Coronavirus en Argentina: Hace falta un llamado a la responsabilidad nacional

La cuarta marcha opositora contra el gobierno llega en el peor momento de la pandemia. Revertir la tendencia requiere un mensaje unificado y aislar a los extremistas.

17 de agosto, 2020 | 14.57

Es imposible saber dónde está el pico hasta que no queda atrás, pero la cuarta marcha contra el gobierno nacional convocada por referentes de la oposición desde el comienzo de la pandemia, sin lugar a dudas, en el momento más álgido de la evolución de la enfermedad hasta ahora. Crecen la cantidad de brotes detectados en todo el país: ninguna provincia está libre de riesgos y más de la mitad registraron arriba de cien casos por día al menos una vez durante la última semana. En AMBA, el sistema sanitario se encuentra en situación de estrés, mientras aumenta de forma sostenida la cantidad de contagios y víctimas fatales entre los trabajadores de la salud.

La positividad de los testeos por las nubes desde hace más de dos meses echa dudas sobre cualquier suposición de “amesetamiento”, que en boca de las autoridades a esta altura del partido suena más a táctica electoral o wishful thinking que a un diagnóstico certero de la realidad. Es posible que estemos transitando el punto máximo de la curva antes de un descenso de las tasas. Es más probable que no, si no se reduce la movilidad. La experiencia en el mundo indica que la enfermedad todavía tiene mucho margen para seguir expandiéndose, enfermando y matando. El desenlace depende, en gran parte, del nivel de aislamiento que pueda sostener la sociedad con el apoyo ineludible del Estado.

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La mortalidad, una estadística más confiable, no muestra una meseta sino un crecimiento sostenido: a principios de este mes se registraban en el país una media de 2,2 muertes diarias por millón de habitantes; hoy esa cifra ya está en 3,5. Si se saturan las terapias intensivas será inevitable que la tasa se dispare. Hasta que no llegue la vacuna, para la que faltan al menos cinco meses, la única manera de mantener a la enfermedad bajo control es regulando la movilidad de las personas. No es una ocurrencia del gobierno de Alberto Fernández, sino que sucede en todo el mundo, tomando distintas formas de acuerdo a las características de cada lugar.

Se hace imprescindible encontrar la manera argentina de garantizar el aislamiento. La cuarentena estricta que rigió durante 10 días a fines de marzo no puede replicarse en las condiciones actuales. Seguir como hasta ahora esperando resultados diferentes es estúpido. Tampoco tiene sentido esperar de los argentinos la disciplina de los japoneses ni aplicar en metrópolis de 17 millones de habitantes las fórmulas que funcionaron en ciudades diez veces más chicas. Lo que parece claro a esta altura es que esa solución autóctona no puede ser propuesta desde un solo sector político sin que caiga en un juego de boicots ideológicos capaz de sabotear cualquier estrategia sanitaria.

La gravedad del asunto amerita un llamado amplio, no para la unidad nacional, que no existe ni puede existir en estas condiciones, sino para la responsabilidad nacional. El gobierno debe convocar a todas las fuerzas políticas, a sindicalistas, empresarios, líderes religiosos y referentes sociales de todo el arco de representación a que lo acompañen en un llamado urgente al cuidado de uno y de los que nos rodean. La consigna tiene que ser amplia e interpelar a todos los argentinos y las argentinas, sin divisiones partidarias. La convocatoria debe ser pública y entre sus ítems debe figurar un llamado explícito a la prudencia respecto a movilizaciones como la de esta tarde.

La ciencia no se ha puesto de acuerdo aún sobre los riesgos reales de las manifestaciones multitudinarias al aire libre. A partir de la experiencia en Estados Unidos existen varios estudios, con opiniones encontradas. Otras investigaciones más generales sobre el comportamiento del virus hallaron ciertos consensos. Por ejemplo: el contagio al aire libre es infrecuente pero no imposible; las medidas de cuidado (máscaras, distancia) sirven cuando uno comparte ese tipo de lugares con otras personas; algunas acciones habituales en las marchas políticas, como los cantos y los gritos, son vehículos particularmente poderosos para el virus, incluso entre personas que no califican de contacto estrecho.

A falta de certezas, la convocatoria del 17A es imprudente, en el mejor de los casos. O negligente, en el caso de quienes arengan a otros a la aventura desde una distancia que los pone a salvo de los riesgos de contagio. El desprecio de un sector por la vida de sus propios representados es la manifestación más explícita del lugar desde el que deciden, cuando les toca. Es imprescindible trazar una línea que separe la política con vocación democrática, sean cuales sean sus ideas, del canibalismo que proponen los que convocan a marchar hoy. Los encargados de trazar esa línea son los que se identifican como oposición moderada, pero esa no es excusa para que el gobierno sea sólo un testigo mudo de la crueldad.

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Nicolás Lantos

Nací en 1983 y viví casi toda mi vida en la ciudad de Buenos Aires, donde nunca voté a un candidato ganador. Trabajo como periodista desde 2005 en diarios, revistas, publicaciones digitales, radio y tevé, aunque más de una vez estuve a punto de dejar todo y ponerme a atender un bar. Especializado en análisis político nacional e internacional, cubrí desde la primera línea tres campañas presidenciales en Argentina (2011, 2015, 2019) y una en los Estados Unidos (2016). Antes de sumarme a El Destape y a lo largo de quince años de carrera colaboré en medios y plataformas locales e internacionales, entre los que se destacan Página 12, Radio Nacional, América TV, revista Los Inrockuptibles, Rock & Pop, Radio América, Posta, Yahoo Argentina, Vice News (España) y La Diaria (Uruguay).

Highlights:
1) Hice que Reutemann “se recontrameta en el culo” su candidatura presidencial en 2009,
2) predije el triunfo de Trump,
3) una vez Chávez me dijo que me parecía al Che.

Mi apellido se pronuncia como se lee. Soy hincha de Boca. Toco en una banda que se llama Krupoviesa.