Teníamos un pacto

16 de marzo, 2024 | 00.05

¿Hay una historia?” con esta breve pregunta Ricardo Piglia inicia su extraordinaria novela Respiración Artificial. Toda historia que podemos contar, tiene detrás de sí una o varias historias que la hacen comprensible y le otorgan un sentido, porque los hechos no suceden en un vacío ni temporal ni espacial. El presidente de la Nación convocó hace unos días a los gobernadores a firmar un pacto con pretensiones refundacionales de la Argentina. En rigor de verdad el denominado Pacto de Mayo, contiene en 10 puntos las propuestas de campaña de LLA y resume los ejes centrales del fracasado proyecto de ley ómnibus que también perseguía refundar la Nación. Esos puntos vuelven sobre las bases del neoliberalismo que bajo sus slogans ya conocidos perjura que con la centralidad absoluta del mercado retomaremos el sendero de prosperidad. Detrás de este pacto, efectivamente, hay una historia: se parece mucho al Consenso de Washington de los 90, con sus pilares de privatización, desregulación y reducción del Estado nacional derivando responsabilidades a las provincias. Esas fueron las políticas que nos condujeron a la crisis del año 2001, a la que llegamos, es bueno recordar, con un dígito de inflación anual y casi 60% de pobreza. Ese devenir de una década, Milei pareciera que propone recorrerlo en pocos meses.

La teoría política moderna nació en una de sus vertientes más relevantes, bajo la idea de que el Estado se fundaba en torno a un pacto o contrato. Con diferentes concepciones, distintos teóricos concebían la construcción de un orden político, al que llamaron Estado, como la garantía de la vida, la libertad y un conjunto de derechos en los que incluyeron a la propiedad; ese orden necesitaba de un acuerdo entre todos los hombres (y mujeres aunque aún no lo dijeran) que fueran a habitarlo, en donde garantía de derechos, cumplimento de normas y aceptación de una autoridad capaz de gestionar esas dimensiones (el Estado) sentaban las bases para la vida moderna en sociedad. De este modo la capacidad de generar consenso es inherente a la vida política moderna, es decir a la democracia.

En su enunciación, el presidente Milei busca deshistorizar la idea de pacto; hacia atrás no habría nada, solo 100 o 120 o 70 años según el discurso, de destrucción y atraso, el pasado como una tabula rasa donde solo se sucedieron las repeticiones de un error incapaz de ser comprendido por la dirigencia y en el fondo por la sociedad toda. Milei no propone un pacto, que es por definición fruto de un acuerdo, sino que pretende el reconocimiento por parte del conjunto del sistema político de haber vivido en el error durante décadas y otorgar mediante una firma el reconocimiento a los libertarios como poseedores de una verdad inconmovible. Solo su capacidad de poder, de sometimiento, podría lograr la firma de ese pacto en los términos que hasta hoy se ha presentado. No pretende un acuerdo político, sino un sometimiento moral.

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Pero recuperemos la historia porque, como dice el título, teníamos un pacto: el más importante de la Argentina reciente. Se firmó en 1983 y sentó las bases de la nueva democracia; no requirió escribirse sobre ningún papel ni un acto explícito de firmas y fotos, porque no fue un hecho específico de un día. Comenzó a forjarse frente al horror de la dictadura militar cuando la ausencia ya no de derechos, sino de una protección básica, fue volviéndose absoluta y empujó a distintos actores colectivos, como los partidos y los sindicatos, a configurar un nuevo tipo de relaciones en la construcción del sistema político. La dinámica peronismo – antiperonismo que había organizado la política desde la década del 50, comenzó a ceder lugar a la lógica dictadura o democracia; esta nueva percepción sentó las bases de la orientación que debía tomar la democracia y lo que se esperaba que los actores políticos más relevantes le aportaran a ella. Lo que logró esa concepción era ordenar de algún modo el conflicto principal, democracia vs dictadura, subsumiendo otros conflictos a esa dinámica. Por eso a medida que la democracia se consolidó, otros conflictos fueron cobrando mayor fuerza en el espacio público. Pero aun en momentos difíciles, los rasgos centrales del pacto que refundó a la democracia argentina, estaban intactos; ese acuerdo estaba ahí presente en la conciencia democrática. Pero algo pasó. Primero solapadamente, luego más explícito y ahora evidente. La frase pronunciada por Mauricio Macri “voy a terminar con el curro de los derechos humanos” fue uno de esos pasos iniciales convocando a socavar el pacto democrático de 1983, atacando a un espacio protagonista. A esa declaración le siguieron otras (el desprecio a la educación pública, los discursos de odio que empezaron a ganar el espacio público) y algunas decisiones políticas y finalmente la campaña y el triunfo de la fórmula Javier Milei – Victoria Villarruel. Ya casi nada se oculta, ni siquiera la simpatía por militares culpables de delitos de lesa humanidad que implica el rechazo de plano de la vida democrática; hoy ese acuerdo como punto de partida para dirimir todos los conflictos y habilitar demandas, está en suspenso. Los libertarios nos están proponiendo un nuevo eje, que desconoce esa construcción histórica y por eso prefieren refugiarse en un imaginario siglo XIX, que poco tiene de realidad histórica. La sociedad que nos ofrecen está reñida con la democracia, pero también con la modernidad. Aquí radica la primera cuestión a tener en cuenta: el idioma que habla Milei que parece nuevo, disruptivo, es simplemente un idioma que desconoce el pacto democrático; agraviar opositores no como exabruptos sino como el modo para establecer el “diálogo”, atacar a artistas, científicos, periodistas (en todos los casos, más violento si son mujeres) no son meras peleas, es la negación de la sociedad plural que establece el pacto democrático. Llevar adelante políticas económicas basadas en una brutal transferencia de ingresos de los sectores populares y medios a los sectores altos, es el molde de la sociedad que desean. Estas posiciones y políticas del presidente, parten de su concepción sobre la política, reñida con todo el pensamiento moderno: según Milei y buena parte de la derecha argentina, la política es la causa del conflicto social y económico, cuando en realidad la política moderna nace para ordenar el conflicto; la política es siempre la piedra angular de las soluciones posibles.

¿Entonces? El punto de inicio es el reconocimiento mutuo entre quienes creen en el pacto democrático y saber que, nuevamente, en la Argentina hay sectores más o menos relevantes que lo niegan. Quienes creen en la democracia saben que, junto a sus procedimientos fundamentales, ella encierra la búsqueda de ciertos principios de libertad, justicia e igualdad para el conjunto; aquella tensión democracia / dictadura, también busca referir a esas dimensiones de la convivencia social. Esas pueden ser algunas certezas en un marco de incertidumbre. Cuando la política se volvió anormal y la cotidianeidad nos sorprende cada día con una medida o una declaración inexplicable de quienes gobiernan el Estado nacional, hay un diálogo entre quienes creen en el pacto y una agenda hoy destrozada, deberá levantarse en el espacio público; y allí redefinir algunos planteos para otra construcción política que vuelva a poner a la luz el pacto democrático.