Cómo es la reforma del Sistema de Salud que proyecta Cristina Kirchner

Redistribución y optimización de recursos. Los tres subsistemas y las inequidades geográficas. El factor CABA. Desafío a intereses grandes en un año doblemente electoral.

23 de diciembre, 2020 | 18.59

El tema no estaba en la agenda de (casi) nadie, pero una frase de Cristina Fernández de Kirchner bastó para ponerlo en el centro de la escena. “Creo que los dos desafíos más grandes que vamos a tener en este año que empieza, además de un formidable plan de vacunación, es repensar todo el sistema de salud en la República Argentina”, dijo el viernes pasado en el acto que compartió con el resto de la conducción del Frente de Todos en La Plata. Marcada ahora en rojo en el calendario nuevo, la cuestión removió de la modorra pre-navideña a empresarios y sindicalistas, beneficiarios principales del modelo actual, que activaron contrarreloj una defensa corporativa. Cabe señalar que 2021 será un año electoral por partida múltiple: además de las elecciones de medio término se renuevan autoridades en la CGT (y también en el PJ nacional y bonaerense, pero ese es otro tema).

A días del final de año y aunque todavía queda mucha pandemia por surfear antes de que las vacunas traigan alivio, debe decirse que el sistema de salud, defectuoso y todo, ha sido una de las instituciones que mejor ha respondido a la emergencia este año en la Argentina. Para eso, contó con una inversión histórica del Estado, que multiplicó varias veces los recursos materiales y edilicios, y un gran esfuerzo del sector privado. Pero el peso del riesgo y del agotamiento recayó sobre los hombros de cientos de miles de profesionales y trabajadores de la salud que se ocuparon a destajo, muchas veces en condiciones subóptimas y en demasiados casos a cambio de un salario que está lejos de cubrir la canasta básica. Resulta claro que no es un esquema que resulte sustentable para replicarlo en el tiempo. Y si algo nos enseñó el Covid es que en el futuro habrá que estar siempre preparado.

Cómo se reparte la torta: eterno quid de la cuestión distributiva. CFK fue explícita, aunque muchos de sus hermeneutas hagan contorsiones asombrosas para ofrecer lecturas más desfavorables. “Nuestro país debe ser en toda Latinoamérica el que más recursos humanos, tecnológicos e inversiones tenga en materia de salud. Lo que pasa es que lo tenemos dividido en tres sistemas: público, privado y obras sociales. Vamos a tener que repensar un sistema de salud integrado. Tenemos que repensar no solamente el sistema sanitario, sino un diseño de país que olvide esa concentración tan injusta e ineficiente económicamente”, dijo, señalando un camino. Hay que ver, todavía, cuántos quieren adentrarse en él. Con la salud sucede algo muy parecido a lo que pasa con el Poder Judicial: todos reconocen que está roto pero nadie quiere hacer lo necesario para arreglarlo. Es un trabajo sucio.

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No fue casual su referencia geográfica a “un diseño de país que olvide esa concentración tan injusta e ineficiente”. La lectura lineal será la de otro ataque de la vicegobernadora al alcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta. En realidad la idea de CFK va en línea con el cuestionamiento de los privilegios estructurales de la ciudad de Buenos Aires sobre el resto del país y el planteo de que constituyen una barrera para el desarrollo nacional, temas que ella viene poniendo sobre la mesa desde su primera aparición después del triunfo electoral, el 12 de diciembre de 2019 en La Matanza. El viernes pasado rescató un giro de Máximo Kirchner en el cierre del debate por los fondos irregularmente asignados a la ciudad de Buenos Aires: “Si solamente tres de cada diez porteños utilizan los hospitales públicos de la ciudad de Buenos Aires, eso significa que esos hospitales deberían estar en otra parte”.

¿De qué hablamos cuando hablamos de reformas en el sistema nacional de salud? En principio de un proceso que no se resuelve en un año, ni en un mandato presidencial. Es necesario ir estableciendo cambios graduales a lo largo de por lo menos diez años. Quienes están trabajando en un plan tienen una idea clara de lo que quieren evitar: el desgaste de sancionar una ley a un precio altísimo que termine frenándose en el Poder Judicial o en los hechos antes de concretarse como realidad efectiva, de la manera que sucedió en su momento con la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. La comparación es adecuada también por la magnitud de los intereses en juego: el gasto de salud en la Argentina equivale a casi 10 puntos de su PBI. Es el valor más alto en américa latina y está al nivel del de países desarrollados, aunque las prestaciones no reflejan esa inversión.

El problema pasa por la distribución de esos recursos. A partir de la desregulación del sector en la década del ‘90 se produjo un fenómeno conocido como descreme, donde los que más ganan y los pacientes más jóvenes se volcaban por la medicina prepaga, mientras que las obras sociales y el sistema público debían hacerse cargo de los enfermos y los más viejos, expulsados del privado, y por los trabajadores de bajos ingresos, una fórmula fatal que hace caer la recaudación y aumenta los gastos. Que el resultado sea hospitales desbordados y sindicatos fundidos no puede sorprender a nadie. El objetivo es trabajar en dos aspectos: una normativa que regule la distribución del gasto en salud y de las prestaciones que corresponden a cambio, por un lado, y una mayor articulación de los subsistemas público y social para fortalecer la medicina solidaria antes que la que tiene fines de lucro.

Un par de días después del acto en La Plata, Cristina volvió a hablar en público del asunto. Fue la oradora de cierre del Encuentro Nacional de Salud que organiza todos los años el espacio Soberanía Sanitaria, una fundación encargada de estudiar y diseñar políticas públicas en esa materia. Allí dio algunos detalles más de su idea: “No podemos emparchar o dar soluciones parciales. En materia sanitaria debemos reconceptualizar el sistema. La pandemia mostró que algunos lugares tienen muchos recursos que a otros les faltan. Tenemos un modelo concéntrico que debe ser reformulado”, dijo. Antes, Axel Kicillof habló en el mismo sentido de “emprender una acción transformadora" que “afecta a intereses que reaccionan”. En la provincia ya comenzaron algunas negociaciones con el sindicalismo en busca de acuerdos “ganador-ganador" que permitan avanzar en ese sentido.

La iniciativa quedó instalada. Ya recibió el apoyo de sectores importantes, como el que encabeza Pablo Moyano. La batalla repercutirá en la sucesión de la central obrera, que debe resolverse el año próximo. Los Gordos estaban cómodos al calor del poder hasta que hace poco comenzaron a sentir frío en la espalda, después de una serie de gestos cruzados entre el presidente Alberto Fernández y los líderes de Camioneros, que ya avisaron que van por todo en la CGT. El que pestañea, pierde. Los impulsores de la reforma advierten que el objetivo no es desplazar a los sindicalistas de la conducción de las obras sociales sino ayudarlos a que funcionen mejor. El problema es que en los gremios, los que no son desconfiados no suelen llegar lejos. Está comenzando una partida de billar a varias bandas. La bola blanca la movió Cristina. Es un dato que no debería dejarse de lado.