Sobreseen a Massot, otro empresario parte de la última dictadura

Fue en una casa en la que se lo acusa del secuestro y asesinato de Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola, dos trabajadores de La Nueva Provincia en 1976. Los Massot eran y son los dueños del diario que fue clave para las operaciones de prensa y normalización de la dictadura empresario-militar.

31 de mayo, 2023 | 20.45

Vicente Massot, dueño del diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca, fue sobreseído en la causa en la que se lo investigaba por el secuestro y asesinato de Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola, obreros gráficos de su empresa e integrantes del Sindicato de Artes Gráficas de Bahía Blanca. Secuestrados el 30 de junio de 1976, sus cuerpos aparecieron 5 días después con signos de torturas y acribillados a balazos. Venían de encabezar un largo conflicto sindical con Massot y su madre, Diana Julio, que festejaron el golpe empresario-militar del 24 de marzo de 1976 y desde sus páginas planteaban que “la guerra contra la subversión debe ser total, frontal y definitiva”. Eso incluyó la limpieza de los obreros conflictivos en su empresa al igual que en Loma Negra, Ford, Mercedes Benz y otras firmas. Uno de los jerarcas del genocidio, el general Acdel Vilas, fue consultado por los asesinatos de Heinrich y Loyola. “Hay empresas que prefieren matar a sus empleados antes que indemnizarlos”, contestó.

La decisión de sobreseer a Massot la tomó el juez Walter López Da Silva, con párrafos que rozaron la teoría de los dos demonios y donde dice, por ejemplo, que "el apoyo irrestricto del diario a las acciones llevadas a cabo contra la subversión, se refieren a acciones legales y no se advierten en los editoriales transcriptos por la Fiscalía Federal, ninguna frase que aliente la ejecución de prisioneros, la tortura o la desaparición de personas". No es cierto. Una de las editoriales de La Nueva Provincia hablaba de “la guerra contra la subversión debe ser total, frontal y definitiva” y avalaba que fuera de “manera no convencional”.

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El juez reconoció que "no cabe duda que la línea editorial del diario denotaba afinidad con el régimen instaurado y por más objetable que pudiera resultar, lo cierto es que no corresponde juzgar el pensamiento político". También escribió que "reconocida por el encartado (Massot) su militancia en el movimiento Nacionalista Católico, la legitimación del golpe de Estado como la única solución política efectiva frente a la realidad política, económica y social que se apreciaba caótica –fácilmente apreciable a través de las publicaciones periodísticas- y tal como lo hiciera además parte de la prensa nacional, denota una convicción ideológica enmarcable en el escueto margen de libertad de prensa vigente en la época y que no lo convierte per se en partícipe o instigador de delitos". En definitiva, que la promoción del terrorismo de Estado era la libre difusión de sus ideas.

Para el juez López Da Silva "no existe evidencia precisa y seria que permita sostener que el empresario (Massot), un civil extraño a la fuerza armadas estatales y con tan sólo 23 años al momento de los hechos, tuviera la posibilidad de influir o determinar de alguna manera a quienes cometieron de propia mano los actos de torturas o desapariciones y menos aún que su designio haya sido participar de ilícitos que por su gravedad afectan a la humanidad en su conjunto". Lo cierto es que una de las primeras tareas de las Fuerzas Armadas fue el barrido de dirigentes sindicales y comisiones internas en empresas afines a la dictadura, que Heinrich y Loyola comandaban reclamos laborales en La Nueva Provincia hacía meses y que Massot, tuviera la edad que tuviera, era el designado por el directorio de la empresa para el trato con el personal.

De hecho el fiscal Miguel Palazzani, que fue quien llevó adelante la acusación, incorporó como pruebas unas actas del directorio del diario donde consta que:

  • "todo trato con el personal se canalizará por intermedio del señor Vicente Massot, según lo resuelto por la Dirección".
  • "el señor Vicente Massot me manifiesta deje constancia que hace unos instantes comparecieron en la Dirección el señor Luis Martínez, Delegado del Personal de talleres, y el señor Miguel Loyola, empleeado de estereotipia" con distintos planteos sindicales
  • "el señor Vicente Massot continúa diciendo que la Empresa ha resuelto no satisfacer las demandas expuestas por el personal"
  • "deje constancia que todo el trato para con el personal será realizado por el señor Vicente Massot"

Demostramos que el asesinato de los obreros gráficos encuentra su origen en el conflicto laboral con la empresa. Y que la empresa es representada por Vicente Massot, cosa que él niega sistemáticamente”, dijo el fiscal Palazzani al ahora exinto portal Infojus Noticias. Agregó que "Massot estuvo cara a cara con Heinrich y Loyola en pleno conflicto gremial”.

Parece que al directorio del diario no le importaba la edad de Massot y le otorgó la tarea del vínculo con el personal. De hecho, ahí consta incluso una reunión con Loyola, uno de los asesinados. Poco antes del golpe, el 1 de septiembre de 1975, la todopoderosa Diana Julio de Massot (madre de Vicente) se refirió a los delegados “cuyos fueros parecieran hacerles creer, temerariamente, que constituyen una nueva raza invulnerable de por vida”. Resuena lo que dijo el general Vilas: "Hay empresas que prefieren matar a sus empleados antes que indemnizarlos”.

El periodista Diego Martínez reconstruyó esta historia. Contó que "al anochecer del 24 de marzo de 1976 Diana Julio y un veinteañero Vicente Massot desfilaron eufóricos con una bandera argentina alrededor de la rotativa. '¿A que no se animan a hacer huelga ahora?', desafió la mujer a uno de los gremialistas, mientras su hijo le pateaba la bicicleta. En esos días de gloria cesantearon a 17 obreros gráficos, medida que excluyó a quienes tenían fueros sindicales".

Los reclamos sindicales siguieron aún en tiempos dictatoriales. El periodista Martínez publicó: "Heinrich, Loyola y Molina fueron citados al Cuerpo V. 'Nos recibió un capitán, no recuerdo el nombre', cuenta Molina. Dijo ‘Muchachos, déjense de romper las pelotas, la mano viene dura’. No tomamos esa advertencia como una amenaza. No medimos qué había detrás”. Poco después, el 20 de junio de 1976, llegó el editorial donde La Nueva Provincia hablaba de “la guerra contra la subversión debe ser total, frontal y definitiva” y exigía trasladar “dicha realidad a la ciudadanía, sin eufemismos absurdos ni verdades a medias”.

A los 10 días, el 30 de junio, fueron secuestrados Heinrich y Loyola. El 4 de julio aparecieron en "la cueva de los leones", un paraje a las afueras de Bahía Blanca. Rosana Heinrich, hija de uno de los obreros asesinados, afirmó: "Vamos a apelar el sobreseimiento de Massot, esto no termina acá". En diálogo con El Destape, contó que nunca tuvieron un acercamiento por parte de la familia Massot pese a que su padre era su empleado hacía muchísimos años y recordó: "Después del asesinato de mi papá nos tuvimos que ir porque fuimos perseguidos y amenazados"