A ocho meses del surgimiento del COVID-19 el mapa social se deteriora impiadosamente en todo el mundo, aún en los países más desarrollados. En el segundo trimestre la economía de los Estados Unidos cayó un 9,5 por ciento, la de Alemania un 10,1 por ciento, la de Francia un 13,8 por ciento y la de España un 18,5 por ciento. Norteamericanos y españoles conviven con comedores, escena que no se veía desde la Segunda Guerra Mundial. En Alemania y Francia soportan la mayor pobreza en 50 años. En los cuatro países, como en la mayor parte del planeta, la pandemia no afloja.
En Argentina, la consultora de Orlando Ferreres estimó que la caída del segundo trimestre fue del 15,4 por ciento. Pero, a diferencia de la mayor parte del mundo que venía creciendo, nuestro país sufrió una caída del 2,1 por ciento en 2019 y del 5,4 por ciento en el primer trimestre de 2020, resultado de la debacle provocada por la maxi devaluación de Mauricio Macri post PASO. El informe de Ferreres destaca que en junio el PBI registró una caída del 10,5 por ciento respecto al mismo mes del 2019, pero que en la comparación con marzo de este año la baja fue de solo el 5,9 por ciento. Es decir que la mitad de la caída fue resultado de la pandemia del COVID-19 y la mitad de la Pandemia Macri. Argentina también parte de un nivel de desempleo superior al 10 por ciento y de pobreza del 40 por ciento.
Desempleo
El trabajo del gobierno para sostener el empleo fue enorme. En 2001, ante una situación de menor magnitud, Eduardo Duhalde decidió repartir planes y terminó con un desempleo del 27 por ciento; esta vez se pagaron sueldos, cuidando el empleo y las unidades productivas y el resultado es muy superior. Pero es imposible salir indemne de la pandemia.
La doctora Mariana González, economista y socióloga, investigadora del CONICET, miembro de FLACSO y del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (CIFRA), estima que en la actualidad hay, como mínimo, 2,9 millones de desempleados. “En el total del territorio nacional había 2,2 millones de desempleados en el primer trimestre de este año. Según datos del Ministerio de Trabajo en base a CIPA, sólo hasta abril el empleo registrado cayó el 3%. Si proyectamos esa caída al total de los trabajadores, se perdieron 600 mil empleos. Pero es de esperar que los trabajadores informales hayan sufrido más la caída, por no estar cubiertos por la prohibición de despidos que dictó el Ejecutivo, que, en mi opinión, fue muy efectiva. Así que estimo que hay más de tres millones de desempleados. En porcentaje, estamos hablando de una desocupación superior al 15 por ciento en abril”.
Aquí y en el mundo es prácticamente imposible calcular el índice de desocupación, ya que esa estimación se realiza sobre la base de la cantidad de personas que buscan empleo, una actividad que hoy no se verifica porque la pandemia no lo permite. Lo que hacen los especialistas es tomar como base el desempleo precedente y sumarle los nuevos despidos y una proyección de los cuentapropistas que ya no pueden desarrollar sus tareas. Hasta que se vuelva a la normalidad, habrá un desempleo oculto, difícil de mensurar.
Comedores
Durante los primeros seis meses de 2020, el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación multiplicó por cuatro la asistencia alimentaria de todo el 2019 para asistir a los sectores sociales con mayores necesidades. Pasó de 15 mil millones de pesos en todo 2019 a más de 60 mil millones de pesos en el primer semestre.
El 27 de marzo de 2014 la FAO incluyó a Argentina entre los países que alcanzaron el Hambre Cero. A fines de 2019, Macri se fue dejando ocho millones de personas que se alimentaban en comedores. La pandemia elevó esa cifra a más de 11 millones. Esto significa que el 25 por ciento de los argentinos se ve obligado a alimentarse en comedores. Nicolás Gianelloni, secretario de Desarrollo Humano del municipio de Rosario, señaló a El Destape que “en junio 367 mil personas recibieron ayuda alimentaria en su ciudad”. La población rosarina es de un millón de personas. Así, casi el 37 por ciento se alimentó en comedores o recibió apoyo estatal en materia alimentaria.
Quién representa a los que no comen en casa
Si los millones que acuden a los comedores hubieran sido empujados a esa situación por la pandemia se trataría de un problema, en principio, coyuntural. Pero el hecho de que la incapacidad para hacerse del alimento imprescindible sea un problema que comenzó en el país luego de la devaluación y eliminación de retenciones de diciembre de 2015 y que desde entonces no dejó de crecer habla de un problema que se fue volviendo estructural: es parte del paisaje social del país. No se trata solo de un problema de ingresos; se trata de la relación entre los ingresos y el precio de los alimentos desde hace cinco años.
