La nota anterior para esta columna de opinión fue entregada antes del domingo 28 de julio de 2024, fecha en que se inauguró la Exposición Rural de Palermo en el predio ocupado por la Sociedad Rural Argentina (SRA) y, como suele ocurrirnos en nuestro país, la realidad supera con creces la ficción y el terror. Puesto que las analogías, nada forzadas, que enunciaba con una visión retrospectiva del derrotero de esa patricia institución de la oligarquía ligada permanentemente a las tragedias de la Patria, con expresas alusiones a la cosecha tardía libertaria de mieses de un pasado remoto destinadas a unos pocos privilegiados, fueron superadas con creces por el disparatado -y no por ello menos funesto y cipayo- discurso del presidente de la Nación. Lo que me lleva hoy a retomar ese hilo conductor de la entrega, las miserias humanas predemocráticas y la impudicia más extrema de que dieron cuenta esos discursos de ocasión, junto a otros episodios similares difundidos en esa semana.
Gente “muy normal y de bien”
En el acto inaugural de la Exposición Rural pronunciaron sus discursos Nicolás Pino, presidente de la Sociedad Rural Argentina (SRA) y Javier Milei, entre guiños que daban cuenta también de una suerte de guionado previo que no levantara polvareda y liberara de concesiones concretas al primer mandatario, a sabiendas que ninguno de sus anuncios de campaña (dolarización, eliminación del cepo cambiario y de las retenciones a las exportaciones agropecuarias, entre otros) se habían cumplido ni serían parte de su disertación en ese día.
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Rodeados de ministros, con la vicepresidenta Villarruel a prudente distancia y sin entrar en foco de las imágenes televisadas, junto a la habitual presencia en esos actos de estancieros, dirigentes de las patronales rurales y de los negocios corporativos, los disertantes se repartieron elogios y abundaron en referencias a un pasado glorioso con centralidad campestre, augurando un futuro promisorio en tanto se emprendiese ese viaje de regreso a la Argentina de fines del siglo XIX y se asumiese el sacrificio que, según ellos, impone el presente.
Nicolás Pino comenzó hablando de la disposición de los ruralistas a acompañar al Gobierno nacional y que, aun cuando podrían hacer reclamos -que por las dudas mencionó al pasar-, se abstendría de ello como expresión de un voto de confianza a la palabra empeñada por el Presidente de la Nación, aclarando, que la demora en la liquidación de las exportaciones no era fruto de una especulación (detrás de una nueva devaluación del peso) sino una actitud de los productores que respondía a una sana administración de los recursos y de los tiempos.
Dijo que la democracia se había consolidado, dejando atrás las dictaduras, pero que no debe aceptarse que los funcionarios se crean dueños de sus cargos en lugar de “servidores públicos”, destacando su misión en defensa de la propiedad privada y la seguridad, así como la necesidad de volver a un país federal con eje en el deber de los gobiernos locales de realizar los “ajustes” que sean menester para liberarlos del peso que deriva del sobredimensionamiento del aparato estatal. Obviamente, también hizo algunas citas a Juan Bautista Alberdi en línea con esas reflexiones y la declamada fe democrática de la SRA.
Esto último en nada se condice con la historia de la Sociedad Rural Argentina que, ya en sus inicios (fundada en 1866) financió la Campaña del Desierto (1878-1885) y benefició luego a sus socios estancieros con la apropiación de millones de hectáreas, genocidio de poblaciones originarias de por medio, y estuvo siempre ligada -cuando no directamente asociada- a las dictaduras impuestas por los golpes de Estado en el siglo XX, incluso a la más criminal y que consagró el terrorismo de Estado en 1976, como explícitamente lo expuso en una solicitada publicada el 24 de marzo de 1977:
“La Sociedad Rural Argentina (SRA) al País. En el primer aniversario del gobierno de las Fuerzas Armadas (…) Este proceso requiere el apoyo y sacrificio de todos los sectores (…) La Sociedad Rural Argentina reitera frente a los productores y la ciudadanía en general su apoyo a toda acción que signifique completar el proceso iniciado el 24 de marzo de 1976, para poder lograr así los fines propuestos, que en definitiva son los grandes objetivos nacionales.”
