Los lectores de esta columna son muy jóvenes y tal vez no habían nacido cuando en 2016, la denuncia de una reunión imaginaria entre CFK y el juez Sebastián Casanello en la quinta presidencial de Olivos generó la furia de los medios serios y el oficialismo de Cambiemos, dos colectivos que ya entonces era difícil diferenciar. Que un juez federal se reuniera con la presidenta era el fin de la división de poderes, de la república y coso. El caso terminó con el procesamiento por falso testimonio de quienes habían afirmado la existencia de dicha reunión, luego de más de un año de frenesí mediático.
Se ve que la Argentina cambió mucho en estos pocos años ya que las visitas reales de los jueces de Casación Mariano Borinsky y Gustavo Hornos al entonces presidente Mauricio Macri tanto a la quinta de Olivos como a la Casa Rosada reveladas por El Destape no generaron la misma indignación. Es más, el juez Marcelo Martínez De Giorgi acaba de sobreseer al ex presidente y a ambos jueces, que habían sido denunciados por las visitas en cuestión, ya que, si bien los ingresos y egresos fueron confirmados, no se pudo acreditar que tuvieran un “fin indebido”.
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El fin indebido de la visita imaginaria de Casanello a CFK, en cambio, se presuponía.
Hace unos días, el lobista de grandes empresas devenido en ministro de la Corte Suprema Carlos Rosenkrantz afirmó durante una visita académica a Santiago de Chile que “no puede haber un derecho detrás de cada necesidad”. Rechazó de esa forma el histórico principio enunciado por Eva Perón y aprovechó para hacer una feroz declaración de principios a un año de las elecciones presidenciales.
El cortesano retoma así una vieja letanía conservadora: los derechos de las mayorías dependen de los escasos recursos disponibles mientras que los privilegios de las minorías son acreencias absolutas. Coincide también con el asombroso sindicalista Dante Camaño, quien en 2016 denunció “la orgía de derechos” que nos legó el kirchnerismo. En realidad, con su estilo aterciopelado de lobista caro, Rosenkrantz nos dice lo mismo que Javier Milei desde el terraplanismo exuberante: ya no hay derechos para todos.
Con Javier Milei, nuestros medios serios padecen el mismo dilema que Víctor Frankenstein, el científico imaginado por la escritora Mary Shelley a principios del siglo XIX: le temen a su propia criatura. Creado para correr los límites de lo decible y extremar el discurso de derecha, el reaccionario que se autopercibe liberal parece haberse transformado en un engendro que genera el rechazo de sus propios creadores, aunque no por su autoritarismo explícito, por prometer incendiar el Banco Central o considerar que el Estado es un enemigo y los impuestos son esclavitud. En realidad, Milei pasó a ser un engendro a partir del momento en que los medios consideraron que le quita votantes a Juntos por el Cambio.
Luego de crear al monstruo nos alertan sobre su monstruosidad. Jugadores de toda la cancha.
En Tecnópolis, el presidente de YPF Pablo González reunió a Alberto Fernández y a CFK en el acto por los 100 años de la empresa petrolera. CFK recordó las dificultades que tuvo Hipólito Yrigoyen para crear YPF y como, luego de tres años de idas y vueltas con las provincias, resolvió el tema por decreto: “La historia se construye también frente a las adversidades” explicó haciendo una referencia explícita a la coyuntura actual. La vicepresidenta aprovechó la virtual cadena nacional para mostrar un video en el que el futuro ministro de Hacienda de Mauricio Macri afirmaba en 2006 que el desendeudamiento del país llevado a cabo por los gobiernos “estrafalarios” de Néstor Kirchner y CFK eran una bendición para Cambiemos (“Hola, qué tal, acá está la estrafalaria, africana subsahariana”). Concluyó con una gran declaración de principios: “El que quiera gobernar la Argentina sin conflictos yo le recomiendo que se postule a la presidencia de Suiza. En Argentina hay tensiones y conflictos.”
Alberto Fernández, por su lado, citó a Luis Alberto Spinetta, llamó a la unidad del Frente de Todos, habló de su gira europea y consideró que “es indecente que la ganancia solo quede en manos de pocos y la pobreza se distribuya en millones” y que “no puede ser que en el siglo XXI el trigo se haya convertido en un arma letal, es profundamente indecente”, aunque no anunció ninguna iniciativa específica para limitar los efectos de esas indecencias sobre el bienestar de las mayorías.
Imagen: Defensores de la libertad se preparan a combatir el exceso de derechos bombardeando la Plaza de Mayo (cortesía Fundación LED para el desarrollo de la Fundación LED)