La historia de los Vuelos de la Muerte en el delta entrerriano, ejecutados en el marco de la última dictadura cívico-militar de nuestro país, no es nueva. Pero todavía hay historias para contar. Los vecinos del lugar, especialmente de Villa Paranacito -departamento Islas del Ibicuy-, conocen lo que sucedía en aquellos días de horror, ya sea por haber sido testigos de escenas macabras o por haber escuchado la historia de quienes presenciaban en aquel momento esas postales. Años de silencio y miedo, incluso en las primeras épocas de la renovada democracia, no lograron que los recuerdos se borraran. Persisten y cobran cada vez más relevancia, toda vez que la Justicia y organismos de Derechos Humanos han decidido emprender la reconstrucción de lo sucedido y la localización de cuerpos de detenidos desaparecidos que podrían estar enterrados en la zona.
Quienes no lo sabían por aquellos años, lo deducían: restos de jóvenes atados y ahogados en las aguas del río de la Plata terminaban en las costas de los ríos Uruguay y Paraná, que confluyen al sur de la provincia y al norte de Buenos, en la zona del complejo Zárate Brazo Largo. La topografía del lugar -ríos caudalosos, montes inhóspitos y humedales- lo hacían un lugar predilecto para llevar adelante aquellos aberrantes crímenes contra la humanidad de, en su mayoría jóvenes, víctimas del terrorismo de Estado que había derrocado al gobierno constitucional en 1976. Y la asociación de los pobladores no era azarosa, porque ellos mismos presenciaban los vuelos. Claro que, en muchos casos, sólo veían que caía un bulto de los aviones o helicópteros, pero cuando comenzaron a divisar los cadáveres, entendieron entonces que aquello que era arrojado desde las alturas eran seres humanos.
Más de cuatro décadas después de lo sucedido, continúan apareciendo testimonios de testigos. Gracias a los datos aportados se han podido reconstruir escenas, fijar fechas, establecer lugares e impulsar investigaciones judiciales, que ahora retoman fuerza debido a la decisión de un Estado que acompaña y respalda las políticas de memoria, verdad y justicia.
El velo comenzó a correrse definitivamente en 2003. Un testigo de identidad reservada se acercó a un Juzgado de Instrucción de Gualeguaychú, y presentó una denuncia. Esa demanda materializó un legajo que le dio vida a lo que, hasta allí, era un secreto a voces. Pese a la gravedad del hecho, la Justicia no hizo demasiado por investigar lo relatado. Pero hubo quienes decidieron que esa historia no podía perderse. Uno de ellos es Fabián Magnotta, un periodista entrerriano que, tomando como base el expediente, decidió emprender una investigación que terminó concretándose en un libro que se llama "El lugar perfecto", que publicó en 2012. La obra recoge la palabra de quienes se animaron a hablar del tema y su fin principal fue que el tiempo no terminara por hacer desaparecer que una historia que merece ser investigada hasta el final.
"El declarante es una policía que estaba de novio con una chica, cuyos padres le contaron que habían dado sepultura a un cuerpo en la época. Ese fue el primer testimonio. Lo importante es que Villa Paranacito es el único lugar donde la gente vio los vuelos, es decir, vio a los aviones arrojando bultos. En los demás lugares donde aparecieron cuerpos, como en la Costa Atlántica, sólo se tenía eso. Pero había y hay, incluso hoy, miedo a hablar" indicó a El Destape, Magnotta.
Los que sí se animaron a contar lo que sabían fueron dejando testimonio de un hecho que podía entenderse como sistemático, extendido en el tiempo y en donde había un común denominador: la existencia de los vuelos. "El otro punto es que hay intereses cruzados. Paranacito es un lugar donde la Prefectura tiene un rol social importante, porque pinta la escuela, porque todos tiene un pariente que trabaja ahí o porque es amigo de alguien. Entonces es difícil que la gente hable y reconozca algo así. Estuve años buscando, no fue de un día para el otro. Los testigos más relevantes son obreros del monte, trabajadores de la madera, docentes, jubilados, lancheros".
