El procesamiento de Mauricio Macri por el espionaje ilegal a los familiares de la tripulación del ARA San Juan generó un nuevo Nado Sincronizado Independiente (NSI) entre nuestros medios serios y los opositores de Juntos por el Cambio, dos colectivos que cada día cuesta más diferenciar. El rechazo al fallo del juez Martín Bava fue unánime mientras Macri fue presentado como un perseguido político, una denuncia que no deja de asombrar teniendo en cuenta que tanto los medios serios como la oposición cuestionan la existencia del lawfare, es decir, de esa persecución política a través de las instancias judiciales que ahora descubren en el caso del ex presidente. Es un tema bien complejo.
En una de las jaulas de La Nación Más, el ineludible Pablo Rossi se arrojó sobre la granada afirmando que le parecía “innecesario e insostenible” que Macri espiara a los familiares ya que “no eran sus enemigos”, dejando entender que si lo fueran sería legítimo espiarlos. Horacio Rodríguez Larreta, Diego Santilli y María Eugenia Vidal, la ex Gobernadora Coraje, salieron al unísono a defender a Macri, afirmando que el marido de Juliana padecía una operación. Teniendo en cuenta que son víctimas y querellantes en otra causa de espionaje ilegal organizado desde la misma AFI macrista podemos afirmar que los tres padecen el terrible síndrome de Estocolmo.
En todo caso, el procesamiento de Macri tuvo un efecto colateral virtuoso: nuestros medios serios descubrieron la inocencia presunta. El ex presidente es mencionado como “presunto” responsable del espionaje, no como CFK que ya desde la indagatoria era considerada culpable. Enhorabuena.
El sobreseimiento de CFK en la causa Hotesur, en cambio, tuvo efectos opuestos. De la presunción de inocencia invocada en el caso de las escuchas ilegales pasamos a la “culpabilidad presunta”, un paradigma novedoso apoyado por el jurista otrora progresista Roberto Gargarella. Al parecer, CFK sería culpable hasta que logre probar su inocencia. El próximo paso podría ser el de incluir en el Código Penal el delito de kirchnerismo presunto, algo que simplificaría mucho la tarea de periodistas y magistrados.
En otro Nado Sincronizado Independiente (NSI) nuestros periodistas serios denunciaron el escándalo del sobreseimiento “sin juicio” de la vicepresidenta. En realidad, los sobreseimientos siempre se dictan antes de la instancia del juicio, como ocurrió con Macri, que luego de estar procesado durante seis años por otra causa de espionaje ilegal- la que involucraba al entonces jefe de la Policía Metropolitana Fino Palacios- fue sobreseído apenas asumió como presidente en diciembre del 2015. Un sobreseimiento que no generó revuelo alguno en las redacciones. Un olvido sin duda.
“Todos sabemos que CFK es culpable” afirmó un contundente Jorge Lanata mientras Nico Wiñazki, desde un ángulo más emocional, confesaba que el sobreseimiento le dio ganas de llorar. Graciela Römer, consultora política y paciente ambulatoria de la Fundación Alfredo Casero para el tratamiento de las psiquis devastadas por el kirchnerismo, consideró que era escandaloso que CFK pudiera declarar frente a los jueces como lo hace y sostuvo que hay un “lawfare al revés”, es decir, a favor de la ex presidenta. Una idea casi tan asombrosa como la de la culpabilidad presunta y digna de la Waldo Wolff School of Law.
Como explicó el Maestro Elbosnio, CFK controla la justicia y, además, impulsa la reforma judicial para controlar esa justicia que ya controla. Control Moebius.
Mientras tanto, Rodríguez Larreta, el martillero de lo público, lo hizo de nuevo. Luego de las audiencias públicas que casi por unanimidad rechazaron los proyectos para construir barrios para ricos en la costa de la ciudad de Buenos Aires, Juntos por el Cambio votó a favor de hacerlo. Votaron alegremente los legisladores propios del jefe de Gobierno pero también los satélites de Larreta como los radicales porteños, esos muchachos de chupines y zapatillas que suelen autopercibirse socialdemócratas, e incluso Roy Cortina, el socialista menguante. Martín Lousteau, referente de aquellos radicales, solía denunciar la falta de espacios verdes en la ciudad y la tendencia de Larreta a vender terrenos públicos, pero se ve que en estos años maduró y considera que los porteños tenemos demasiados parques públicos mientras que a nuestros ricos les faltan departamentos vacíos para agregar a su patrimonio.
Nuestra derecha nos explica que la única forma de planificar una ciudad es cediéndola a los desarrolladores inmobiliarios: “Si es bueno para IRSA, es bueno para todos”. Lejos quedó el espíritu de los grandes proyectos urbanos, como el de la Costanera Sur en tiempos de Hipólito Yrigoyen, cuyo objetivo fue otorgar a los porteños la posibilidad de caminar en la costa entre jardines y “gozar al mismo tiempo de la fresca brisa del río”, según escribieron sus planificadores. Por suerte para nosotros, Don Hipólito no tenía a su lado al actual radicalismo.
Al parecer, debemos imitar a los países serios pero no en lo que respecta a su gasto público, su presión fiscal ni tampoco en el urbanismo de sus grandes ciudades, en las que el Estado adquiere terrenos en lugar de cederlos.
En todo caso, se trata de un proyecto inclusivo: cualquier ciudadano que disponga de 10 mil USD por m2 podrá adquirir un departamento. Sin contar que todos, incluso aquellos que no tomaron la precaución de nacer ricos, podrán admirar el amanecer entre las rendijas que dejen los edificios sin pagar un centavo. Además, el gobierno de la CABA incluiría las macetas de los balcones y terrazas de las torres como espacio verde, lo que redundará en un claro beneficio hacia los porteños.
Digamos todo.
Imagen: Un oficial de La Cámpora acciona el robot de amedrentar jueces (cortesía Fundación LED para el desarrollo de la Fundación LED)