Libertad a Amado Boudou: nada más que una solicitada

16 de enero, 2021 | 19.00

Hace una semana en este mismo medio se dio a conocer una solicitada que exige la libertad de Amado Boudou. La derecha mediático-política amplificó a niveles insospechados la difusión de ese texto, lo convirtió en la noticia política central, hizo lo imposible por averiguar quién la había puesto en circulación.

El texto suscitó miles de adhesiones, solamente una parte muy pequeña de ellas fueron publicadas. Juntos por el Cambio tomó nota: circula en estas horas una solicitada de Mendoza que, en abierto contrapunto, pide la detención inmediata de Boudou; la firma el gobernador de la provincia. Es muy evidente que la solicitada del último domingo pegó en un sitio sensible. ¿Cuál es la razón de tanto barullo?

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Hace un par de semanas hablábamos en este mismo espacio del “caso Boudou”. Fue Horacio González quien concibió esa expresión, recuperando de la historia el célebre “caso Dreyfuss” de la Francia de fines del siglo XIX y principios del XX. En aquella ocasión, un caso de persecución judicial-política produjo una masiva respuesta social contra el antisemitismo, considerado como el sentido de aquella persecución. El “caso Boudou” es la principal razón de la histérica respuesta de la derecha a la solicitada. Claramente se entiende: Boudou es el símbolo que de modo más perfecto evoca la incorrección política de los gobiernos de Cristina Kirchner. La clave de ese lugar histórico-político está en dos hechos: primero en la estatización de los fondos de pensión como resultado de una iniciativa del entonces ministro de economía, y en segundo lugar la decisión de la entonces presidente de compartir con él la fórmula para las elecciones de 2011. Es decir estamos hablando de una persona que después de incitar a un acto extremo de incorrección política como es recuperar para el estado una extraordinaria caja apropiada por los grupos financieros más concentrados,  fue “premiado” con la candidatura al segundo sitial de poder constitucional. El mismo día en que asumió la vicepresidencia empezó la campaña de persecución contra él, cuyo escandaloso broche de oro fue el juicio que lo condenó y lo envió a la cárcel. La derecha habla hoy del “juicio justo” que terminó con su encarcelamiento; será muy interesante, al respecto, el veredicto de los jueces internacionales que, tarde o temprano, tomarán en sus manos el caso. Por ahora, se sabe que el único testigo importante en el juicio resultó ser un “arrepentido” premiado por el gobierno de Macri con un monto considerable de dinero.

De modo que el caso Boudou consiste en que su persecución es un mensaje central de los grupos concentrados del capital contra un insolente que osó transgredir un artículo nunca escrito de nuestra constitución que dice “prohibido tocar ciertos intereses”. No fue el único, claro, pero lo que contribuyó a definir fue un paso estructural contra el armado estatal-legal pergeñado en los años noventa, nada menos que el pasaje (la recuperación) de toneladas de dinero de los trabajadores a bancos y otras entidades financieras que, a la vez, significaba la recuperación del sistema solidario de reparto para el cobro de las jubilaciones de argentinos y argentinas. Más que nunca el símbolo tiene una importancia capital: tarde o temprano tendrá que abrirse en nuestro país la discusión sobre el proceso de privatizaciones de los años noventa que enajenó al estado argentino de recursos esenciales para la soberanía económica del país, como la energía, el gas y las comunicaciones, entre otros nuevos “negocios” de alta tasa de rentabilidad. Razones de cálculo político parecen demorar la apertura de ese debate pero está presente en la agenda democrática y popular argentina.

Hay también otra razón del ataque de nervios del establishment contra la solicitada. Firmada por miles de argentinos y argentinas, incluidas personalidades salientes de la política, la cultura, el arte y la ciencia nacional a los que se sumaron líderes políticos principales de la región, no resultó fácil la identificación de quién o quiénes habían organizado el hecho. No firma Cristina pero firma Parrilli, no hay ministros pero sí otros altos funcionarios del estado, la firma que aparece primero es la de Hebe de Bonafini…todo resultaba enigmático. Puede pensarse que cuando terminaron de averiguarlo se habrán sentido aliviados: no había ningún espacio político importante comprometido, el escrito no se había hecho en el instituto Patria ni en el PJ, ni en el Congreso…

Pero obviamente el alivio habrá sido relativo y pasajero. El hecho de que la movida haya sido pensada por un grupo de militantes políticos sostenidos por una actividad común que reúne todas las semanas a algunos cientos de personas en una mesa de debate político puede considerarse como un problema desde el punto de vista del poder real. Y es así porque señala la existencia de un amplio espacio democrático-popular en condiciones de movilizarse con prescindencia de órdenes provenientes del más alto nivel de conducción formal. Entiéndase bien: no contra la dirigencia sino con independencia de la dirigencia. Esto es muy sano para la política argentina porque está señalando razones de una conciencia que no necesita que el estado o una personería política habiliten su participación. Claro que esto no es una afirmación antipolítica o “societalista”; por el contrario la movilización es estrictamente política. Y al mismo tiempo puede superar el hecho innegable de que está resultando insuficiente la voluntad movilizadora de las instancias dirigentes.

La persecución contra Boudou fue un gran catalizador de energías militantes. No porque se lo separe de los otros presos y presas políticas sino porque su figura ha logrado corporizar la existencia de una importante comunidad política cuya vigencia nadie puede negar. Está compuesta por millones de argentinos y argentinas que recuperaron la esperanza en la capacidad transformadora de la política en los años de los gobiernos de Néstor y Cristina. Es un cuerpo masivo, plural y organizado de múltiples formas que complementan y nutren la experiencia de la vida de partidos y coaliciones políticas. Es peronista por la obligada referencia histórica que significó la gesta del 17 de octubre, pero también se forma con personas que vienen del radicalismo, de la izquierda y otras expresiones políticas.

Lo mejor para la política formalmente organizada es contar con esa fuerza y procurar atraerla, neutralizando cualquier impulso de frenarla o imponerle condiciones. Con la pandemia y las dificultades para reunirse en el espacio público se hace más necesario que nunca buscar formas creativas capaces de expresar la voluntad participativa de millones de argentinos y argentinas.