Con su libro presentado, en 2016 Magnotta realizó una denuncia en la Procuración General de la Nación. Sin embargo, y pese a la importancia que han cobrado las políticas de derechos humanos en los últimos años, nuevamente la Justicia decidió que no había elementos para investigar: "En parte es cierto, lo que yo presenté son sólo relatos, es decir, no hay locaciones concretas en las que un juez pueda basarse para hacer una excavación Eso fue apareciendo con el tiempo y con el impulso que le dio a la investigación la fiscal Josefina Minatta, que con los datos recogidos se instaló en la zona, encontró nuevos testigos, corroboró el hecho y empezó a estudiar algo más concreto".
El nuevo impulso que ha cobrado la investigación, ilusiona al periodista: "Mi expectativa es que dé frutos, que algunas familias puedan recuperar restos de seres queridos. Muchos cuerpos seguramente se perdieron, se los llevó el río. Pero varios fueron inhumados, como NN o en los campos".
Correr el velo
Leticia Cívico nació en Gualeguaychú en 1983, pero vivió su infancia en Puerto Constanza, cerca de Holt Ibicuy, en el departamento Islas del Ibicuy. Tercera generación de isleños, en la adolescencia se mudó a Oro Verde, a pocos kilómetros de Paraná, para estudiar la Licenciatura en Comunicación Social. Su tesis de grado fue una recopilación de informes periodísticos que dan cuenta de la historia del delta entrerriano. El capítulo IV del trabajo se llama "Correr el velo", y da cuenta de los Vuelos de la Muerte.
"De chica no tengo recuerdos al respecto, pero cuando fui más grande empecé a escuchar que se hablaba del tema. Pero más que nada de lo anecdótico, es decir, ni siquiera existía una valoración al respecto, sino que se relataba más desde la vivencia, desde lo espantoso que era hallar cadáveres en el río" explicó Cívico, en contacto con El Destape. Y agregó: "Todos han tenido contacto con alguien que escuchó o sabe del tema. Pero también hay una percepción, más ligada a los pueblos del interior, respecto de que en realidad la dictadura 'no fue tan terrible'. Tiene que ver más con una cuestión de distancia, más que nada, de los lugares donde realmente se vivió la represión".
La primera persona que habló del tema con Leticia fue su papá: "Él hablaba de bolsas negras que caían al agua, de cuerpos flotando, de cadáveres atados. No se podían tocar, nadie se animaba. No los había visto, pero le habían contado. Siempre se supo, todos lo que vivieron en la zona del delta saben la historia. Podrán, como en todo, interesarle más o menos, creer o no creer que pasó. Pero que saben, saben".
En su tesis, Leticia habla de Marcos Queipo. Lanchero, recorría los canales y arroyos de la isla a diario. Los conocía como casi nadie, con sus rincones y sus pasajes. En un viaje, encontró cuerpos flotando. Decidió entonces ir a la delegación policial local, donde la respondieron de manera tajante: "Callate la boca si no querés terminar igual". Y Queipo, como era de esperarse, se calló la boca. Pero el silencio no borra los recuerdos, y en 2002, en un programa radial, su boca se abrió: "Sí, yo he visto cosas, y que me afectaron mucho porque como entrerriano no me gustaron. Yo encontré cadáveres, desnudos, en el río Bravo y sobre el Sauce. Estaban flotando sobre las dos márgenes. Yo soy conocedor y he recorrido mucho esos ríos. Nunca había visto algo así".
Queipo vio cuerpos, en varias ocasiones: "Fueron seis cadáveres, en distintos momentos. Algunos, al parecer, ya estaban muertos cuando los tiraron, otros tengo mis dudas, aunque yo no soy especialista. Sin ropa y de pelo corto, rapados y en mal estado. No sé si eran varones o mujeres". El entrevistador, que consiguió que el lanchero hablara, es el docente jubilado Jorge Temporetti, que llegó a la isla es un exilio obligado, durante la dictadura. Militante del Partido Comunista Revolucionario, decidió que la historia debía ser contada. Él mismo asegura que en el Juzgado de Paz de Ibicuy hubo cuerpos registrados como NN y también cree que los vuelos son el motivo por el cual en el Cementerio de La Tinta, en las afueras de Villa Paranacito, hay tanto enterrados no identificados.
