Este martes 17 de noviembre, día de las militancias -en plural- no fue un día más. El sol resplandeciente iluminó una plaza que se volvió a llenar de pueblo para abrazar una jornada, donde asignaturas pendientes y sueños demorados se entrelazaron para hacer honor al compromiso electoral asumido.
El presidente Alberto Fernández envió el proyecto, para que- por fin-el aborto sea legal, seguro y gratuito.
Se le dio media sanción a la ley del fuego que impide realizar actividad agrícolas y emprendimientos inmobiliarios en las tierras incendiadas. Detrás de los incendios hay especuladores, esta iniciativa les corta el negocio.
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También fue votada la iniciativa que grava por única vez las grandes fortunas, proyecto que parecía condenado a dormir el sueño eterno.
Una vez más el palacio volvió a articularse con el fervor militante de la calle.
El proyecto que grava las grandes fortunas venía demorado, el lobby del sector empresarial operó intensamente para evitar su tratamiento.
Como es habitual, los grupos concentrados de la economía utilizan las crisis para mejorar sus posiciones: con despidos masivos, flexibilizando de hecho las condiciones laborales y exigiendo subsidios estatales.
La crisis producida por la pandemia del Covid 19 fue y sigue siendo un drama para la inmensa mayoría; para el gobierno la obligación de reconstruir el sistema sanitario y de morigerar el impacto económico que descalabró los bolsillos; para un puñado de empresarios el escenario propicio para multiplicar sus ganancias e imponer su agenda.
No se privaron de nada: intentaron forzar una brusca devaluación de la moneda, violar el decreto que prohibe los despidos, capturar dólares de las reservas para “cancelar deudas y adelantar pagos por importaciones” y evitar el tratamiento del proyecto que exige un aporte mínimo y extraordinario a las grandes fortunas.
Es cierto que tuvieron algunos éxitos, pero también fracasos como el intento devaluatorio que perseguía el derribo del gobierno.
Tampoco pudieron evitar que la iniciativa que toca sus intereses desembocara en el recinto.
De regreso a Oktubre
Durante estos meses aciagos de distanciamiento social y cuarentena, de paciencia infinita, de ollas populares y solidaridad extendida para que las panzas no hagan ruido durante las noches por falta de un plato de comida. Durante este tiempo que se hizo eterno, donde millones hicimos enormes esfuerzos, hubieron quienes se dedicaron a desgastar al gobierno.
Los ataques sistemáticos impulsados por el Grupo Clarín, La Nación e Infobae, la provocación permanente de esas marchas raquíticas -pero ruidosas por la amplificación de las pantallas de los multimedios- la rebelión policial, la suba de los precios de los alimentos, colmaron la paciencia de nuestro pueblo.
Y esa impaciencia contenida salió a la calle nuevamente en Octubre, nuevamente un 17, con alegría -como siempre- y sin odios, con la pasión de quienes se movilizan por amor a la Patria.
Esa multitud que no pide permiso, irreverente, heterogénea, generó el acto popular más importante de apoyo al gobierno.
La caravana del último 17 de octubre- impulsada por un conjunto de sindicatos, y un pequeño grupo de organizaciones sociales y políticas- fue tomada por miles y miles que con bocinazos, banderas en mano y bajo un sol primaveral -que asomó después del mediodía- produjo una demostración de conciencia popular.
Fue un aviso a la derecha y un espaldarazo al gobierno.
Esa impaciente paciencia volvió a flamear días después en homenaje a Néstor.
Hay en el pueblo argentino, sus organizaciones y su militancia una fibra sensible a la hostilidad de la derecha.
Una fibra que se forjó durante décadas de lucha, resistencia, proscripciones, dictaduras, victorias y derrotas.
Esa actitud hostil de una oposición que perdió en las urnas en primera vuelta activó esa fibra.
La activación de esa fibra sensible desencadenó un movimiento que se convirtió en acción política y alteró la hoja de ruta que la derecha quería imponer.
Esa fibra se fortaleció durante doce años de kirchnerismo y cuatro de resistencia antineoliberal que dejaron una huella en la subjetividad popular, fortaleciendo la predisposición histórica a dar las batallas necesarias para conquistar derechos o para su defensa.
Todo tiene que ver con todo
Obviamente hubo muchos factores que incidieron, pero resulta difícil pensar la agenda legislativa del último martes sin aquella demostración de fuerza, que encendió una chispa y marcó un camino.
En ese andarivel se inscribe la carta de nuestro bloque de senadores, impulsada por CFK.
El mensaje epistolar fue un hecho político de gran trascendencia que fortalece a Martin Guzman en la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y también marca un límite respecto a los condicionamientos que el Frente de Todos está dispuesto a tolerar, no sólo en el marco de la renegociación de la deuda.
Estos hechos son una muestra de la vitalidad del gobierno popular para avanzar en una agenda de transformaciones estructurales y son el mejor antídoto para contrarrestar los ataques sistemáticos que vendrán desde la derecha.
La organización popular es un activo primordial con que cuenta nuestro gobierno para poder cumplir el contrato electoral
Desde la resistencia a las invasiones inglesas de 1806 pasando por el 17 de octubre de 1945 hasta la lucha contra la dictadura, la movilización popular jugó un papel desequilibrante.
Así fue históricamente en nuestra Patria.
No apelar a ella para mejorar la relación de fuerzas es como tener a Messi en el equipo y dejarlo en el banco.
No es caridad, es justicia fiscal
El debate generado en torno a la ley que grava las grandes fortunas tiene que ayudarnos a avanzar en una reforma tributaria profunda donde quienes más tienen, más aporten: no como actitud solidaria ni obra de beneficencia, sino como un hecho de justicia fiscal.
Este debate también nos tiene que ayudar a formularnos como sociedad nuevas preguntas- por ejemplo- ¿qué rentabilidad empresarial es tolerable para que haya justicia social?
Tal vez las respuestas que encontremos a esa pregunta nos den alguna pista para avanzar hacia un país con más desarrollo, mejor distribución y menores niveles de desigualdad.
Después del Súper Martes quedó demostrado nuevamente que nuestro gobierno goza de un respaldo popular muy fuerte. Ese es el mejor activo para enfrentar la “rebelión fiscal” de los super ricos y su plan de derribo.
Como en aquel 17 de octubre.