La oposición logró hacer confluir una decena de proyectos y aprobar un dictamen de reforma electoral que contempla el uso de boleta única en las elecciones nacionales. Según sostienen los impulsores del proyecto, se trata de prevenir actos de fraude y de robo de boletas, que en la realidad no se verifican desde 1983 hasta la fecha, y de reducir costos electorales, aunque no se exhibió ningún estudio serio que cuantifique ese ahorro y algunos especialistas sostienen que, por el contrario, se trata de un sistema que puede resultar más oneroso.
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Por otra parte, al contrario de lo que suele hacerse cuando se ponen en práctica ese tipo de cambios, no habrá un despliegue gradual ni pruebas piloto, para medir la factibilidad, sino una implementación de cero a cien en menos de dieciocho meses y con su primer compromiso en una elección presidencial. Casi como si hubiera cierta urgencia por parte de los bloques opositores para que esté en vigencia en 2023. Una cláusula del texto consensuado por 58 diputados puede servir como pista para entender ese apuro por aprobar una reforma que, al parecer, tiene nombre y apellido.
Se trata de los artículos 30 y 31 del proyecto, que modifican la ley de simultaneidad de elecciones nacionales y provinciales para establecer que, cuando los comicios generales y locales se celebren en la misma fecha, sin importar qué método de votación se escoja en cada distrito, “en ningún caso podrán incorporarse categorías provinciales o municipales a la boleta única en la que se eligen categorías de cargos nacionales y la elección de cada jurisdicción se llevará a cabo en urnas separadas”. Eso significa que con el nuevo sistema se corta el arrastre de las figuras nacionales a los otros cargos.
La cláusula tiene una destinataria evidente en Cristina Fernández de Kirchner, la única figura a nivel nacional cuya presencia en la boleta tiene una demostrada capacidad de movilizar los votos suficientes como para alterar resultados a nivel municipal y provincial en todo el país. Aunque la vicepresidenta todavía no ha dado señales respecto a su voluntad de competir o no en las próximas elecciones, y para qué cargo, llegado el caso, desde la oposición ya están buscando mecanismos para neutralizar su peso político. Con esta reforma, parte de ese trabajo estaría hecho.
Los diputados que impulsan el proyecto cuentan, en principio, con los votos necesarios para darle media sanción, y planean hacerlo en una sesión especial la semana que viene. El oficialismo intentará sumar las voluntades necesarias para bloquearlo. Si se aprueba, tendrá un trámite áspero en el Senado, donde a priori el Frente de Todos podría imponerse, aunque los números son muy finos. Eventualmente, si la oposición logra dar vuelta algunas voluntades y convertir la boleta única en ley, el presidente Alberto Fernández ya tomó la decisión de vetar la norma.