Cristina Kirchner y "la tercera certeza"

Como sucede cada vez que habla Cristina, el país se estremece y se reorganiza.

31 de octubre, 2020 | 19.00

Como sucede cada vez que habla Cristina, el país se estremece y se reorganiza. CFK dijo solamente tres cosas. Primero que el problema del establishment con sus gobiernos no eran las formas. No eran las cadenas nacionales, la falta de conferencias de prensa o el dedito acusador. La prueba es irrefutable: nada cambió con un presidente que habla con todos los medios, no organiza discursos en cadena y es cuidadoso de las formas. La segunda certeza es que en un régimen presidencialista como el nuestro no hay ninguna posibilidad de existencia para un “doble comando”. Las pruebas históricas al respecto son muchas y contundentes.

La cuestión central del texto es la “tercera certeza”: no se sale del problema principal de la sociedad argentina sin un gran acuerdo multisectorial. Lo mismo que dijo en la presentación de su libro en la rural. Lo mismo que dice en cada oportunidad en que se la convoca a pensar la Argentina. En este caso el problema fue enunciado en términos de “economía bimonetaria”. Una concesión imprescindible en la coyuntura en que el discurso fue expuesto; toda la parafernalia mediático-colonialista procuraba en esas horas consagrar su victoria decisiva: la devaluación. Que pondría al gobierno del frente de todos a cargo de un incendio social que, en común con la pandemia, crearía las condiciones irrefutables de la ingobernabilidad política.

 

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Está claro, como lo sostiene, entre otros, Ricardo Aronskind, que la cuestión de la moneda es una forma de aludir a la cuestión del estado. Lo que es débil no es la moneda argentina frente al dólar, sino el estado argentino ante la coalición entre los grandes poderes globales y las clases sociales interiores que se benefician  con las políticas enunciadas al amparo de la ideología dominante de nuestra época. La que dice que la libertad de mercado es el pilar que asegurará la libertad y la prosperidad de todos. Está demás decir que esta ideología no tiene ni un solo dato  de la realidad a su favor. 

Decir que el problema argentino es la economía bimonetaria es una forma coyuntural de decir que de lo que se trata es de la fortaleza del estado nacional para enfrentar los desafíos de un mundo que, en el tránsito dramático de la pandemia, está sometido a una cuestión de ser o no ser. Lo que está en juego es lo que el maestro Aldo Ferrer llamaba la “densidad nacional”. Una fórmula poco académica y muy provocativa para evocar el lugar irreemplazable de la política en un mundo en el que la lógica mercantil invade el sentido de todo lo que existe. Si estamos en lo cierto, lo que Cristina dice en su tercera certeza es que el problema es la viabilidad nacional de la Argentina. Algo que es un tema recurrente: en 2002 circuló un paper firmado por muchos economistas reconocidos (por la timba global) que sostenía que nuestro país debía delegar la administración de su crisis en un comité de expertos internacionales, tal como se hace con las empresas en quiebra. 

Si el problema es de supervivencia del estado nacional llamado Argentina, entonces la cuestión adquiere un dramatismo particular. Y no es un dramatismo caprichoso ni forzado: en el mismo año 2002 circulaban papers que invocaban la “regionalización" del territorio que, en aquel contexto no podían sino ser interpretados como formas sutiles de desintegración de la comunidad política argentina. Hoy Cornejo actualiza la cuestión de la integridad territorial de la patria con su propuesta “independientista” para la provincia de Mendoza. Tiene a su favor la enorme capacidad de ocultamiento que tienen los monopolios mediáticos, pero lo que dijo es eso; dijo la posibilidad del desmembramiento territorial de la patria. 

Ese es el marco de la “tercera certeza”. Hay una cuestión crucial que enfrentamos los argentinos y argentinas. Es el ser o no ser de nuestra existencia como estado independiente. Y es una prueba decisiva de nuestra voluntad común de pertenecer a una comunidad política independiente. Desde esa perspectiva debe mirarse la propuesta de una instancia de concertación, de unidad nacional, de búsqueda de acuerdos para seguir viviendo en común. 

Si algo demostró de modo contundente la experiencia macrista es que la sumisión incondicional de nuestro país a los dictados de Estados Unidos no lleva a ningún futuro en tanto república independiente. Las novedades que brotan en nuestras inmediaciones inspiran esperanzas en una alternativa regional diferente a los designios de la OEA y el departamento de estado norteamericano. Es el tiempo de discutir, con todos los que tengan intención de participar, un modo de inserción en el mundo que ya no esté dictado por la voluntad omnímoda del imperialismo de Estados Unidos, cuyo retroceso histórico es un hecho absolutamente innegable e irreversible. Es el tiempo de organizar una mesa de diálogo en el que cada uno exponga su perspectiva sobre el futuro de nuestra nación. 

La convocatoria de la ex presidenta está dirigida al “conjunto de los sectores políticos, económicos, mediáticos y sociales de la República Argentina”. Luce como una propuesta de imposible realización. Pero la política suele entrar en los intersticios de la imposibilidad. En lo imposible está la fuerza del vacío, indispensable para una política transformadora. En términos muy inmediatos y coyunturales, lo que está ocurriendo en estas horas es un reagrupamiento –confuso y contradictorio pero evidente y significativo- entre una serie de actores que consideran inviable la continuidad del piloto automático del sabotaje y la desestabilización en el dramático contexto nacional y mundial de estos días. De ese reagrupamiento parecen autoexcluirse los que sienten que un mínimo de convivencia política democrática los colocaría en enormes dificultades políticas (y judiciales) para sostener mínimamente sus prácticas en el reciente ejercicio del gobierno.

Ocurre que la negativa  a asumir el desafío de Cristina equivale a la aceptación de un destino de decadencia y disolución, más lenta o más rápida, de nuestra comunidad política.