“Cambia, todo cambia” dice una de las más hermosas canciones que todes hemos cantado alguna vez. Para muchos nosotres, “los Chicago Boys” han sido los malos de la película desde los tiempos de la Dictadura Empresaria-Militar; sin embargo las cosas cambian.
El George J. Stigler Center es uno de los distintos centros de estudios de la Universidad de Chicago. Su sitio web nos recibe con la siguiente frase “Confrontamos el pensamiento convencional e investigamos los obstáculos que impiden que los mercados sean verdaderamente competitivos”.
El año pasado el Stigler Center publicó un copernicano documento sobre como regular a las grandes empresas de la nueva economía digital
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Una de las más revolucionarias propuestas de los nuevos Chicago Boys es invertir la carga de la prueba en los casos de fusiones y adquisiciones de empresas. Tradicionalmente, cuando una empresa quiere ampliar su participación en el mercado adquiriendo a uno de sus competidores debe pedir permiso a las autoridades regulatorias de defensa de la competencia, quienes para negar la autorización deben probar que la operación sea perjudicial para el bienestar de los ciudadanos-consumidores. La nueva idea es que sea la empresa interesada quien tenga la responsabilidad de probar que la compara de un competidor no generará perjuicios sobre los consumidores ni sobre el resto de sus competidores.
El pasado 14 de enero, el Stigler Center invitó a dar un zoominario al economista Paul Romer. La charla tenía un pochoclero título. “¿Por qué se queda corta la regulación AntiTrust?”. Paul Romer recibió el Premio Nobel de Economía en 2018. Romer es uno de mis economistas preferidos desde que en los tempranos años 90s publicó una serie de papers sobre la teoría del crecimiento endógeno formalizando la obvia idea de que el gasto público en educación y salud crean capital humano y por lo tanto “generan valor”.
En 2018, Romer publicó una nota en The New York Times proponiendo la creación de un impuesto progresivo sobre la facturación de publicidad de los grandes gigantes digitales. Su idea es que este impuesto progresivo en función de la facturación sería un incentivo para detener el crecimiento de la participación de mercado de cada una de las empresas digitales.
En la nota se puede leer el siguiente profético párrafo “La legislación antimonopolio existente en los Estados Unidos aborda principalmente el daño de la suba de precios, no los otros tipos de daño causado por estas plataformas, como sofocar la innovación y socavar las instituciones de la democracia”.
La relación entre el poder monopólico de las corporaciones y el debilitamiento de la democracia no es una idea nueva. Ya les conté en otra nota como el surgimiento del primer impuesto a las ganancias de las corporaciones está íntimamente relacionado con esta idea.
En el libro “La Economía del Sector Público” del Dr. Jorge Macón podemos leer una lectura similar sobre las regulaciones anticompetitivas: “Lo que ocurre es que la motivación (de la legislación AntiTrust) no era sólo económica. Era más bien política. Una de las cuestiones que tiene en claro el entorno político de Estados Unidos, desde por lo menos la tercera década del siglo XIX, es que el sistema democrático no puede mantenerse si algún sector adquiere demasiado poder y rompe el equilibrio”
La semana pasada en España, entró en vigencia el llamado impuesto Google. El Ministerio de Haciendo español espera recaudar mil millones de euros por el impuesto pigouviano a la Romer.
En su charla virtual en la Universidad de Chicago, Romer relató los resultados de una encuesta informal que realizó en su entorno de amigos y conocidos sobre el poder de influencia de Mark Zuckerberg en los resultados de las elecciones.
“Lo sorprendente fue que cuanta más gente supiera sobre los detalles de la publicidad política en Facebook y cosas como sus noticias, más fuerte era su afirmación de que sí, de hecho, si lo deseaba, Zuckerberg podría influir en una elección cerrada y hacerlo sin violar ninguna ley”, dijo Romer. Y agregó: “Este es el problema fundamental con el que tenemos que lidiar, uno que es más importante y más fundamental que este tema sobre si la moderación es censura o no. Mi opinión rápida al respecto es que si crees que la moderación es censura, moderación dentro de la empresa, que modera lo que realmente se puede decir en su plataforma, si crees que la moderación es censura, tienes un problema de competencia ".
Cualquiera de nosotros puede hacer el siguiente experimento. Tomar estos dos párrafos y reemplazar Zuckerberg por Magnetto y “su plataforma” por “sus medios”.