conllevan necesariamente a hacerse cargo de las consecuencias limitantes de esas decisiones.

Otro tanto ocurre con la violencia, que sólo se señala en actos delictivos comunes y frente a los cuales se exigen castigos absolutamente desproporcionados -pena de muerte para el ladrón en manos de su víctima o la legitimación del linchamiento con que se regodean las imágenes televisivas-; a la vez que se obturan los grandes delitos, los económicos -de enorme violencia-, cuyas consecuencias padece toda o gran parte de la población y comprometen el futuro de la Nación.

Entre esas dos violencias, si se quiere extremas, están las violencias cotidianas que padecemos los ciudadanos del común como cualquiera de nosotros, en las calles o en otros tantos sitios que nos reúnan para actividades de las más disímiles. La intolerancia, la falta de empatía y de mínimas gentilezas o del esperable reconocimiento del otro cuando tenemos gestos de esa naturaleza, la indiferencia frente a -grandes o pequeños- inconvenientes que nos afecten.

Como una secuencia ineludible, se nos representa la Justicia en su más amplio sentido, tanto en lo que es debido -justicia distributiva- como en los dispositivos orgánicos que tienen por objeto impartirla -justicia institucional-, y allí también aparecen imágenes que es imposible no ver.

¿Cómo se justifica la indecente brecha que separa a los poseedores de las grandes fortunas -cuyo origen suele estar cargado de gran opacidad- con aquellos que sufren pobreza extrema?

¿Qué podría brindar razones para que, siendo la Argentina un productor de alimentos con capacidad para satisfacer las necesidades de varias veces su población, exista un porcentaje alarmante de personas que padecen hambre?

¿Qué legitimidad tiene el gran empresariado para quejarse cuando guardó silencio durante el depredador gobierno de Macri y que en la actualidad, a pesar de una peste sin precedentes, han recuperado -con creces- su nivel de actividad y de ganancias por las políticas públicas que denostan?

¿A quién se le ocurre que puedan dar “cátedra” sobre economía y finanzas los mismos que fueron responsables -enriqueciéndose o siendo fieles servidores de las grandes Corporaciones- en cada etapa neoliberal que hipotecó el futuro de las y los argentinos?

¿Cuál sería el fundamento de que la forma de generar empleo sea quitarle derechos a las personas que trabajan, cuando cada vez que se impulsaron medidas de esa índole el resultado no fue otro que el aumento de la desocupación, una mayor precarización de las condiciones laborales y el incremento de las desigualdades favoreciendo el enriquecimiento de unos pocos?

Cuánto cinismo

En la última semana del año tuvo gran difusión un video que implicaba un testimonio irrefutable acerca de una vergonzosa política de Estado durante el macrismo -la persecución de opositores y en particular de sindicalistas-, reflejada en un episodio donde si bien el rol central lo ocupaba el ex Ministro de Trabajo (Marcelo Villegas) de la ex gobernadora de la provincia de Buenos Aires (María Eugenia Vidal), en el reparto figuraban otros funcionarios provinciales y nacionales, un Senador provincial, miembros del Poder Judicial y del Ministerio Público Fiscal,  agentes de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) y empresarios.

Por conocido y difundido me eximo de hacer un detallado relato, para detenerme sólo en algunos aspectos que -a mi entender- no han sido suficientemente analizados.

En esa reunión lo que se pergeñaba era una estrategia para dar un corte a los reclamos sindicales, justamente provocándolos para luego gestar denuncias empresarias que preconstituyeran falsas pruebas para abonar causas judiciales armadas. Con la idea de cercenar el legítimo accionar de gremialistas y, de ser factible, encarcelarlos o cuanto menos procesarlos deslegitimándolos frente a la opinión pública.

Claro que el objetivo era más ambicioso, porque la propuesta contemplaba avanzar en el recorte de derechos de las personas que trabajan y que, con relación a las del sector público que cuentan con mayor estabilidad en el empleo, fue explícito en boca del ex Ministro.

Veamos: ¿quién es Marcelo Villegas? Algunas publicaciones lo mencionaban como un abogado laboralista y en este punto es preciso hacer una aclaración, porque lo son los y las abogadas que defienden trabajadoras/res o a sus organizaciones gremiales, no quienes defienden empresas que, en todo caso, son profesionales especializados en Derecho del Trabajo.

Pero en el caso de Villegas ni esto último se ajusta a su persona, en tanto es un total ignoto en esa disciplina jurídica tanto en lo académico como en la gestión profesional, sino que se trata de un CEO (Chief Executive Officer), como se gustan llamar, con desempeño en varias multinacionales por las que su paso fue depredador para el personal dependiente. De la misma calaña, que otros que supieron prohijar ese tipo de Corporaciones en la larga noche de la dictadura cívico militar iniciada en marzo de 1976, imbuidos de igual desprecio y odio visceral por el sindicalismo como por la clase trabajadora.

Lejos está ese comentario de ser exagerado, estando a la nostalgia por una “Gestapo” con la que, dijo, desearía contar para terminar con los sindicatos. Literal y textualmente: "Creeme que si yo pudiera tener, y esto te lo voy a desmentir en cualquier parte, si yo pudiera tener una Gestapo, una fuerza de embestida para terminar con todos los gremios, lo haría".

Sólo le faltó añorar los Ford Falcon verdes y a los militares, que hoy -al menos por ahora- reemplazados por medios de prensa, jueces y fiscales no le serían necesarios.