Lucía Tejera es la abogada de la Secretaría de Derechos Humanos de Nación en Entre Ríos. Junto a Minatta, al juez Federal de Concepción del Uruguay, Pablo Seró; al titular de Derechos Humanos de Gualeguaychú, Matías Ayastuy; a integrantes del Equipo Argentino de Antropología Forense, del Registro Único de la Verdad de la provincia y efectivos de Prefectura Naval y la Policía, realizaron a inicios de este año una inspección ocular en Villa Paranacito. Fue la primera vez que funcionarios judiciales recorrieron la zona.
“Fuimos a reconocer el terreno, a conocerlo. No sabíamos muchos con lo que nos podíamos encontrar. Fue una experiencia muy rica, porque todas las partes intervinientes miramos la zona. Fue importante el equipo de antropología forense, con su experiencia” indicó Tejera a El Destape. Y agregó: “Íbamos a ver la gente del Delta y terminamos entrevistando a más personas, intentando recopilar información y datos. Ahí percibimos la reticencia de algunos pobladores a relatar, con un miedo latente que nos desconcertó un poco teniendo en cuenta el tiempo transcurrido y todo el proceso político y social que ha tenido lugar. Tuvimos testimonios nuevos y otros que ratificaron sus dichos”.
Nueva campaña para encontrar testigos de los vuelos de la muerte
Una campaña iniciada por el área de Derechos Humanos de Gualeguaychú permitió que más gente se anime a hablar: “Muchos se comunicaron para contar, para relatar, lo que supo, lo que vio, lo que vivió. Hace 15 años estoy en causas de lesa humanidad y siempre se analizaron hechos del campo o centro de detención. Acá estamos buscando restos, tratando de hallar personas que habrían sido desaparecidas en los vuelos. Estamos detrás de la certeza, pero sin un cuerpo concreto”.
Nuevos aportes en el legajo ayudarían a corroborar los dichos: cuerpos NN habrían sido enterrados en Villa Paranacito. La dificultad radica en hallar archivos de la época: “Nunca hubo libro de cementerio. El primero fue reconstruido por los vecinos recién en los ‘80. No había burocracia administrativa, porque era una junta de gobierno que todavía en aquel momento, pese a la distancia, estaba dentro del departamento Gualeguaychú”.
El impulso, especialmente de la fiscal Minatta, ha permitido que el expediente comience de una vez por todas a moverse con más dinamismo: “Hemos encontrados en dos meses mucho más que lo que se halló con la fiscal anterior. En eso es fundamental el trabajo articulado con todos los actores involucrados, es una labor exhaustiva y muy movilizante”.
La última inspección fue hace pocos días, con dos testigos. Uno de ellos, es el policía que, con su declaración, inició todo el proceso: “Nos acercamos a lo que podría ser la zona y estamos analizando alternativas, mecanismos y tecnología para una posible búsqueda. La zona, en su topografía, ha cambiado mucho y eso puede que haya hecho desaparecer cualquier resto”.
La investigación de Magnotta fue otra línea fundamental: “Por los contactos y por su generosidad para buscar la verdad. Hay una verosimilitud en los relatos, un hilo conductor. El Juzgado, la Fiscalía y la Querella no dudamos de que los vuelos fueron ahí. Lo que no tenemos son restos concretos para devolver a las familias, con todo lo que eso significa”.
Tejera subrayó también la persistencia de quienes sí se animaron a contar lo que vieron: “Son recuerdos que no se van más. Son testigos movilizados, agradecidos de que la Justicia haga algo con su declaración. Es reparador para ellos y para nosotros es importante sentirnos parte de esa reparación, más allá de hallar un cuerpo y darle un cierre a esa ausencia-presencia constante que muchos sienten desde aquella época”.
“Poder relatar desde la lógica jurídica y de los relatos de la memoria el escenario que tuvo lugar allí tiene que ver con nuestra provincia y con los entrerrianos. Es un trabajo importante para la historia de Entre Ríos y para la memoria del pueblo. Que siempre trae verdad” finalizó la letrada.