El éxito de Guzmán deja alineado al Frente de Todos

La deuda, un asunto transversal a todo el oficialismo. El Congreso activó su agenda y el plan de salida de la crisis está listo.

04 de agosto, 2020 | 21.20

El ministro de Economía, Martín Guzmán, en las horas previas al cierre de las negociaciones con acreedores externos en la madrugada de hoy, mantuvo reuniones con el presidente Alberto Fernández (dos veces, al comienzo y al final de la jornada, en la Quinta de Olivos); con la vicepresidenta y titular del Senado, Cristina Fernández de Kirchner (al mediodía, en la casa que ella tiene en Recoleta); con el titular de la cámara baja, Sergio Massa, y el jefe de la bancada de diputados oficialistas y líder de La Cámpora, Máximo Kirchner (por videoconferencia, a primera hora de la tarde); y con el ministro de Interior y referente de la misma organización, Eduardo De Pedro, y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof (en la Casa Rosada, un rato después).

La agenda de Guzmán en la víspera del anuncio más esperado por el gobierno para su primer año no sólo traza el contorno inconfundible de la mesa política que lleva las riendas estratégicas del Frente de Todos y pone en relieve la importancia insoslayable del anuncio, dos cosas que ya eran evidentes antes de que el ministro concretara su formidable tour de force. También muestra a toda la coalición oficialista encolumnada detrás de una apuesta que seguramente será abaratada con el diario del lunes pero de cuyo éxito más de uno de los dirigentes mencionados en el párrafo pasado dudaba hasta hace pocos días, tan pocos como este mismo fin de semana. El apoyo del Presidente y la Vice fue incondicional y le pavimentó el camino de rookie a MVP.

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Que la salida del default heredado de Mauricio Macri era condición necesaria para encender la economía del país fue siempre un punto de coincidencia en la cúpula del gobierno. Aunque la amenaza de dejar de pagar fue una herramienta clave en la mesa de negociaciones hasta el último minuto, puertas adentro todos coincidían con que el precio a pagar era muy alto, incluso antes de la pandemia. Las diferencias radicaban en la estrategia y en el protagonismo de Guzmán, al que Fernández le dio el monopolio de la interlocución con los acreedores. El éxito hará que se olviden, al menos por un tiempo, algunos reproches cruzados durante la negociación que hoy se ven extemporáneos. No hay tiempo para cuitas. Con el acuerdo no terminó nada, sino que se sentaron las bases para empezar.

Este fin de semana estará listo el plan de reactivación económica que diseñó el gobierno nacional en consulta con los veinticuatro gobernadores. Entre hoy y mañana, dos reuniones del jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, con los gobernadores Kicillof y Gustavo Bordet (Entre Ríos) servirán para terminar de acordar los últimos detalles. El Presidente presentará el paquete de más de medio centenar de medidas cuando considere que la situación sanitaria esté estabilizada. La pandemia no permite un relanzamiento como le gustaría, pero ya se convenció que no es posible esperar a que sea un asunto terminado para dar el puntapié inicial a la recuperación. Por eso en Olivos ya no se habla de postpandemia. Prefieren decir “salida de la crisis”.

Existe otro motivo detrás de la demora: en un primer momento, buena parte de las medidas anunciadas iban a financiarse con fondos que hoy se dedican al pago del Ingreso Familiar de Emergencia o la Asistencia al Trabajo Productivo. La idea era redireccionar recursos de herramientas de crisis en otras de desarrollo sostenibles en el largo plazo. El análisis de los efectos de la pandemia en el sistema productivo obligaron a corregir sobre la marcha: el Presidente ya decidió que la ayuda extraordinaria continuará por lo menos hasta fin de año y la reactivación no puede esperar. Las circunstancias exigen un nuevo esfuerzo fiscal y la contribución extraordinaria de las grandes fortunas vuelve a ponerse sobre la mesa. Massa y Kirchner esperan un guiño de la Casa Rosada para avanzar en ese sentido.

No es casual que el Congreso haya acelerado los tiempos también por estos días. Aunque la oposición busca excusas para evitar discutir los proyectos que no les gustan, parece haberse acabado la contemplación que había desde el oficialismo. La reforma judicial se tiró a la parrilla sin consenso previo, rompiendo el hielo. A pesar de los comunicados en contra, los referentes de la oposición en el Senado están negociando con el Frente de Todos la lista de invitados a las audiencias para discutir la ley que modifica los tribunales federales: el peso de la realidad (y la voluntad política del gobierno) va desplazando la agenda de ese limbo en el que se mantuvo durante los últimos cuatro meses. Eso, también, va a obligar a saldar otros debates internos, postergados como todo lo demás.

Es inútil especular si el éxito facilita la coordinación o si es el trabajo en equipo el que precede al éxito. Huevos y gallinas. Con la deuda, y después de algunos meses de forcejeos y debate interno, el Frente de Todos consiguió alinearse en una apuesta y tuvo premio. Prueba superada para el primero de los desafíos que asumió la coalición gobernante cuando llegó a la Casa Rosada. En un mundo sin COVID-19, quizás hubiera alcanzado para allanar el camino de salida de la crisis y llegar con aire a las elecciones de medio término. En estas circunstancias, es un hito de importancia histórica que puede desdibujarse si no se saldan los nuevos desafíos que asoman en el horizonte. Prácticamente no habrá tiempo para celebrar, pero los argentinos nos merecemos una buena noticia y un brindis. Salud.