A más de cuatro horas de que comenzara un ataque masivo de bolsonaristas contra los tres poderes del Estado en Brasilia para reclamar un golpe de Estado, el ex presidente Mauricio Macri aún no emitió opinión o se refirió a esta grave crisis en el país vecino. En cambio, muchos de los dirigentes de Juntos por el Cambio repudiaron la invasión y destrucción de los edificios que conforman el corazón político de Brasil.
Los ataques de este domingo en Brasilia fueron comparados, tanto por analistas brasileños como del resto del mundo, con el asalto al Congreso de Estados Unidos de enero de 2021, protagonizado por simpatizantes del entonces presidente saliente, Donald Trump. Como en Brasil, tanto sus líderes como ellos se negaban a reconocer la derrota en las urnas.
Macri ha mostrado sintonía política en el pasado tanto con Trump, con quien se vio incluso después del ataque contra el Congreso en su spa en Florida, y con Bolsonaro, con quien se solidarizó, por ejemplo, en algunas de las diferencias y tensiones que protagonizó con el Gobierno de Alberto Fernández.
Uno de los primeros dirigentes opositores en reaccionar fue, justamente, uno de los presidenciables de la fuerza de Macri, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. Expresó su "profunda preocupación por el asalto a las instituciones de la democracia en Brasil" y se solidarizó con el presidente de ese país Luiz Inácio "Lula" Da Silva a través de las redes sociales. "Profunda preocupación por el asalto a las instituciones de la democracia en Brasil. Mi condena absoluta a la acción violenta y mi total solidaridad y apoyo a Luiz Inácio Lula da Silva y a todo el pueblo de Brasil", expresó.
Profunda preocupación por el asalto a las instituciones de la democracia en Brasil. Mi condena absoluta a la acción violenta y mi total solidaridad y apoyo a @LulaOficial y a todo el pueblo de Brasil.
— Horacio Rodríguez Larreta (@horaciorlarreta) January 8, 2023
Una jornada de caos y violencia política en Brasilia
Miles de partidarios del ex presidente Jair Bolsonaro -quien aún no reconoció explícitamente su derrota electoral- invadieron este domingo por la tarde la sede de los tres poderes del Estado en la capital de Brasil, Brasilia: el Congreso, la Presidencia y la sede de la corte suprema. La Policía Militar respondió con gases, aunque muchos de ellos parecieron estar en connivencia con los golpistas que piden una intervención militar para poner fin al flamante Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva.
Tras horas de inédita tensión en la capital brasileña, Lula decretó la intervención federal de la seguridad pública del Distrito Federal y nombró a un interventor que tomará control de todas las fuerzas de seguridad locales y responderá directamente a él, sin pasar por el gobernador. Poco antes y ante los rumores de una posible intervención federal total sobre la capital, el gobernador capitalino y aliado declarado de Bolsonaro, Ibaneis Rocha, había anunciado que echó a su secretario de Seguridad -que había sido ministro de Justicia de Bolsonaro- y ponía a disposición su Gobierno a Lula.
Poco después, se vio un primer cordón nutrido de policías antidisturbios del DF rodeando el Palacio del Planalto, la sede presidencial, y luego una cadena de sirenas con colectivos. Aún no había caído la noche, cuando la prensa local mostró las primeras detenciones y cómo la explanada del frente al Planalto estaba ya casi desierta y los destrozos de la parte externa eran evidentes.
Uno a uno, los bolsonaristas extremistas, la mayoría con la camiseta de la selección o con los colores de la bandera nacional, caminaron en fila y esposados detrás de la espalda por la misma rampa que, hace solo una semana, Lula había subido junto a miembros de la sociedad civil para asumir la Presidencia. Según CNN Brasil, hubo al menos 30 arrestos en el Senado. Sin embargo, se estima que los detenidos eran más de 150 en total.