Alberto Fernández pidió por un “gran pacto de solidaridad ambiental” para que el compromiso con la acción climática no “quede solo en palabras” durante su participación en el plenario de la Conferencia sobre el Cambio Climático COP26. El Presidente, que concluye hoy su gira europea, aprovechó este masivo foro global para insistir con los conceptos que ya había desarrollado en las jornadas anteriores, tanto en Glasgow como en la Cumbre de Líderes del G20 de Roma.
Convertir esta voluntad en hechos concretos llevará tiempo y esfuerzo, al igual que los cambios en el sistema financiero internacional que necesita el país para dar vuelta la página de la deuda externa. Sin embargo, minimizar los logros obtenidos en este viaje sería ignorar que la posición argentina está en sintonía, y en ciertos casos a la vanguardia, respecto a los asuntos que hoy ocupan el primer lugar de prioridades en la agenda global.
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En pocos días, Fernández pudo enlazar una docena de bilaterales relevantes, obtuvo reconocimiento sobre la necesidad de revisar los sobrecargos que le impone el FMI a los países superendeudados y de establecer mecanismos de ayuda a los países de ingresos bajos y medios para salir de la crisis de la pandemia y encarar la transformación de la matriz productiva y anunció la inversión más grande del siglo para encarar uno de los proyectos de energía verde más importante del mundo.
Queda en el debe “apenas” una bilateral con el presidente norteamericano Joe Biden, con el que sólo hubo un breve saludo al comienzo de la cumbre romana. El visto bueno de la Casa Blanca es el nudo que falta desatar para resolver el problema de la deuda con el FMI. Mientras continúan las conversaciones técnicas (Guzmán sigue en Italia y ayer tuvo una maratónica reunión de 12 horas de trabajo con los funcionarios del Fondo), en el gobierno apuestan a una cita con Biden en Washington en las primeras semanas de 2022.
En el esquema del mandatario argentino, los planteos de reforma del sistema financiero y de sustentabilidad ambiental son inseparables y representan dos caras de la misma moneda, la que define los términos de la desigualdad global. Este esquema parece haber sido aceptado por los principales líderes del planeta. Allí, en esa intersección, está la clave para que la Argentina pueda dejar atrás la crisis económica que la aqueja desde hace un lustro y comenzar a explotar su potencial económico, ambiental y humano.