Epidemia de angustia social

17 de abril, 2024 | 00.05

Varios profesionales de la salud mental, sin necesidad de recurrir a encuestas ni mediciones, constatamos que la sociedad argentina está atravesando una epidemia de angustia. Se define como epidemia una enfermedad que se propaga rápida y activamente, de modo tal que el número de casos aumenta significativamente en un área geográfica concreta.

Puede objetarse con toda razón que, dado que la angustia no es una enfermedad sino un afecto, no cabría hablar de epidemia. Sin embargo, asumimos la decisión de utilizar ese término para destacar que estamos ante un fenómeno que se extiende y reproduce desmesuradamente. 

A medida que el gobierno de La Libertad Avanza deja sin derechos, trabajo, remedios, vivienda o alimentos, se multiplica la angustia social. Como primera conclusión planteamos que el crecimiento de la angustia generalizada es directamente proporcional al libre mercado: a mayor presencia de un Estado regulador del mercado y protector de las mayorías populares, más orden y menos angustia social e incertidumbre.

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Definimos la angustia como un afecto de desvalimiento e indefensión frente a un peligro amenazante, un estado de máxima soledad donde el sujeto está, podríamos decir, a solas con la pulsión de muerte.

Simplificando el argumento decimos que el Estado puede ser custodio de derechos de las mayorías o facilitar la “tarea” al capital financiero internacional y la oligarquía. El anarco capitalismo que gobierna concibe al Estado y lo público como lugares de corrupción y enemigos de la libertad, de modo tal que el Estado para La Libertad Avanza es obstáculo para un mercado regido por el capital financiero, y consecuentemente la justicia social, la educación y la salud pública resultan gastos innecesarios, imponiéndose su eliminación.

La relación entre el Estado y la angustia por lo general no se menciona. Si se retira el Estado protector garante de los derechos y se desorganizan los pilares que ordenan la vida como la salud, la educación, el trabajo y el salario, si aumentan las amenazas mediante el miedo y la represión, atacándose la cultura y despojándose de los más elementales derechos al cuerpo social, se genera una vivencia generalizada de desprotección y desamparo que connota una epidemia de angustia.

Vemos el estallido desregulado de un dispositivo tanático compulsivo que tiende a la desintegración de la vida: se trata de lo que definió Freud como pulsión de muerte desamarrada, un odio ilimitado.

Hay una tendencia generalizada que tiende a homologar esta nueva ultraderecha emergente con el nazismo o el fascismo históricos. Aunque probablemente haya similitudes, desde la gramática afectiva encontramos diferencias que interesa resaltar

En el nazismo el goce de la crueldad estaba concentrado en el enemigo externo –el judío–, y tanto la masa alemana como los fascistas italianos se sentían amados por el líder. En el caso actual del fascismo neoliberal, también se gestiona el odio como afecto principal, pero con la característica de dirigirlo contra casi todo el conjunto social: opositores políticos, dirigentes, artistas, científicos, universitarios, gremios, etc. 

Encontramos una articulación entre angustia social y odio que no se daba en el nazismo porque, como dijimos, los miembros de la masa alemana y los fascistas italianos se sentían amados por el líder. En contraposición, Milei es alguien que desprecia a la mayoría de los argentinos, los agravia, descalifica; no sólo deja sin derechos a las mayorías y minorías, sino que también es indiferente hacia lo social.

La sociedad argentina se ve sometida por parte del presidente a una permanente afrenta a la autoestima, al agravio y a un sadismo desamarrado, sin diques civilizatorios. Si las personas pierden sus derechos y su cualidad de sujeto político se convierten en mercancía, en objeto angustiado.  

Junto a la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires hemos evaluado la grave situación que genera este modelo de gobierno en relación a la salud mental y, en particular, a lo que consideramos una verdadera epidemia de angustia social. A efectos de actuar en la realidad descripta, hemos recuperado un dispositivo que inventamos en la pandemia del coronavirus denominado “Apba escucha”. Frente a lo que actualmente consideramos como una epidemia de angustia social, reconfiguramos aquel dispositivo y creamos talleres que ponemos a disposición de los gremios. Los trabajadores agremiados forman parte muy importante del conjunto social que consideramos población en riesgo, dado que han sido vulnerados en sus derechos, expulsados o amenazados. 

Ya aprendimos, como afirmó el Papa Francisco en el contexto de la última pandemia, que “nadie se salva solo”. Frente a una epidemia la salida no es solo singular sino fundamentalmente colectiva, permitiendo el pasaje de objeto a sujeto de la palabra, de víctima pasiva a sujeto activo, de despojado a merecedor:  se trata de operar con la angustia mediante el lazo social, el discurso.

Si este modelo de gobierno produce restos y excluidos a fuerza de motosierra y licuadora, será necesario dignificar el lugar del resto y hacer una causa con ello pasando de la impotencia a la potencia colectiva