“El fútbol femenino es más lento”, “las mujeres no pueden jugar a la pelota”, “no hacen tres pases seguidos”, son algunos de los comentarios que recibe a diario Luciana Bacci, jugadora profesional y defensora de Racing. Tiene 25 años, y formó parte de la Selección Argentina Sub 17 y la selección rosarina. “Es el despertador con el que me levanto y me acuesto todos los días, y nos pasa a todas”, explica. El mundo del deporte en general, y del fútbol en particular, ha estado ocupado desde sus orígenes a principios del siglo XX por varones. La cultura futbolera se ha construido e institucionalizado desde espacios de dominación patriarcal, y se han naturalizado relaciones desiguales son producto de la historia. A pesar del crecimiento del fútbol femenino a nivel mundial y el comienzo de la profesionalización en Argentina, no hace falta más que recorrer los nombres de quienes lideran los organismos internacionales y nacionales del deporte, para corroborar que son hombres los que deciden las reglas de ese espacio social.
Esta semana Mario Pergolini, empresario de medios y actual vicepresidente del club Boca Juniors, se expresó de esta manera en una entrevista con el medio Detaco. Su gesto es una muestra más del tipo de dirigencia de la que hoy depende el futuro de miles de mujeres futbolistas. “Me parece que aún le falta atractivo a nivel del juego. No están muy lejos, pero ese poco que le falta le quita algo de interés. Creo que habría que darle una idea de espectáculo un poco distinto al fútbol que estamos acostumbrados a ver, para que no compita directamente”, dijo el dueño de Vorterix quien además agregó que como estrategia cambiaría el reglamento y pondría “más el foco en las historias de sus jugadoras, que salgan de los estereotipos conocidos”. Lo que se instala en el debate público es una comparación física que determinaría el atractivo del espectáculo que, desde una perspectiva fatalista, termina condenando a las mujeres a nunca cumplir ciertas expectativas.
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A primera vista da la sensación que el conductor está más preocupado por vender un producto televisivo y promocionar a las jugadoras como “historias de vida ” u objetos seductores para los ojos masculinos, que por generar un desarrollo del fútbol femenino a largo plazo y promover políticas para hacerlo más competitivo. Pero además en su discurso persiste un claro sesgo machista que no le permite analizar el deporte en su integralidad más allá del género. “Pergolini simplemente ve los resultados y no puede ver las diferentes trayectorias del fútbol masculino y el femenino. El nuestro viene con muchísimos años de invisibilización - dice Bacci – Seguramente no le interesa trabajar las falencias del fútbol femenino y le parece que la manera más fácil es un cambio de reglamento, por lo que dejaría de ser fútbol”.
La figura de cambiar las normas, de imponer un tiempo mínimo de juego, y otras variantes, sugiere que las mujeres no están preparadas biológicamente para practicar el deporte como lo conocemos, ese que juegan los varones. En término teóricos es un retroceso hacia atributos normativizantes y taxonomías clasificatoria de lo masculino y lo femenino. Mónica Santino, ex jugadora de All Boys y fundadora de la organización social, feminista y deportiva La Nuestra en la villa 31, plantea que en realidad no existen diferencias en cuanto a lo deportivo, y que lo juegan igual mujeres, varones e identidades no binarias: “Decir que no podemos aguantar 90 minutos, que hay cosas que no podemos hacer, es una forma muy limitada de ver el cuerpo de las mujeres y seguir pensándose solamente en términos de maternidad o reproducción. Y los cambios reglamentarios no son para hacerlo más atractivo , son una forma de legitimar la creencia de que no tenemos las mismas capacidades de jugar al fútbol que los varones”.
El camino más fácil desde esta perspectiva es armar otras reglas, crear un subgénero desprendido del “Fútbol Superior”, dejando intacto el verdadero problema que es la cultura patriarcal. “La única diferencia son los privilegios, las posibilidades de jugar a edad temprana y desarrollarte profesionalmente, y la posibilidad social de tener el juego totalmente habilitado desde el inicio”, dice la DT Santino. “El varón nace con la pelota en los pies y la mujer nace con una cocinita o una muñeca. Cuando empecemos a cambiar ese sexismo todo lo que nos rodea va a cambiar”, agrega Luciana. El juicio de valor sobre la calidad o el interés que despierta no tiene en cuenta el punto más importante: la planificación a largo plazo y la incorporación de mujeres desde su etapa formativa en las divisiones inferiores, columna vertebral en la carrera de cualquier deportista que debería ser el foco de atención de los clubes. “Para crecer necesitamos que una niña de 5 o 6 años pueda acercarse a un club y tenga la chance de jugar. En las grandes potencias como EUA, Japón, o Alemania, las niñas son tratadas como deportistas a edad temprana y eso les da ventaja en la competencia”, relata la referente social que fue declarada como personalidad destacada del deporte por La Legislatura porteña.
2019 fue un año paradigmático. En marzo, como resultado de una lucha histórica, en Argentina se anunció la profesionalización de la disciplina para la primera división. Si bien terminó siendo en los hechos un régimen intermedio y no modificó las condiciones estructurales, marcó un antes y un después. A nivel internacional luego del éxito del Mundial de Francia 2019 el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, anunció que aumentaría la inversión en el fútbol femenino en todo el mundo. Pero cualquier cifra no es suficiente si no hay un compromiso político para generar una transformación real. “Para identificar y cambiar las cosas hacen falta mujeres con perspectiva de género y poder de decisión. Somos nosotras las que experimentamos la opresión y solo nosotras sabemos lo que nos cuesta - afirma la jugadora de La Academia- en este último tiempo se hizo hincapié en la inversión, pero además se necesita gestión y organización”. El nombramiento de Inés Arrondo como secretaria de Deportes es trascendental, pero en los clubes los puestos jerárquicos y las comisiones directivas siguen ocupadas por hombres, y es allí donde se dan las batallas.
En marzo de 2020, días antes de que se declare la cuarentena obligatoria, se televisó el partido Boca y Excursionistas que terminó 16 a 0. El resultado no fue casual ya que se enfrentaron un equipo completamente profesionalizado que entrena todos los días en una cancha, y uno con solamente ocho contratos, sueldos mínimos, y entrenamientos sin la infraestructura adecuada. Las instalaciones, los sueldos, los equipamientos, y las facilidades a disposición estimulan o perjudican el trabajo. La decisión de la transmisión, que puede implicar una voluntad de mayor visibilización, no alcanza sin un cambio de fondo real y político. “Necesitamos lugares de entrenamiento en condiciones dignas, la misma capacidad de recursos materiales que el fútbol masculino, liderazgos femeninos en las esferas de poder, en las comisiones de los clubes, mujeres hablando de fútbol con perspectiva de género. Y empezar a pensar el fútbol de abajo para arriba, para contrarrestar la cultura machista e ir por el desarrollo. Recién ahí con esa participación vamos a estar hablando de un fútbol femenino potente y pujante”, concluye Santino.