Con un discurso en el que alternó el comentario de coyuntura con el análisis de largo aliento, Cristina Fernández de Kirchner dejó una serie de señales de cara al futuro inmediato y no tanto. Escenario geopolítico, debates económicos, consideraciones sobre el rumbo del país y un nutrido anecdotario le permitieron ir hilando un mensaje que tuvo cuotas iguales de trinchera y de púlpito. No fue el lanzamiento o la ruptura que esperaban unos ni el mensaje con bandera blanca que aguardaban otros. A su manera, la vicepresidenta enseñó sus cartas y volvió a dejarle el turno de mover a Alberto Fernández.
A continuación, las claves de la ponencia de CFK en la Universidad del Chaco Austral:
Nada de esto fue un error
En uno de los pasajes más sorprendentes de su discurso, Fernández de Kirchner reivindicó su decisión de elegir al presidente para encabezar la fórmula que conformaron juntos en 2019. “No fue una decisión generosa, fue un acto inteligente”, dijo. Todo el oficialismo interpretó esas palabras como una ratificación del Frente de Todos como herramienta electoral, sino política, del peronismo en un sentido amplio. El durísimo final del mensaje, el pasaje más crítico al gobierno, se apoya también en una inapelable primera persona del plural que asume su parte, para nada menor: “No le estamos haciendo honor a tanta confianza, tanto amor y tanta esperanza que depositaron”.
Por otra parte, traza una línea clara cuando señala que “lo que sí fue una acción generosa” (y por tanto, en su opinión, se presume, no un acto inteligente) fue “que pudiera decidir su gabinete económico”. En algún punto, se puede leer como un mensaje ya no tanto a Alberto Fernández, a quien quizás considere una causa perdida, sino al resto de la coalición; una aclaración en clave interna de que las denuncias contra la economía política de esta gestión no implican haber abandonado la convicción de que es necesario conformar un frente lo más amplio posible para plantarse ante el avance de la derecha, tal como sostiene desde 2016.
Dos modelos
Así como reivindicó el armado frentista como herramienta política dedicó un pasaje importante a destacar algunas de las diferencias que evidentemente existen al interior de la coalición, preparando el terreno de lo que puede ser, en un año, una primaria en el Frente de Todos. Habló de un debate entre dos modelos, a los que caracterizó como opuestos: “Me di cuenta que cuando algunos decían que íbamos a volver mejores, pensaban que había que hacer todo lo contrario a lo que habíamos hecho nosotros”, señaló. Según esa lectura, la disyuntiva es entre un modelo que hace foco en el mercado interno y otro que prioriza la exportación y requiere de bajos salarios.
Independientemente de su eficacia política, esa lectura choca con ciertos límites, alguno de los cuales mencionó CFK en su discurso, como el estrangulamiento del sector externo que se da cuando las importaciones crecen pero las exportaciones se estancan. También omite las diferencias sustanciales entre un modelo primarizado y uno de generación de valor agregado. Sin embargo, dio en el clavo cuando apuntó: “Si uno decidido ser un modelo de producción y exportación con bajos salarios, tenemos que tener dólares en el Banco Central. Si soy de exportación y producción y además tengo bajos salarios y faltan dólares, hay que revisar algunas cosas porque alguien o algunos están fallando”.
Ya nadie combate al capital
No fue una novedad, porque ya había hablado del asunto hace tres semanas, cuando dio un discurso en el CCK para la apertura de un encuentro de parlamentarios de Europa y el Mercosur. Y aunque parece una redundancia aclararlo a esta altura del partido, la vicepresidenta sabe que tiene sentido hacerlo. En una época en la que la más mínima intervención estatal redistribucionista es calificada de comunismo y en un país en el que un candidato presidencial de ultraderecha acusa de socialista a uno de los principales dirigentes del PRO, Fernández de Kirchner tuvo que explicar otra vez que su espacio político no discute ni le ve sentido a discutir el capitalismo como modo de producción
CFK fue más allá de la aclaración obvia al advertir que no solamente el kirchnerismo no es anticapitalista sino que ya no queda, en todo el planeta, ningún gobierno que lo sea. Y que quienes mejor provecho le sacaron al modelo capitalista en las últimas décadas no fueron otros que los chinos, a través de un sistema político comunista y por lo tanto de corte netamente estatista. Todo lo contrario al libre mercado que la oposición en la Argentina postula como sinónimo de capitalismo eficiente y civilizado y utiliza como escudo para oponerse a cualquier medida que empuje, así no sea de manera levísima, el fiel de la balanza para el lado de las mayorías.
Lo que vendrá
Si se lee entre líneas, otra parte del discurso puede dar algunas pautas sobre el futuro un poco menos inmediato. La vicepresidenta planteó explícitamente que “hoy los Estados carecen de instrumentos adecuados y apropiados para dar respuesta a las múltiples necesidades que tiene la sociedad”. Se refería puntualmente a la hipertrofia del Poder Judicial, que con una cautelar en primera instancia puede bloquear de forma indefinida una política de Estado. ¿Qué solución imagina? Es arriesgado especular, pero si algo se ocupó de dejar en claro es que no está conforme con la Constitución vigente, de la que fue convencional. Dijo sin rodeos que prefiere tanto la versión peronista como la de 1853.
Por supuesto: una reforma constitucional no puede lograrse sin acuerdos mucho más amplios de lo que son posible en esta coyuntura. Al contrario de la imagen intransigente que suele darse de ella, volvió a convocar abiertamente a la oposición a discutir algunos aspectos centrales para el funcionamiento normal del país, como (dijo) la condición bimonetaria de la economía argentina y (no dijo pero se desprende) la posibilidad de cambios institucionales profundos, empezando por la composición de la Corte Suprema pero pensando en la necesidad, en algún momento del futuro considerable, de discutir una nueva carta magna para la Argentina.