En el discurso de Milei, en cambio y como es usual en sus intervenciones, no hubo alusión ni mención alguna a la democracia, pero sí una ostensible reivindicación del rol de lo grandes productores rurales a los que llamó “gigantes” que sostienen al país, señalando que “los días más felices para los argentinos fueron los días más felices para el campo”.
Insistió en su recurrente evocación de una “época dorada”, que ubica en una etapa anterior al reconocimiento de básicos derechos civiles y políticos, entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, citando datos económicos y sociales disparatados que no resisten análisis ni registro histórico, aduciendo que nos transformamos de un país de bárbaros al país número uno en el mundo. Como parte de su fábula, acorde con el mundo animal que lo circundaba, sostuvo que en diciembre pasado estábamos ante la crisis más grande de la historia de nuestro país, con una inflación anual proyectada del 17.000% y que su gobierno redujo al 35% (¿?).
Tomando el lema que lucía frente a él (“Cultivar el suelo es servir a la patria”) y que identificó como las históricas palabras que velan sobre el predio, planteó que: “Es una actividad que saca lo mejor de sí de los hombres, porque trabajar la tierra y domesticar lo salvaje no es otra cosa que hacer civilización. Fue la actividad agropecuaria la que nos permitió ocupar la extensión del territorio argentino y dominar la frontera y muchos de quienes están aquí con nosotros tienen el orgullo de ser los herederos bisnietos y tataranietos de aquellos héroes. También es un hecho que el proceso de declive económico nacional comenzó cuando los políticos le dieron la espalda al sector agropecuario.”
Y por si algo hacía falta para ratificar la visión regresiva, anacrónica y de sumisión al coloniaje que propone para la Argentina, se manifestó en favor del modelo de país pastoril “agroexportador”, denostando los proyectos basados en la sustitución de importaciones, así como proponiendo una apertura total e indiscriminada de la Economía y del Comercio.
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Donde hay un interés nace un derecho
El gobierno libertario defiende todas las libertades de mercado a la vez que cercena y niega libertades inherentes a derechos humanos fundamentales como los de expresión, de reunión, de protesta o de información. Lo que no entraña una paradoja, sino que resulta de pura lógica, en tanto que el régimen neoliberal que se pretende imponer sólo se sostiene recortando derechos -individuales como, principalmente, colectivos- y reprimiendo toda resistencia u oposición a sus designios, a sangre y fuego si es preciso.
Esa concepción no respeta límite alguno, ni siquiera en un ámbito tan sensible como es el que atañe a los delitos de lesa humanidad, que la democracia recuperada en 1983 junto al impulso decisivo para su juzgamiento que se le dio desde el Estado en el año 2003, ha llevado a considerarlos imprescriptibles e insusceptibles de indultos u otras alternativas de morigeración de las penas impuestas. Sin embargo, se vienen verificando una serie de acciones desde el propio Gobierno (como es el caso del ministro de Defensa, Luis Petri, de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich y de la Vicepresidenta, Victoria Villarruel) y de legisladores de La Libertad Avanza, en un claro sentido negacionista del plan siniestro organizado por la dictadura cívico militar del 76’ y hasta en abierta dirección a la reivindicación de quienes -hoy juzgados y condenados- fueron protagonistas del terrorismo de Estado.
Cumple un destacado lugar el diputado Beltrán Benedit (LLA), dirigente de la SRA, que organizó una visita -junto a otros diputados de su mismo Partido- al lugar donde se encuentran cumpliendo sus condenas algunos de los más icónicos genocidas y mantuvieron una reunión con varios de ellos con el objeto de buscar alternativas para liberarlos o conseguirles el beneficio de la prisión domiciliaria.