Por eso, llamar “Mesa Judicial bonaerense” -como banda facciosa para cometer tremendos ilícitos que aparenten legalidad- es erróneo, porque es mucho más que eso y es necesario tomar conciencia. Constituían uno de los muchos “Grupos de Tareas” de la etapa macrista, que contaban con total impunidad para hacer cuanto quisieran de las personas, de sus derechos y garantías. Del mismo modo que operaban en dictadura, los equipos de represores que implementó el Terrorismo de Estado.

Ahora bien: ¿cómo reaccionaron las dos principales entidades de la colectividad judía, directamente concernidas por las evocaciones de ese nefasto personaje?

La AMIA brilló por su silencio, a pesar de que su dirigencia suele vociferar ante cualquier comentario que pueda interpretarse como virtual antisemitismo y suele confundir -y atribuir- tal caracterización a las críticas legítimas que se le formulan al gobierno israelí por sus políticas de aniquilamiento del pueblo palestino.

La DAIA sí se pronunció, expresando: "La descalificación al eventual adversario político manifestando añoranza por la Gestapo además de ser brutal, banaliza de modo inadmisible la Shoá. Estas expresiones son combatidas permanentemente por las democracias del mundo para que no se repita tragedia semejante".

O sea, a lo que evidenciaba ese tipo de operaciones orquestadas desde el Estado, le dedicó sólo el calificativo de “brutal” como modo de atacar a un opositor; para luego, centrar el tema en la banalización del Holocausto, en tanto referente para las “democracias del mundo”.

Sería bueno que advirtieran esos dirigentes que son argentinos, que avergüenzan a los integrantes de su colectividad que sí se sienten como tales, al desmerecer la tremenda relevancia que lo ocurrido tiene para nuestra democracia, antes y más allá de otras del mundo.

El Holocausto fue una horrible y trágica experiencia que no debería repetirse, pero en este caso lo que interesaba considerar -y debió ser central en el repudio- era el genocidio padecido en la Argentina, los 30.000 desaparecidos -en gran proporción trabajadoras/res, activistas y dirigencia gremial- con políticas de esa índole, la “nostálgica” idealización de la criminal manera de combatir a los sindicatos -y por ende a sus representados- mediante grupos especializados en diversas -y perversas- formas de exterminio, físico o simbólico, para esterilizar toda resistencia al poder del Capital.

¿Cuál es la grieta?

La alusión pretendidamente ingenua a una “grieta”, como si se tratara de un simple desencuentro entre los argentinos fomentado por una parte de la clase política y que se presenta como fruto del “populismo”, es otra de las grandes mentiras que fomentan los odiadores seriales que temen que sean afectados sus injustificables privilegios.

Consiste en una renovada formulación de una cosmovisión colonial, que sigue teniendo una gran incidencia cultural que ha sido desde siempre la básica matriz imperial.

Patria o colonia sigue siendo una disyuntiva fundamental, lejos de ser anacrónica se muestra cada vez más vigente en Argentina, en Latinoamérica y en otras tantas regiones subordinadas a los países hegemónicos.

Uno de sus emergentes más ostensibles es la pérdida de capacidad de los Estados para adoptar decisiones soberanas y que, para el Pueblo, se traduce también en la reducción de las posibilidades de definir democráticamente su destino.

Aún para la ciudadanía que no comparta la visión sobre la raíz colonial de esos fenómenos, lo que no puede ignorar es el riesgo que el manipuleo del Poder Judicial y su utilización para la persecución, estigmatización y encarcelamiento de opositores políticos, significa para el sistema democrático y para la vigencia de garantías republicanas fundamentales.

Al fin y al cabo, si así quiere definirse un antagonismo esencial, entonces, la meneada “grieta” separa a quienes están en favor o en contra de la democracia y es con relación a la misma la elección del lugar o margen en el cual cada uno se sitúe.

Un futuro mejor es posible, pero depende de nosotros

Los fines de años son propicios, o cuanto menos nos inclinan, para realizar balances de lo que nos ha deparado el ciclo anual regido por el calendario. Evaluación que no sólo involucra las alternativas personales sino también las que percibimos como parte de la sociedad que integramos.

Es entonces una ocasión apropiada para analizar cuánto de lo que nos ha ocurrido en lo individual ha sido determinado por lo colectivo y advertir ese nexo inexorable para imaginarnos el futuro, aunque lo reduzcamos al año venidero.

En otra célebre canción J. M. Serrat (“Utopía”) nos dice:

Ay Utopía / Cabalgadura/ Que nos vuelve gigantes en miniatura

(…) Ay Ay, Utopía / Que levanta huracanes / De rebeldía! /

Quieren ponerle cadenas / Pero, quién es quién le pone puertas al monte?

(…) Ay Utopía / Incorregible / Que no tiene bastante con lo posible
(..) El que la encuentre / la cuide hasta que lleguen mejores días / Sin utopía / La vida sería un ensayo para la muerte

(…) Ay Ay, Utopía / Que alumbras los candiles / Del nuevo día!

Una utopía como el horizonte es inalcanzable, aunque indispensable para orientarnos, sostener razonables esperanzas e impulsarnos a avanzar cada día un poco más hacia el destino que soñamos y merecemos, también como Nación y Sociedad, para lograr una Comunidad que se realice y que nos permita realizarnos.

MÁS INFO
Álvaro Ruiz

Abogado laboralista, profesor titular de derecho del Trabajo de Grado y Posgrado (UBA, UNLZ y UMSA). Autor de numerosos libros y publicaciones nacionales e internacionales. Columnista en medios de comunicación nacionales. Apasionado futbolero y destacado mediocampista.