Dos modelos al desnudo

11 de julio, 2021 | 00.05

El domingo 4 de julio, los 155 convencionales reunidos en Santiago de Chile eligieron como presidenta de la Convención Constitucional a Elisa Loncón, académica y activista mapuche, quien luego de saludar en mapudungún (idioma mapuche) declaró: “Esta convención que me toca presidir transformará Chile en un Chile plurinacional, en un Chile multicultural”.

Mientras Loncón juraba como presidenta, del otro lado de la Cordillera, Patricia Bullrich declinaba su candidatura a diputada por la Ciudad de Buenos Aires luego de haber sido desplazada por María Eugenia Vidal, quien hasta hace un año y medio fue la Gobernadora Coraje, enamorada de la provincia de Buenos Aires y aclamada por nuestros medios serios e incluso por la Historia, que llegó a golpear a su puerta.

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El ascenso de una activista mapuche y la caída en desgracia de la ex Ministra Pum Pum, inventora de la guerrilla imaginaria mapuche-iraní que durante algunas semanas de 2017 puso en peligro la integridad territorial de nuestro país, parece ser obra del destino, al que, como escribió Borges en El hacedor, “le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías”.

Luego de acusarlo de llevarnos hacia Venezuela y Cuba, y haber desviado hacia Nicaragua, los medios serios denuncian a Alberto Fernández por conducirnos hacia Haití. Al menos se trata de un país francamente capitalista que profesa una pobreza digna, alejado tanto del chavismo venezolano como del castrismo cubano. Y esa no es la única buena noticia. En efecto, en Haití nos encontramos a apenas mil kilómetros de Miami, una distancia similar a la que separa a Buenos Aires de Viedma. El gobierno debería informar a los varados que no vale la pena que exijan volver, ya casi llegamos.

Por su lado, el canciller de Bolivia denunció que el gobierno de Mauricio Macri proveyó de manera clandestina “material bélico” al régimen de Jeanine I, ex Emperatriz del Beni, Terror de los ateos, marquesa de Potosí, Defensora de las Santos Evangelios, Tigresa de los Llanos, Zarina de Cochabamba, Patrona de la Justicia, Hoguera de los agnósticos y también ex presidenta autoproclamada del Séptimo Día. Eran municiones y gases para reprimir protestas sociales después del golpe de Estado contra Evo Morales, lo que llevó al presidente Alberto Fernández a expresar públicamente su “dolor y vergüenza”.

Recordemos que la decisión fue tomada cuando Macri ya había perdido la reelección y estaba de salida. No deja de asombrar el nivel de ignorancia, matonería e impunidad que asoma detrás de una decisión como esta, aún teniendo en cuenta el estándar generoso de la diplomacia macrista. La carta de agradecimiento que el entonces embajador argentino en La Paz y actual ministro de Trabajo de su alteza imperial Gerardo I, visir de la Puna, Martillo de Herejes, Protector de la Justicia, Orgullo Radical y Azote de Dios, recibió de parte del golpista comandante general de la Fuerza Aérea boliviana refleja el buen trato y la alta estima entre ambas administraciones.

Es más, el ex embajador aclaró que el gobierno de Cambiemos se negó a darle asilo político a Evo Morales, tal como él lo solicitó. De hecho, tanto el presidente Macri como su módico canciller, el que lloró una madrugada al anunciarle el acuerdo imaginario con la Unión Europea, evitaron mencionar la palabra golpe de Estado, al igual que Luis Almagro, titular de la OEA y uno de los felpudos más mullidos del Departamento de Estado, que aún no ha tenido tiempo para opinar sobre la denuncia de Bolivia.

Es decir que mientras Alberto y el presidente de México López Obrador lograban que Evo y a su vicepresidente García Linera pudieran escapar de Bolivia y salvar así sus vidas, Macri le entregaba municiones a quienes los derrocaron.

Una gran manera de ilustrar los dos modelos políticos que hoy se enfrentan en la Argentina, esa grieta que tanto atormenta a nuestros periodistas serios.

Hasta ahora los ex funcionarios del gobierno de Cambiemos han jugado al juego del Gran Bonete (“¿Yo, señor? ¡No, señor! ¿Pues, entonces quién lo tiene?”), eludiendo toda responsabilidad en la acusación y dando a entender que la decisión pudo venir de otro ministerio. El ineludible Oscar Aguad, ex ministro de Defensa, a la vez que negó haber enviado municiones, argumentó: “Espero que alguien con seriedad me pueda explicar cómo se hace un golpe de Estado con balas de goma”.

Es decir que no mandaron balas y además eran de goma.

 

Imagen: Ayuda humanitaria del gobierno de Cambiemos a Jeanine I, emperatriz del Beni y presidenta autoproclamada del Séptimo Día (cortesía Fundación LED para el desarrollo de la Fundación LED)