El director de cine Goyo Anchou informó en una entrevista que el gobierno nacional aplicó un “código de censura”: Nos recitaron una serie de contenidos que no podíamos incluir: contenido LGBT, contenido feminista, contenido que criticara la dictadura militar, contenido que defendiera el gobierno anterior y películas con Lali Espósito. No es novedad que la cultura, en particular la cultura nacional, no es de interés para el gobierno y que se esfuerza en recortar todo presupuesto dirigido a esas áreas, pero la censura como medio de “recorte” excede -y mucho- un tema presupuestario, sino que pretende crear un clima de persecución, miedo y hostigamiento, tal como también señalara Anchou.
El DNU dictado por el PEN, ahora a consideración por el Congreso, por el que incrementa en 100 mil millones de pesos los fondos reservados para la SIDE cuyo manejo es discrecional y no sujeto a control, apuntan en el mismo sentido. Otro tanto sucede con el sistema de el ciberpatrullaje en redes sociales, aplicaciones y sitios de internet de acceso público implementado por el Ministerio de Seguridad, a través de la creación de la Unidad de Inteligencia Artificial Aplicada a la Seguridad (UIAAS).
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Espertpento
La semana anterior se hizo viral un video del diputado José Luis Espert (examigo y compinche/enemigo/y nuevamente amigo de Milei, a quien éste llama “el profe”), centrando la atención sobre sus consideraciones acerca de la pobreza y el modo de afrontarla. En realidad, forma parte de una larga entrevista publicada por INFOBAE hace dos años atrás, aunque no deja de ser ilustrativa e interesante para analizarla en el actual contexto, porque muestra las vísceras más escatológicas del pensamiento que comparte con los libertarios en el Gobierno que, el diputado de Avanza Libertad, siente como propio.
Lo que se viralizó fue un extracto de las siguientes declaraciones:
“Uno no puede darle una AUH por cada hijo: hasta dos hijos te damos AUH, más allá no. No puede ser que uno esté subsidiando el aumento de la pobreza. (…) porque si a cada persona beneficiaria de planes se le subsidia cada hijo que tiene, la persona no va a tener ningún control sobre la natalidad y hay que tener una paternidad responsable. Los hijos tienen que ser queridos para que vengan al mundo, porque si vienen al mundo hijos no queridos, esos hijos no queridos no van a recibir el afecto que merecen, van a ser maltratados, probablemente sean violados y estaremos formando en el futuro delincuentes, violadores y asesinos.
(…) La tasa de crecimiento de la población en hogares marginales está alrededor de 4 y 5 veces superior a la tasa de crecimiento de la población de clase media y media alta, como consecuencia de lo cual esto significa que, si Argentina no pone un límite a la natalidad en los hogares pobres, Argentina va a ser una gigantesca villa miseria en otro medio siglo, luego de 60 años de decadencia. Acá esto hay que mirarlo con total desapasionamiento, con total objetividad, con total frialdad, sacando los valores religiosos de por medio. Acá estamos frente a un drama social y poblacional. Tenemos una población que la mitad es pobre y esa mitad que es pobre crece a una velocidad la población que es infinitamente superior a la población que no es pobre. Si uno no empieza a poner controles de algún tipo o a mirarlo con objetividad este problema, Argentina va a ser una villa miseria gigantesca.”
Esa suerte de selección natural para terminar con la pobreza, comenzando por “terminar” -como sea- con las personas pobres es sugerente, pero para nada original, ya ha habido otros experimentos para esos grupos de población u otros catalogados como inferiores o considerados un riesgo para la preservación de una “raza superior”.
Sin embargo, otros tramos de aquella entrevista tienen tanta o más relevancia, en orden a desnudar la mentalidad retrógrada como la tendencia serial a falsear la Historia que ostentan los principales dirigentes libertarios y quienes se les pegan en cuanto ven un hueso que morder.
