Nadie puede morir tres veces y por motivos diferentes. En el caso de María Marta García Belsunce las hipótesis iban surgiendo y los medios de comunicación, en cuestión de segundos, se encargaban de sacar conclusiones y armar un guion apto de telenovela. Conocimos a cada uno de los integrantes de la familia de María Marta, a sus vecinos y hasta a su masajista. Y a pesar de la supuesta “detallada investigación”, después de 18 años no hay ni una sola persona culpable por el crimen que terminó con la vida de la socióloga de 50 años.
Una vez más, la violencia mediática se tradujo en diversas notas sobre la vida privada de María Marta, sobre la victimización de Carlos Carrascosa, principal sospechoso, y en un blindaje en torno a la violencia de género en la clase alta.
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Cómo fue la cobertura del caso García Belsunce
“Al principio había muchas especulaciones muy fuertes con respecto a: ‘ella vio algo que no tenía que ver’. De esta forma, se la culpabilizaba de su propio asesinato jugando al extremo por el morbo de ser una mujer dentro de un ambiente social y económico acomodado”, opinó la periodista especialista en Judiciales, Sol Rodríguez Garnica, a El Destape.
Lo mismo afirmó Liliana Hendel, periodista y secretaria de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidades de La Matanza, al consultarle por la cobertura del caso: “La cobertura fue sin perspectiva de género, con una profunda falta de respeto hacia la víctima que ya no puede defenderse, con una alta exposición de su cuerpo, de su vida, de sus relaciones”.
Y es así: el caso García Belsunce tuvo todo para llamar la atención de los medios. Como afirmó en su momento la periodista Florencia Etcheves, quien supo cubrir todo el caso desde el 2002, la muerte de María Marta apunta a un tema tabú en la sociedad: la violencia machista en las clases altas.
Decenas de hipótesis se especularon en los medios de comunicación desde 2002 en torno al asesinato de María Marta y junto a ellas, se narraba en las noticias la novela policial al mejor estilo “cuarto cerrado”. Existe una línea que siguen los crímenes que ocurren en las clases pudientes y es que se convierten en novelas policiales, se ficcionalizan y construyen la idea de que la violencia de género no tiene lugar allí. Así lo retrató la periodista especialista en género Luciana Peker en una nota publicada en junio de 2009 bajo el título: “El crimen de María Marta no es una novela, es un femicidio”. Es uno de los pocos artículos que nombran al asesinato de la sociológa como un femicidio.
Dieciocho años después, Peker reiteró en una conversación con este medio que “el caso García Belsunce es un caso emblemático de los femicidios en clase alta”. Además, explicó que en casos como estos se puede observar cómo “los femicidas poderosos son encubiertos por la propia familia, no solo de él, sino de la víctima y tiene un lugar en los canales de televisión” y comparó que “eso es algo diferente cuando los femicidas no son poderosos”.
En otros artículos que se produjeron desde 2002 hasta la fecha, prevalece la idea de “un pacto familiar” o hipótesis que van desde que Carrascosa era parte de una red de narcotráfico o hasta se llegó a decir que a María Marta la asesinaron porque le era infiel a su esposo con una mujer. Pero nunca se mencionaba la violencia de género, aunque la principal hipótesis que se manejaba era que Carrascosa la había asesinado.
En diálogo con El Destape, la responsable del área de comunicación el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género, Paula Rey, explicó que en este caso “no se puede dejar de lado la cuestión de clase que da sentido a otros crímenes ocurridos en barrios cerrados, da cuenta de que socialmente aún parece llamar la atención la violencia contra las mujeres cuando ocurre en esos estratos sociales, y muestra que en el imaginario colectivo pareciera persistir la idea de que la violencia machista solo tiene lugar en los sectores populares”.
Dieciocho años después se pudo notar, una vez más, el blindaje mediático y la telenovela policial montada en torno al femicidio de Silvia Saravia, quien fue asesinada por su esposo Jorge Neuss. En diversos medios, como en Perfil, el femicidio se disfrazó como “pacto suicida”, en otros portales se evitó la palabra violencia de género y nuevamente, hubo complicidad mediática.
La revictimización
Alrededor de la familia de María Marta se tejió en los medios una escena novelesca y un circo mediático que terminó contribuyendo a construir alrededor de Carrascosa la figura del “viudo”. En los casos de violencia de género se ve cómo los medios de comunicación colaboran para lavarle la cara a los femicidas. En este caso, cuando se construye la figura de “viudo”, se construye un sentido benevolente hacia la audiencia, a pesar de que para la Justicia durante varios años fue el principal sospechoso del asesinato. En los noticieros y en las tapas de diario valía más el detalle privado de la familia que podían revelar, aunque no hiciera a la investigación judicial, que respetar los tiempos de la Justicia.
“En relación con los agresores y femicidas ocurre mucho y en particular con estos tipos de crímenes o cuando están involucrados ‘los hijos del poder’, que se borra ese perfil y sí aparece la construcción del buen vecino, del buen padre, del buen ciudadano”, explicó Paula Rey del ELA.
Además, alrededor de María Marta se construyó mediáticamente la figura de “la buena víctima”, que ocurre en diversos casos en los que la intención es generar “empatía” en la audiencia, pero se termina catalogando entre “buenas y malas” a las personas que son asesinadas por razones de género. “En estos casos aparece la cuestión de clase y las mujeres que fueron asesinadas en estos barrios cerrados, las mujeres de clase alta, se tiende a presentarlas como ‘la buena víctima’ y sus asesinatos suelen tener otro tipo de cobertura. Se genera una especie de halo, aunque después se las termina exponiendo”, reflexionó Rey, al respecto.
En la misma línea, Luciana Peker apuntó al perfil que se construyó mediáticamente sobre María Marta y “su misión solidaria” que se relacionada con “la tradición de las damas de alta sociedad, de beneficencia”, pero replicó que en el trabajo social que realizaba existe “un link que excede eso y es los lazos entre mujeres”. Recordó, en ese punto, que su amiga y compañera de Missing Children Susan Murray “fue una de las que decía que había pasado otra cosa con ella” y remarcó que la organización “fue muy importante en esos años en la búsqueda de chicos y chicas desaparecidos”.
“No descalifico la función social de María Marta, pero me parece que la hipótesis que se puede tener hoy es que ese trabajo le abrió determinados paradigmas éticos que iban en contra de la trama económica de quien era el imputado (Carrascosa) y nos abrió los ojos de cómo los femicidios en clase alta tenían entramados muy complejos", planteó Peker.
El rol de la Justicia en el caso García Belsunce
A dieciocho años del crimen, la sensación que hay es de impunidad. “Entre la desconfianza que había a nivel judicial y la desconfianza que iban alimentando los mismos medios de comunicación quedó una nebulosa sobre qué es lo que efectivamente sucedió o no”, sostuvo la periodista especialista en judiciales, Sol Rodríguez Garnica.
El mal funcionamiento de la Justicia fue otra causa fundamental para que hoy se tenga esta sensación de incertidumbre total. Según la periodista Liliana Hendel, “no solo se trata de que se demora el verdadero ejercicio de la no búsqueda de los responsables y su sanción, el tema es mucho más complejo”. “Las mujeres no tenemos acceso a la Justicia mientras el sistema sea el que es, ni vivas ni muertas”, sentenció la especialista
y afirmó que al sistema judicial debe implosionar y empezar de nuevo.
El show mediático y la cantidad de errores que hubo desde el minuto uno de la investigación llevaron a que, aún después de tantos años, hoy no se sepa quién asesinó a María Marta.