Existe una especie de disclaim, un asterisco, para aclarar que la opinión del presidente Javier Milei no necesariamente refleja la opinión de su Gobierno. Fue muy comprobable con la posición de la Unión Europea después de las críticas de Milei al presidente español Pedro Sánchez. Ahora también se debe aclarar que el presidente no necesariamente preside su gobierno. Es que después de armar el gabinete a su imagen y semejanza tuvo que asumir que el país se gobierna con política, esa que tanto desprecia, y poner a un político al frente de su gobierno.
Guillermo Francos, un dirigente que viene de la derecha democrática. Formó el Partido Federal en 1983 que agrupó a ex militares y funcionarios de pasadas dictaduras. Después estuvo con Gustavo Beliz y con Domingo Cavallo y llegó a diputado nacional. Hasta que pegó el salto al sector privado y terminó en el Grupo Eurnekian, donde conoció a Milei.
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Francos estaba como ministro del Interior, desde donde negoció tangencialmente para destrabar la aprobación de la ley bases en Diputados pero frente al rotundo fracaso de la negociación en el Senado, Milei tuvo que separar a su primer jefe de Gabinete, Nicolas Posse, y darle el lugar a Franco, desde donde logró en pocos días obtener el dictamen.
Ahora se habla mucho de los motivos para despedir a Posse, si espió o no a la hermana del presidente y al resto del gabinete o si perdió una interna con Luis Toto Caputo.
Lo cierto es que el poder económico y financiero al que Milei tanto le gusta seducir, le había bajado ya varias veces el mensaje de que el problema principal del Gobierno era la falta de volumen político. Que los ajustes les parecían bien, hasta incluso excesivos cuando miraban el costo social, pero que no significaban nada sin respaldo político. Y la forma de medir el respaldo era y es con la aprobación de la ley bases.
Así que Milei tuvo que responder a tanta presión y la decisión fue entregar el manejo del Gobierno a alguien que entienda de política.
Y en parte lo puede hacer porque el veranito electoral todavía dura: todos los presidentes mantenían una muy buena imagen en los primeros seis meses de Gobierno. Y este no es la excepción. Incluso mejor de lo que se esperaba.
Pero mientras el oficialismo recupera la política como instrumento de transformación, para bien o para mal, la oposición sigue sin encontrar su rol. Después de todo, un Gobierno puede tener éxito o fracasar. Pero tiene que haber algo del otro lado que justifique el cambio.
En Unión por la Patria, no cambiaron muchas cosas. La discusión Cristina Kirchner si o no, llegó o no el turno de Axcel Kicillof, existe la liga de gobernadores del interior agota. Por suerte, más allá de los tucumanos, no hubo mayores fugas en el Congreso, lo cual permite trabajar coordinados algunos temas. Aunque seamos claros: lamentablemente, el común de los argentinos no tiene idea qué pasa en el Congreso.
A un movimiento muy interesante como fue la reunión de Kicillof con el gobernador radical de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, le sigue el escándalo (sexual) de Espinoza neutralizando el debate público.
El Radicalismo sigue perdido en una confusión ideológica insólita. Los redactores del 14 bis insisten en modificar el proyecto aprobado por Diputados, con cuestiones sensibles para los Sindicatos que hasta el propio oficialismo dejó de lado. Habría que preguntarle a algún legislador radical si alguna vez leyó a Leonidas Anastasi, o si imagina qué pensaría Crisologho Larralde de la flexibilización de leyes laborales que impulsan los senadores.
Y en esa confusión, el PRO si tiene novedades interesantes. Mauricio Macri mandó a renunciar a sus cargos a sus leales en la Provincia de Buenos Aires, para vaciarle poder a la estructura que responde a Bullrich. Sin contar que el despido de Posse sería por su cercanía al ex Presidente. Un interesante debate para el 2025: compartir listas con el oficialismo, con una clara pérdida de poder en el manejo de la lapicera; o mantener identidad, aunque sea al estilo Cambiemos. Un gran debate con la mira en 5 a 10 diputados.
El Pacto de Mayo fracasó, es cierto. Pero el DNU sigue vigente y la ley bases con posibilidades de aprobarse. Aunque siempre está la sospecha que el propio Gobierno la boicotea, para poder justificar su posible fracaso.
El oficialismo intentará consolidar esta regreso de la política a la gestión mientras el Presidente se mantendrá en ese ritmo que tenía cuando era simplemente un mediático, esa rara forma de identificar a quienes solo generan controversias para alimentar ciertos espacios en los medios, no puede generar una expectativa diferente.
El problema seguirá siendo qué expectativa se puede generar desde la otra vereda.