Es claro que Alberto Fernández asumió conociendo perfectamente el problema, ya que una de sus primeras medidas fue impulsar la Tarjeta Alimentar. También es un hecho de la realidad que existe un entramado de organizaciones sociales, religiosas y distintas esferas estatales que se ocupan eficientemente de mantener alimentados a quienes no pueden por las suyas. Pero lo que no se percibe es un proyecto para salir de esa situación en el corto plazo ni una narración política que represente a semejante segmento de la sociedad. Vale preguntarse, ¿si el problema es la relación ingresos – precio de alimentos, cuál de las dos variables va camino a modificarse en el sentido de acercar los alimentos a la mesa de los argentinos? Por otra parte, ¿quién está a cargo de la representación simbólica de los “sin comida”? ¿quién los incluye en su discurso? Esa falta de representación para una porción enorme de la sociedad puede ser la simiente de un problema político en un momento de fragilidad de los procesos democráticos en la región y con una derecha nacional que hace un tiempo actúa “en modo destituyente”.
El miedo a la pandemia
El presidente es consciente de que debe darle un nuevo impulso a la economía y se prepara para hacerlo. Pero piensa que el ideal sería salir con el plan con el pico del COVID-19 atrás. La pandemia lo preocupa más de lo que sus moderados modos traslucen: “Tengo miedo a que la actitud de la ciudadanía desate el virus y no lo podamos parar más”, afirmó el viernes tras su última presentación. De todas maneras espera presentar un grupo de sesenta medidas económicas el viernes próximo. Alberto se muestra confiado en el trabajo de su equipo económico: “Estoy convencido de que vamos a rebotar de inmediato”, asegura.
Seguramente, si el virus afloja, aunque sea para permitir niveles de circulación como los actuales de Europa, el gobierno logrará el ansiado rebote. Pero hasta que no se encuentre la vacuna muchos sectores seguirá inactivos o a media máquina y lo que es peor el miedo de la sociedad mantendrá los niveles de consumo por debajo de los habituales. Por otra parte, los niveles de desempleo, pobreza y de personas con problemas de alimentación que dejó Macri serán más difíciles de revertir.
El problema es que se enfrentan problemas extraordinarios con medidas heterodoxas, pero ordinarias. En todos los países afectados por la pandemia habrá menos empleos hasta que haya terminado. Lo racional sería distribuirlos. Por ejemplo, bajando la jornada laboral a 6 horas. Pero el mundo marcha al revés, con sistemas como la bolsa de trabajo de Mercado Pago, que dispone del tiempo de los empleados de tal forma que necesita menos trabajadores en vez de más.
Vicentin y después
La decisión de retirarse de la pelea por Vincentin contó con el apoyo de toda la coalición, Cristina incluida. “Quisimos ayudar y nos encontramos con marchas, cacerolazos y acusaciones de comunistas”, contó Alberto en El Destape Radio. Ahora intentarán influir en el mercado con una nueva Sociedad en base a YPF Agro, que no tendrá, al menos en un principio, la potencia de la cerealera de los Nardelli. El Gobierno no quiso meterse en un berenjenal judicial. Tampoco estatizar la enorme deuda de la compañía. Pero también fue un retiro táctico. Esta decisión vuelve a mostrar a los líderes del Frente de Todos cautelosos, evitando en lo posible toda confrontación. Alberto y Cristina miran la región: el reciente golpe a Evo Morales, más cerca la proscripción del MAS para la próxima elección, la intención de hacer lo propio con el partido de Rafael Correa en Ecuador, el acercamiento de Uruguay a la derecha regional. “Estamos solos en la región”, comentó Alberto luego de que el uruguayo Luis Lacalle Pou le diera la espalda a Argentina en su intención de ocupar la presidencia del BID.
En el país los medios de comunicación tradicionales atacan a Alberto como si fuera su enemigo y Juntos por el Cambio ya se opone a todo, a pesar de la pandemia y de la legitimidad de un gobierno que recién comienza. Macri recibió una encuesta antes de su viaje que lo da muy por debajo del 30 por ciento de imagen positiva. Los que lo conocen dicen que es más peligroso cuando está enojado. “Sabe que no puede volver, pero cree que puede hacer daño”, comentó un ex mesa chica del gobierno del ex presidente.
Viendo la región y el panorama nacional, la coalición busca avanzar sin tropezarse en el intento, cuidando a los que menos tienen sin dar grandes batallas. Alberto sigue logrando conectarse con un sector de la clase media con el sentido común formateado por años de televisión y así mantiene una imagen bien arriba de su triunfo en octubre pasado. Quizá varios gobiernos de la región que ya estaban complicados con la gente en la calle antes de la pandemia estén en retirada en poco tiempo. La vuelta de algunos progresistas habilitaría nuevas posibilidades. El fin de la pandemia también puede devolverle una herramienta histórica al gobierno peronista: la movilización en las calles.
Mientras tanto espera salir de la pandemia como uno de los países con menor daño en términos de pérdidas de vidas del mundo y un rebote económico que nos devuelva al menos a niveles de marzo último. Habrá que ir midiendo la temperatura social, el nivel de descontento de los sin comida y de la clase media que no recupere sus PyMEs o comercios perdidos. La clave es la unidad para esperar el momento que permita ir por más. Lo que no puede hacer el gobierno es llegar a 2023 con millones de argentinos alimentándose en comedores. Ese drama, que se le perdona a la derecha, no es (o no debería ser) aceptable para el peronismo.