“No hay nada que sea más fuerte que un pueblo. Lo único que se necesita es decidirlo a ser justo, libre y soberano”
Evita
"Allí donde partir es imposible, donde permanecer es necesario, donde nunca se está del todo sólo, donde cualquier umbral es la morada. Allí donde se quiere arar y dar un hijo, allí donde se quiere morir…allí está la Patria".
Mariano Moreno
“No tengo más ensueño que la Nación como síntesis del bien de todos”.
Hipólito Yrigoyen
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Luego de poco más de un año de mandato de Milei ya podemos enumerar algunas cosas que sabemos de esta experiencia local de un gobierno de derecha radical global.
- Se monta en un contexto de hiperindividualismo que a su vez promueve y que tiene como telón de fondo lo que algunos definen como una “epidemia de aislamiento y soledad” que afecta a las sociedades.
- Ataca todo tipo de comunidad “positiva” (mujeres, diversidades, universidad, comunidad científica, clubes argentinos, organizaciones sociales, comedores comunitarios, cine argentino, artistas populares).
- Sólo promueve comunidades “negativas” que se apalancan sobre mensajes de odio y miedo a determinados grupos. La libertad es un juego de suma cero, la que poseen algunos grupos me la quitan a mí. Quien ejerce su libertad en el espacio público amenaza mi libertad.
- Toda su narrativa, montada inicialmente sobre ciertos medios de comunicación masiva (como la televisión, que sigue jugando un rol importante), tiene como soporte la mayor infraestructura de mensajes de odio, miedo, soledad y aislamiento que hayamos conocido en la Historia: las redes sociales.
- En ese marco, trabaja sobre la idea de promoción de jerarquías rígidas, donde Dios está por sobre el hombre, el hombre por sobre la naturaleza, el hombre blanco por sobre el resto de los hombres, el varón por sobre la mujer, el varón heterosexual por sobre las diversidades sexuales, los ricos por sobre los pobres, los empleadores por sobre los empleados, etc.
- Del otro lado -y esto ocurre en la Argentina y en los demás países donde estas experiencias de derecha radical llegan al poder o ganan espacio- los sectores políticos y sociales que promueven límites al hiperindividualismo, la creación de comunidades “positivas” y algún tipo de morigeración o trastocamiento de las jerarquías rígidas que mencionamos anteriormente, principalmente la jerarquía que otorga el dinero, están golpeados, fragmentados, sumidos en fuertes debates internos, sin “volumen”. Estos sectores atraviesan una severa crisis identitaria y organizativa que se traduce en desorientación sobre el diagnóstico de la situación actual y en las estrategias a seguir en el futuro. Además, en la actualidad están siendo crecientemente “derrotados” y “hostigados” en las plataformas de redes sociales, lo cual refuerza aún más las dudas de aquellos que consideran más importante el estado de “la opinión pública” que el de la sociedad en sí misma.
Hay muchas cuestiones para analizar a partir de este estado de situación. En esta oportunidad queremos señalar un elemento que puede resultar un punto de apoyo para quienes somos oposición en la Argentina y no tenemos duda alguna en seguir siéndolo.
En este contexto de ataque a todo tipo de comunidad positiva, hay una de esas comunidades que puede ganar mayor importancia en el contexto puntual del gobierno de Milei.
Estamos hablando de la comunidad nacional, de la Nación. En palabras de Guillermo O’Donnell, la Nación es “el arco de solidaridades que une al ‘nosotros’ definido por la común pertenencia al territorio acotado por un Estado”. Esto es importante porque “las instituciones estatales” aparecen “sirviendo” al interés de una “generalidad”, que son los de la Nación.
Sigamos un poco. O’Donnell nos explica en su trabajo clásico “Apuntes para una teoría del Estado” que “el referente de las instituciones estatales, la colectividad a cuyos intereses servirían, no es la sociedad sino la Nación”.
Y aquí hay una cuestión sumamente relevante que hace a esta comunidad particular. Y es que “la invocación de los intereses” de la Nación “es lo que justifica imponer decisiones contra la voluntad de los sujetos, incluso contra segmentos de las clases dominantes, en beneficio de la preservación del significado homogeneizante de la nación”.
Dicho de otra manera, es la existencia de la Nación y, a partir de ello, de la posibilidad de que exista un “interés nacional”, la que permite que a veces, en ciertas ocasiones y con distintos grados, la principal jerarquía que estos gobiernos de derecha radical buscan garantizar, la jerarquía del dinero, sea puesta en suspenso o no tenga lugar.
Una Nación no es un mercado. Es otro tipo de colectivo, en el cual tenemos algo que nos es común, algo que entonces constituye una comunidad. Y aquí aparece otro elemento importante. En el caso del gobierno de Donald Trump, garantizar que la jerarquía del dinero sea lo que ordena las decisiones de su Presidencia, está algo más velado tras una retórica que incluye a la Nación estadounidense. Y que utiliza instrumentos como pueden ser el proteccionismo económico.
En el caso del gobierno de Milei -insistimos, con los mismos objetivos en mente- los instrumentos son muy otros. Son instrumentos que se valen mucho menos del “velo” de la Nación o del interés nacional. Son estrategias y acciones que “entregan” el significante de la Nación.
Haremos aquí un punto más. En nuestro caso analicemos el punto de vista particular del peronismo o de lo que podemos llamar también espacio “nacional y popular”.
Con un gobierno de derecha radical desplegándose, una de las paradojas -o no- que se da es que el “pueblo” se ve desdibujado. Por un lado, el bombardeo de mensajes de odio y miedo y también de medidas estatales a las que apelan estos gobiernos produce una mayor división de las demandas populares (esta fragmentación hoy atraviesa e impacta entre los trabajadores formales, los informales, las mujeres, las diversidades, los jubilados, los universitarios, los científicos, los empleados públicos, los comunicadores sociales, etc).
Pero a esto se le suma una cuestión eminentemente política. Al menos en nuestras latitudes, para que se constituya, para que pueda nombrarse y reconocerse un “pueblo”, tiene que haber un liderazgo. En última instancia, no hay pueblo sin liderazgo. Un liderazgo que catalice, que haga foco, que ponga en palabras de dónde venimos y adónde vamos, quiénes somos nosotros y quiénes no somos nosotros.
Hoy en el peronismo los liderazgos están en cuestión. Desgastados, mermados. Puestos “a prueba”. Por la coyuntura o por el tiempo.
Si lo “popular” de nuestro movimiento hoy, en esta etapa puntual, no puede condensarse plenamente, cobra un valor fundamental lo “nacional” como punto de anclaje de un interés superior, que pueda abarcar e incluir más allá de las fronteras del propio movimiento político.
No pareciera que el inmovilismo, la quietud y la espera a un desgaste en la sociedad del gobierno de Milei garantice la reconstrucción del movimiento popular. Por el contrario, aquí esbozamos que correr el riesgo de “agrandarse” podría terminar siendo el único modo de no seguir achicándose.
Y no menos importante: al menos la mitad de nuestros compatriotas, esperan, desde una visión crítica y hasta opositora hacia el actual estado de cosas, que una propuesta popular, defensora orgullosa de la justicia social, la democracia y el respeto a la pluralidad, vuelva a estar a la altura de seguir representándolos.