Guerra en Ucrania: la continuidad de la pandemia por otros medios

27 de marzo, 2022 | 00.05

Si la guerra es la continuación de la política por otros medios, esta guerra se expresa como apariencia de una guerra más profunda, por la imposición y conformación de un nuevo orden mundial. Nos encontramos transitando hacia un momento estratégico-militar en la lucha interimperialista.

Queda claro que luego de la crisis de 2008 hubo realineamientos de actores que dieron como resultado la emergencia de dos alianzas que asumieron carácter de contradicción principal. Una alianza inicialmente conformada por China y Rusia, y por otro lado, la alianza desarrollada por Estados Unidos, Reino Unido, Australia y Japón. En términos supranacionales, esta contradicción se puede reflejar, entre la Organización para la Cooperación de Shanghai (OCS) y el Grupo de los Siete (G7), siempre bajo iniciativa angloamericana, algo evidenciado en la reciente conformación de la alianza militar AUKUS (Au por Australia, UK por Reino Unido y US por Estados Unidos).

Tras la pandemia, este 2022 puso en evidencia un segundo momento estratégico de la contradicción principal. La finalización de la megaobra del gasoducto Nord Stream II actuó como “hecho maldito”, que puso en evidencia la alianza entre China, Rusia y el proyecto estratégico germano-francés que conduce a la Unión Europea, lo cual inquietó a Washington, quien instrumentó los resortes necesarios para romper esta alianza en el corazón de Eurasia, utilizando a Ucrania como brazo de maniobra

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Como respuesta a esta ofensiva, Moscú decidió avanzar sobre territorio ucraniano en lo que denominan, en el marco de su doctrina militar, una “operación militar especial”. Al inicio de las acciones, el presidente Vladimir Putin detalló el incumplimiento de los “Acuerdos de Minsk I y II” y el conflicto irregular y de baja intensidad que el ultranacionalismo ucraniano fue instalando desde 2014, en una región rusohablante del este ucraniano denominada como Donbass (Donetsk y Lugansk). Putin se refirió a un “genocidio” de 15 mil personas y a la necesidad de “desnazificar” el Estado ucraniano.

En menos de 72 horas la invasión militar rusa controlaba grandes porciones del territorio ucraniano, con fuerzas provenientes de cuatro frentes: por el norte, desde Bielorusia; por el noreste desde la frontera rusa; por el este, desde la región del Donbass; y desde el sur, desde la Península de Crimea. Cuatro días después del inicio de las hostilidades, el 28 de febrero, se sentaron por vez primera los negociadores ucranianos y rusos, en la primera ronda de unas conversaciones que ya llevan más de cuatro encuentros. La misma intenta alcanzar un alto al fuego -muchas veces boicoteado por fuerzas paramilitares del ultranacionalismo ucraniano- y el establecimiento de corredores humanitarios por parte de Rusia.

El pasado 22 de marzo, el Ministerio de Defensa ruso actualizó los datos de su operación militar en Ucrania, informando que habían “sido destruidos 236 vehículos aéreos no tripulados, 185 complejos de defensa aérea, 1.547 tanques y otros vehículos blindados de combate, 154 sistemas de lanzacohetes múltiples, 612 cañones de artillería de campaña y morteros, así como 1.343 unidades de vehículos militares especiales”. Sólo ese día habían destruido 83 objetivos militares.

En estrictos términos estratégico-militares y operacionales, la acción militar “especial” rusa sorprende por su nivel de precisión. Por supuesto, deberán dar explicaciones de algunas acciones, particularmente de la destructiva toma de la ciudad de Mariupol, para conectar por vía terrestre la península de Crimea con la región del Donbass y el mar de Azov, que según el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky fue “reducida a cenizas”. Ni hablar del drama humanitario originado en la migración forzada de casi 3 millones de personas, hacia Europa occidental, pero también hacia Rusia, desde la región rusohablante.

En su célebre pasaje sobre el “análisis de situación, correlaciones de fuerza”, el pensador italiano Antonio Gramsci señaló que, para el estudio de la realidad social, es preciso distinguir tres momentos: a) el económico; b) el político; c) el militar. Sobre este último momento, el de la correlación de las fuerzas militares, afirma que “es el inmediatamente decisivo en cada caso”, distinguiéndose, hacia su interior, dos grados: 1) técnico-militar; y 2) político-militar.

A un mes del inicio de las acciones bélicas, en relación al primer grado, el técnico-militar, quedan pocas dudas de que el conflicto armado está resuelto en favor de Rusia. 

¿Por qué, entonces, la guerra sigue su curso? 

Para responder a esta pregunta es necesario observar el conflicto desde el componente multidimensional de la guerra (militar, económico, político, informacional, social, etc.) y afirmar que hay dimensiones de la misma que tensionan profundamente a Rusia. 

Si bien lo técnico-militar puede estar resuelto en favor de Rusia, es en el plano político-militar donde las tensiones se siguen agudizando y no están por resolverse en el corto plazo. Esto es así porque para los grandes jugadores del G2, China y Estados Unidos, Ucrania es un “pivote geopolítico”, para enfrentar a un “jugador estratégico”, tal como afirma el estratega globalista más importante de los últimos tiempos, Zbigniew Brzezinski.

En tal sentido, las negociaciones del pasado 18 de marzo entre Joe Biden y Xi Jinping desnudan que el conflicto ruso-ucraniano es un “teatro de operaciones” de la disputa del G2 mundial: aquella en la que dos modelos de acumulación, el chino y el estadounidense -más como redes financieras tecnológicas que como Estados- dirimen la gobernanza global en el marco de la nueva fase digital del capitalismo. En pocas palabras, se puede afirmar que Rusia es a China lo que la Unión Europea es a los Estados Unidos o, más precisamente, al gran capital angloamericano

Mucho se ha especulado respecto de la reunión entre Biden y Xi. Sin embargo, el periódico chino, Global Times, remarcó en una editorial que China no debería olvidar que Washington aún considera al gigante asiático como “su mayor competidor” y que Rusia “es el activo estratégico diplomático más importante y estable de China, que no puede dañarse”.

Biden, por su parte, en su discurso en la OTAN el pasado 21 de marzo afirmó que: "Ahora es un momento en que las cosas están cambiando. Va a haber un nuevo orden mundial y tenemos que liderarlo. Y tenemos que unirnos al resto del mundo libre para hacerlo".

En la carta anual escrita por el CEO de Blackrock, Larry Fink, deja entrever que para él, la guerra con Ucrania está siendo utilizada como un catalizador para reorganizar la economía sobre las cenizas del viejo orden mundial: “La invasión rusa de Ucrania ha puesto fin a la globalización que hemos experimentado en las últimas tres décadas”.

Para plantear escenarios en relación al desarrollo de este conflicto geopolítico, es preciso atender a la dimensión político-militar y comprender que no se trata solamente de una disputa territorial. En este sentido, se presentan dos escenarios fundamentales.

Por un lado, para Occidente, resulta central mantener la desconexión de China y Rusia con la Unión Europea, lo que constituye un elemento fundamental de su supervivencia como hegemón. Por el otro, la alianza China- Rusia buscará la integración directa o indirecta de los territorios de la vieja Unión Soviética, más específicamente Ucrania, como territorio neutral o integrado al proyecto de la Rusia como entidad bisagra entre Asia y Europa.
 

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