Nos ilustraba “el profe” Espert en una clase magistral de la mentira, sin ruborizarse:
“En los últimos 60 años hemos tenido siete planes económicos -este es el octavo, en realidad- y todos terminaron igual que este: con crisis. Terminó en crisis el plan de principios de los 60, de Frondizi seguido por los militares; el plan de inflación cero de (José Ber) Gelbard; el plan de (José Alfredo) Martínez de Hoz; el Plan Austral (de Raúl Alfonsín); el Plan de Convertibilidad (de Carlos Menem); el plan de los Kirchner; y el plan de Macri. Siete y el octavo es el plan de Alberto Fernández. Si el emblema de la estrategia de crecimiento de Argentina de los últimos 60 años ha sido la sustitución de importaciones ha sido un gran fracaso. Y, en realidad, es un fracaso porque es un gran pescado podrido, un gran buzón que nos hemos comprado. Lo mejor que le puede pasar a una economía, como a cualquier persona, es la competencia. La competencia genera altruismo, genera mérito, genera eficiencia, hace que uno se especialice en lo que es bueno. Incorporás cultura, incorporás buenos hábitos. La competencia es muy muy sana.”
Esta gente de bien no reconoce límites para el absurdo, pues sostener que los “planes” de Martínez de Hoz (1976), de Menem (léase Cavallo, 1991) y de Macri (2016) son equiparables a los otros referidos y que, el rasgo en común, fue que impulsaban un modelo de “sustitución de importaciones” es insostenible, carece de toda honestidad intelectual y es muestra de un gran pescado podrido que nos quiere vender “el profe”sional de la mentira que hoy luce las ropas del oficialismo, como otras de más dudosa procedencia.
La Historia puede repetirse como tragedia
El “18 de brumario de Luis Bonaparte” es una obra escrita por Carlos Marx entre fines de 1851 y comienzos de 1852, que en el Prólogo a su segunda edición (1869) el propio autor señalaba:
“Entre las obras que trataban en la misma época del mismo tema, sólo dos son dignas de mención: ‘Napoléon le Petit’, de Víctor Hugo y ´Coup d'Etat’, de Proudhon. Víctor Hugo se limita a una amarga e ingeniosa invectiva contra el editor responsable del golpe de Estado. En cuanto el acontecimiento mismo, parece, en su obra, un rayo que cayese de un cielo sereno. No ve en él más que un acto de fuerza de un solo individuo. No advierte que lo que hace es engrandecer a este individuo en vez de empequeñecerlo, al atribuirle un poder personal de iniciativa que no tenía paralelo en la historia universal. Por su parte, Proudhon intenta presentar el golpe de Estado como resultado de un desarrollo histórico anterior. Pero, entre las manos, la construcción histórica del golpe de Estado se le convierte en una apología histórica del héroe del golpe de Estado. Cae con ello en el defecto de nuestros pretendidos historiadores objetivos. Yo, por el contrario, demuestro cómo la lucha de clases creó en Francia las circunstancias y las condiciones que permitieron a un personaje mediocre y grotesco representar el papel de héroe.”
Es en esa obra, en que Marx enuncia la muy conocida frase: “La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa", que ha sido objeto de innumerables citas en textos de diferente naturaleza y, especialmente, de índole política.
Sin embargo, no sólo en sentido literal, la Historia ha demostrado que puede repetirse como una gran tragedia, mucho mayor, con o sin farsa incluida. Para no abundar en ejemplos, basta con pensar en las llamadas “dos grandes Guerras Mundiales” -denominación que soslaya otras tantas y se debe a haber tenido a Europa, también, como teatro de operaciones-; cuando, terminada la Primera, se constituyó la Sociedad de las Naciones para garantizar la paz e impedir que una conflagración bélica de esa envergadura pudiera repetirse y, transcurridos veinte años, se iniciaba la Segunda que se cobró más del doble de víctimas fatales y puso en evidencia horrores que hasta hoy nos conmueven.
Quizás entonces, venga a cuento recordar una estrofa de la canción “En el País de Nomeacuerdo” (María Elena Walsh): En el país de no me acuerdo / Doy tres pasitos y me pierdo / Un pasito para allí, no recuerdo si lo di / Un pasito para allá, ay, qué miedo que me da.
Más allá del grotesco, la farsa o el estrafalario conjunto de personajes que han desembarcado en las instituciones del Estado, o del neoliberalismo/cipayismo explícito reinante, sería un grave error trazar un paralelismo lineal con el ciclo iniciado en los 90’ puesto que, si de coincidencias se trata, las mayores y más preocupantes se registran con relación al oscuro período iniciado en 1976.