La vuelta a las aulas es un debate mundial, no sólo local. Si bien organismos como UNICEF o la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendaron el regreso a los colegios, no se trata de algo lineal ni simple ya que, explicaron, es necesario contar con un análisis y seguimiento de la situación epidemiológica de cada región para conocer la posibilidad o imposibilidad de la presencialidad. En caso de no poder hacerse, por la conjugación de distintos factores, se deberá propiciar otra metodología y la remota sobresale. Sin ir más lejos, Portugal cerró los establecimientos educativos y se plegó a las medidas adoptadas la semana pasada por Alemania y el Reino Unido. Además, un dato preocupa: a la hora de pensar una reapertura, un informe de los dos organismos internacionales advirtió que, en 2019, cuatro de cada diez colegios del mundo no tenían condiciones básicas para lavarse las manos.
En nuestro país, el Gobierno porteño comunicó que abrirá las escuelas el 17 de febrero para los jardines Maternales, el Nivel Inicial, primer ciclo de Primaria (primero, segundo y tercer grado) y primer ciclo de Secundaria (primero y segundo año). El 22 de febrero comenzará el resto de Primaria y el 1 de marzo se sumará a la presencialidad los años restantes del nivel secundario. Para garantizar los cuidados, el Estado de la Ciudad entregará kit de limpieza, una guía de cuidados y los docentes de escuelas públicas recibirán además barbijos quirúrgicos. A nivel nacional, el ministro de Educación, Nicolás Trotta, le dijo a El Destape Radio que la presencialidad va a ser obligatoria y desde CTERA, principal gremio docente, adelantaron que esperan negociar las condiciones en los primeros días de febrero.
Este año, UNICEF recomendó “que las escuelas sean lo último en cerrar y lo primero en abrir cuando las autoridades comiencen a suprimir las restricciones” porque el impacto de su clausura fue “devastador a nivel mundial, afectando los aprendizajes, la protección y el bienestar de niños, niñas y adolescentes”. Y alertó que en nuestro país se evidenció la consecuencia secundaria de la falta de presencialidad: cambios en los hábitos de sueño y alimentación en los más chicos; angustia y depresión en los mayores, cambios que afectan el desarrollo emocional y cognitivo.
El organismo remarcó que hasta el momento no hay asociación directa y clara entre la situación de las escuelas y las tasas de infección por COVID-19. Así lo dijo un estudio global que registró los datos sobre el cierre de escuelas y su posterior reapertura en 191 países. El mismo fue actualizado en noviembre del año pasado. Por otro lado, en una revisión de los niveles de infección y la situación de las escuelas en 32 países europeos, el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC) encontró que "la evidencia del trazado de contactos en las escuelas, y los datos de observación de varios países de la Unión Europea sugieren que la reapertura de las escuelas no se ha asociado con aumentos significativos de la transmisión en la comunidad”. En este sentido, desde la OMS remarcaron que los niños menores de 18 años de edad representan cerca del 8,5% de los casos notificados y registran un número relativamente bajo de muertes en comparación con otros grupos de edad, y suelen presentar una enfermedad leve. No obstante, se han dado casos de pacientes críticos.
UNICEF: “Donde existan altos niveles de transmisión comunitaria, los sistemas de salud estén sobrecargados y el cierre de las escuelas sea inevitable, deberán establecerse medidas alternativas"
Más allá de su postura aperturista, UNICEF reconoció el trabajo de la comunidad educativa y los docentes para garantizar la enseñanza remota durante todo el primer año de la pandemia pero advirtieron que en la Argentina menos de la mitad de los hogares cuenta con acceso fijo a Internet de buena calidad en la señal. Además, la mitad de las familias no tienen una computadora disponible para usos educativos y, según datos oficiales, cerca de un millón de chicos y chicas matriculados en marzo de 2020 en algún nivel de la educación obligatoria ha mantenido bajo o nulo intercambio con su escuela, lo que coloca en severo riesgo su continuidad escolar.
Lejos de ser algo homogéneo, la presencialidad dependerá de la situación epidemiológica de cada jurisdicción. No se trata de una vuelta obstinada, sólo porque sí. “Donde existan altos niveles de transmisión comunitaria, los sistemas de salud estén sobrecargados y el cierre de las escuelas sea inevitable, deberán establecerse medidas alternativas y fortalecer las condiciones para asegurar la continuidad de los aprendizajes”, explicaron desde UNICEF.
Entonces, la vuelta a las aulas no será tan simple ni lineal. Según un informe conjunto de UNICEF y la OMS, un 43% de las escuelas de todo el mundo no tuvieron acceso al lavado de manos con agua y jabón en 2019. Un insumo básico para mantener la higiene personal y reducir el riesgo de contagio de coronavirus. Además, cerca de 818 millones de niños no dispusieron de instalaciones básicas para lavarse las manos en sus escuelas. De ese total, 355 millones fueron a colegios en los que había instalaciones con agua, pero no jabón, y 462 millones fueron a establecimientos en los que no había ni instalaciones ni agua para lavarse las manos.
Este es un aspecto fundamental para el retorno a las aulas. La OMS realizó una guía para el regreso a los colegios y la higiene constante de los espacios, y personal, es el primer punto a garantizar junto a controles diarios de temperatura, mantenimiento de la distancia social, mudanza a espacios públicos, no mezclar actividades curriculares y extra curriculares además de una vigilancia tras la reapertura.
De este modo, el regreso deberá contemplar varias etapas. La UNESCO, UNICEF, Banco Mundial y Programa Mundial de Alimentos crearon un marco para la reapertura donde se plantean tres instancias: 1) Antes de la vuelta a los colegios, prepararse con las políticas, procedimientos y planes de financiación críticos necesarios para mejorar la escolarización, centrándose en las operaciones seguras, incluyendo el fortalecimiento de las prácticas de aprendizaje a distancia. 2) Durante el regreso, adoptar enfoques proactivos para reintegrar a los niños vulnerables y no escolarizados. Invertir en agua, saneamiento e higiene para mitigar los riesgos y centrarse en la educación de recuperación para compensar el tiempo de instrucción perdido. 3) Con las escuelas abiertas, monitorear activamente los indicadores de salud, ampliando el enfoque en el bienestar y la protección. Fortalecer la pedagogía, adaptar la educación a distancia para la enseñanza y el aprendizaje combinados, incluyendo los conocimientos sobre la transmisión y la prevención de las infecciones.