Prontos a completar el primer año de la administración libertaria pueden subrayarse algunas pocas certezas. La primera es que el modelo no enfrenta, ni remotamente, la resistencia social con la que algunos opositores soñaban. Los votantes mayoritarios en el balotaje querían orden económico y social y, por ahora, el gobierno se los está brindando. Menos piquetes e inflación en baja son la fórmula mágica.
Al parecer, los aportes de dinero público a los movimientos sociales durante los gobiernos nacional populares mantenían vivo, y también políticamente legítimo, el reclamo permanente en las calles. Obturar los incentivos, junto a la amenaza potencial de represión física y judicial, funcionó como un freno inesperado mientras la reacción generalizada de los desposeídos no aparece. El complemento fue el alivio psicológico de que los precios comenzaran a reflejar una mayor tranquilidad y se tornaran más predecibles. Finalmente, eso es lo que se espera de un programa de estabilización: primero la calma. La definición del modelo y darse cuenta del lugar en el que se quedó en la estructura distributiva, viene bastante después.
La transformación estructural de la sociedad, los cambios de las situaciones de clase individuales, son procesos que se perciben a mediano plazo. El orden de la macroeconomía, en cambio, impacta en el corto. El gobierno de Milei se encuentra en este punto medio. La sociedad siente alivio por el fin del desorden y lo que viene a continuación es el proceso más lento de asumir el nuevo orden.
Mientras tanto, la tarea política del oficialismo para legitimar su modelo es bastante fácil. Consiste en recordarle todo el tiempo a la sociedad que el ancien régime inflacionario y sus gestores están allí y pueden volver. A pesar de su ataque cotidiano a los más débiles, de su festejo diario de las prebendas a los más ricos, LLA mantiene el apoyo popular porque antes que añorar un presunto paraíso perdido de altos salarios, la sociedad recuerda el infierno inflacionario y es allí donde no quiere volver. Aquí reside la fortaleza y la debilidad del gobierno. Por ahora los agredidos del modelo, los que se van quedando afuera, son los que siempre estuvieron del otro lado. Y el “pobre de derecha” (Jessé Souza dixit) todavía no sabe que seguirá siendo humillado, aunque ya haya descubierto que no cobrará en dólares y comience a advertir que la casta era él, especialmente si le tocó la mala suerte de ser jubilado o empleado de una pyme.
En este contexto, la oposición nacional popular enfrenta la demanda impostergable de construir un nuevo relato. La tarea no es fácil porque ya le prometió a la sociedad que se podía regresar a una edad de oro y la defraudó. Los cambios en la estructura productiva y en el mundo del trabajo contribuyeron a alterar sus viejas formas de representación. La “columna vertebral del movimiento”, por ejemplo, es cada vez menos vertebral. Sin embargo, no faltan quienes esperan que las organizaciones sindicales hagan el trabajo que le corresponde a la dirigencia política y que muestren una resistencia y una actitud combativa que no solo no representa el ánimo de los jefes sindicales, sino tampoco al estado actual de la sociedad.
l mismo tiempo, sorprende que la dirigencia opositora tampoco revise su contexto doctrinario. No faltan quienes funcionan bajo la misma lógica que el neoliberalismo. Todas y cada una de las veces que el neoliberalismo fracasó, sus ideólogos explicaron que se debió a que no se fue lo suficientemente a fondo con las reformas. Lo mismo sucede con el modelo “redistribucionista”, por llamarlo de alguna manera.
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Así, el fracaso del gobierno 2019-23 se debería a que no se fue lo suficientemente a fondo con la redistribución del ingreso. Ya en su dimensión estudiantina, también se agrega que la causa del fracaso fue la renegociación con el FMI. Todo ello en el marco de una economía cuyo producto per cápita cae desde 2011. El diagnóstico, entonces, sería que no se mejoró lo distribución en una economía que se achicaba.
En contrapartida el mileismo, por la vía de inducir a la población a que use sus dólares vía un generoso blanqueo de capitales que aportó alrededor de 25 mil millones de dólares, está construyendo un modelo de dólar barato del tipo más añorado por los sectores medios urbanos. Una vez más se confirma que se gobierna para satisfacer el imaginario de las clases medias, las que este verano no solo volverán a vacacionar en el exterior, sino que no tendrán mayores limitaciones para comprar por Amazon. ¿El cielo por asalto? No, solo tocarlo con las manos. La clase media será cada vez más chica, pero probablemente alcanzará para seguir siendo aspiracional y para ganar elecciones.
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Cabe preguntarse por qué hoy es posible construir un modelo de dólar barato y hasta dónde es sostenible. La primera respuesta ya se repitió, la estabilidad cambiaria se construyó con el blanqueo de capitales. El segundo punto es la sostenibilidad. Hace cuatro meses que la cuenta corriente cambiaria que difunde el BCRA se volvió deficitaria y se compensa por el lado financiero. Los dólares para seguir importando bienes y servicios, como el turismo, seguirán yéndose y los capitales no entrarán para siempre ¿Dónde se encuentra, entonces, el punto de inflexión?
Quienes creen que el modelo de LLA es destructivo e indeseable se ilusionan imaginando una crisis próxima. Creen que no hay razones reales para explicar el fortalecimiento del peso. Sin embargo, el superávit energético ya comenzó y las exportaciones podrían seguir creciendo sumando al agro más hidrocarburos y más minería, algo que ya se contó en este espacio. En el camino Milei cuenta a favor con la buena voluntad de los mercados, con un poder económico local y global deseoso de que la experiencia libertaria salga bien, factor que probablemente le permita conseguir el puente de dólares hasta que se consolide el desarrollo de los sectores locales que pueden proveerlos, lo que además significa oportunidades de negocios para el capital, la esencia de un sistema global que trasciende la voluntad local. La cuenta puede parecer muy finita y dependiente de factores exógenos, pero tiene altas chances de funcionar por largo tiempo.
Mientras tanto la oposición nacional popular sigue hablando de “extractivismo”, de “saqueo” de los recursos naturales (Pino not dead), de que exportar es malo, de que uno de los antagonistas de la doctrina peronista es “el desarrollismo” y que la solución, en tiempo de cadenas de valor globales, es el modelo sustitutivo mercadointernista de mediados del siglo XX, una “actualización doctrinaria” muy particular.-