23 de agosto, 2022 | 07.31

"Si la tocan a Cristina": una bomba al epicentro de la política

El pedido de inhibición permanente contra la vicepresidenta, una proscripción en los hechos, activó los mecanismos de supervivencia en el peronismo y metió ruido en la oposición.

El tiempo pone las cosas en su lugar y esta es una historia en desarrollo pero anoche la sensación generalizada entre dirigentes del oficialismo y algunos de la oposición era que, a lo mejor, esta vez la persecución había dado un paso en falso, con el vigor y el exceso de confianza que otorga la cobertura política y la arenga de los medios alineados. El peronismo encontró en este episodio la uniformidad de la que había carecido durante dos años y medio de gobierno, pero la reacción excedió al Frente de Todos, Cristina Fernández de Kirchner recibió apoyos inesperados desde otros sectores políticos y el efecto puede volver como un bumerang a impactar en la desordenada interna opositora.

El fiscal Diego Luciani consiguió ayer algo más que la entrada al panteón de los héroes de la derecha vernácula. Un logro, en definitiva, mucho más difícil, algo que otros más poderosos que él quisieron y no pudieron: que Alberto Fernández y CFK tuvieran una charla por teléfono, sin reproches ni las tensiones que marcaron el tono de la relación durante los últimos meses, incluso después del impasse a partir de la salida de Martín Guzmán. El presidente se encuentra en falta. Deshacer el entramado judicial que le da sustento a la persecución era parte central de su tarea como presidente. No quiso o no pudo. Su jactancia acerca de prescindir de operadores judiciales agrega sal a la herida.

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A esta altura del partido, el reflejo del peronismo de cerrar filas detrás de la vicepresidenta parece la única salida posible, fruto del instinto de autopreservación antes que de un cálculo electoral o la convicción íntima de muchos que en otro momento celebraron o participaron de las mismas maniobras que ahora denuncian. Quien puede lo más, puede lo menos: si el mecanismo de supresión política montado entre tribunales y estudios de televisión puede con ella, entonces ningún dirigente en el país podrá sentirse a salvo. El pedido de inhabilitación perpetua hizo que la posibilidad de proscripción se volviera palpable. El obsceno espectáculo de la connivencia le quita suspenso al desenlace.

En las últimas semanas, Mauricio Macri y Elisa Carrió dejaron claro dónde trazan la línea y salieron a cazar entre la tropa propia a peronistas y sospechosos de trato con peronistas. Todos los que están de la línea para allá son blanco potencial de la mafia que colonizó los engranajes clave del Poder Judicial y desde allí tiene el poder de hacer y deshacer destinos propios y ajenos. Los socios fundadores de Cambiemos, alejados durante años, volvieron a encontrar útil su sociedad, aunque cada cual lo pone a su manera. Para Carrió, se trata de una tarea de “purificación” y “limpieza”. Para Macri, “hay que hacer lo que se hace con los caballos cuando tienen una lesión incurable”. Discursos de odio.

El proyecto confeso de ese sector de la derecha, por ahora hegemónico, el mismo que se ufana de oponerse acríticamente a todo y poner todas las trabas posibles al gobierno, no se limita a ganar la próxima elección sino a terminar definitivamente con el peronismo / kirchnerismo / populismo. Es algo que está implícito en la idea de país que tienen pero que también se hace explícito en el discurso de algunos de los oradores más rudimentarios del espacio, incluyendo al expresidente. El viraje cada vez más evidente de la oposición hacia el manual político que siguen Donald Trump y Jair Bolsonaro pone en tensión ya no al consenso democrático, como hasta ahora, sino a la democracia misma.

Por eso la reacción fue masiva, amplia, sin fisuras y tuvo alcance internacional. La ola de apoyo político a CFK, que había comenzado, tímida, el fin de semana, con un comunicado de 500 intendentes de todo el país, escaló con el correr de las horas. El presidente Fernández no solamente hizo un comunicado oficial sino que mandó a que los dirigentes de su círculo más cercano manifestaran su apoyo, incluso al secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello, al que no se le conoce la voz. Sergio Massa hizo lo propio. Gobernadores, legisladores y hasta la CGT y el Evita dieron un paso al frente. Las calles de Recoleta fueron anoche un trailer de lo que puede pasar cuando esto avance.

El respaldo excedió largamente los límites amplios y difusos del peronismo. Desde la izquierda, un sector que hasta ahora se había mantenido al margen de la condena a la persecución a peronistas, ayer llegó el repudio de sus principales dirigentes, Myriam Bregman y Nicolás del Caño. Desde el exterior del país llegaron mensajes de Evo Morales, Ernesto Samper y Pablo Iglesias. Incluso en la derecha, que mayormente se plegó a la maniobra, surgieron las voces disidentes de Miguel Pichetto y Carlos Maslatón. Y el gobernador Gerardo Morales, carcelero de Milagro Sala y precursor del método en su provincia, tuiteó un lavadísimo: “Que se haga justicia. Todos iguales ante la ley”.

En Juntos por el Cambio hay quienes tienen temor que este sobregiro termine no solamente consolidando la posición política de CFK en el peronismo sino que también se le pueda volver en contra a la oposición, justo cuando esa interna está al rojo vivo por la purga encarada por el tándem Macri-Carrió. La primera ocasión para testear eso se dará en el Congreso, donde diputados peronistas pedirán que se sancione al diputado Fernando Sánchez por su tuit en el que pide desembozadamente la pena de muerte para la expresidenta. Cuando eso llegue al recinto, la oposición deberá decidir si cierra filas detrás de semejante violento o exhibe sus fisuras a la luz. Qué quilombo se va a armar.

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