El pasado domingo 30 de abril ganó en las urnas paraguayas la continuidad. Ganó el histórico Partido Colorado, la estructura política heredera de la dictadura más larga de la región, encabezada por Alfredo Stroessner durante 35 años. En la figura del exministro de Hacienda, Santiago Peña, y con una oposición fragmentada, se impuso el ala ligada al expresidente Horacio Cartes del partido hegemónico, que se quedó con 15 de las 17 gobernaciones en disputa y las mayorías de ambas Cámaras.
Ganaron las fuerzas neoconservadoras. A contramano de lo que electoralmente está sucediendo en la región, en un territorio que opera como un enclave político norteamericano de importancia estratégica. Allí se emplaza la embajada estadounidense más extensa de Sudamérica, que dispone de instalaciones militares, desde donde puede desplazarse gran cantidad de personal y material militar en pocas horas.
La presencia de EE.UU en los asuntos internos de Paraguay es estrecha. En enero de este año, en el preludio electoral, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos lanzó una ofensiva contra Cartes y su ex vicepresidente Velázquez, sancionándolos por corrupción. Cartes es una figura que la propia potencia del norte supo posicionar, pero que, en el marco del cambio de administración entre Trump y Biden, le soltó la mano. De hecho, un informe elaborado en septiembre de 2022 por el Servicio de Investigación del Congreso de EEUU, titulado “Paraguay: una visión general” y firmado por el analista de asuntos latinoamericanos June Beittel, señaló al ex presidente paraguayo por delitos de corrupción, narcotráfico y lavado de dinero.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
MÁS INFO
Peña es un joven economista formado en posgrado en la Universidad de Columbia, Estados Unidos, que luego de dos décadas de adhesión al Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), en 2016 se sumó a las filas coloradas durante el mandato de Cartes (2013-2018). A partir del 2009 fue funcionario del FMI y en 2012 fue elegido miembro del Directorio del Banco Central del Paraguay (BCP). Desde 2018 es director del banco Basa, propiedad del grupo Cartes.
El resultado, que dio una amplia mayoría a Peña, con un 42,74%, indica una vez más que las encuestas electorales no son confiables, De igual manera, Paraguay nos brindó un nuevo indicador para señalar que no se pueden subestimar las expresiones de extrema derecha en la región. Antonio “Payo” Cubas, del Partido Cruzada Nacional, quedó en tercer lugar con un 22,91% de los votos a tan solo cuatro puntos de Efraín Alegre, el candidato de centro y centroizquierda Concertación Nacional, que obtuvo un 27,48% de apoyo electoral.
“Payo” Cubas se presentó como un outsider, que no es tal, porque tiene experiencia como ex senador, y su desempeño electoral sirvió para obturar la fuerza aglutinadora ascendente de la centro izquierda paraguaya, que mostró capacidad de articular una alianza amplia, con liberales (PLRA) y derechistas como el partido Patria Querida, entre otras fuerzas minoritarias.
¿Por qué debería importarle el resultado a los países de la región, más allá de la política doméstica paraguaya?
Paraguay, miembro pleno del MERCOSUR desde su constitución en el Tratado de Asunción, dispone de recursos de gran importancia, sobre todo en materia energética. El país cuenta con importantes ríos como el Paraná, el Paraguay y el Pilcomayo, lo que lo convierte en uno de los principales proveedores de agua dulce de América Latina y el mundo. Además, tiene una gran extensión de bosques y en términos económicos es un importante productor de soja, maíz, trigo y algodón. Son muy abundantes sus reservas de minerales como el hierro, el manganeso, el oro, el cobre y el titanio.
Comparte con Argentina el uso de la denominada hidrovía Paraná-Paraguay, además de la represa binacional de Yaciretá. Hablamos de la Central Hidroeléctrica Yaciretá-Apipé, construida en los años ochenta sobre el río Paraná que tiene la capacidad instalada para generar gran parte de la energía utilizada en nuestro país. Con Brasil, por su parte, comparte la hidroeléctrica binacional Itaipú, que es la más grande del mundo en términos de producción de energía eléctrica.
Los acuerdos fundacionales de ambas centrales establecen que cada uno de los países se queda con el 50% de la electricidad que se genera y crea un principio de "compensación por cesión de energía". Básicamente, si uno de los Estados no utiliza el 50% de la energía que le corresponde está obligado a vender a precio preferencial la energía sobrante al otro socio. Históricamente, esto benefició a Argentina y Brasil, que pudieron comprar electricidad a su vecino a un precio mucho menor al del mercado internacional. De hecho, Brasil recibe aproximadamente el 90% de la energía eléctrica producida por Itaipú, mientras que Paraguay recibe el 10% restante.
Por otro lado, el Sistema transfronterizo del Acuífero Guaraní (SAG) compartido por Paraguay, Argentina, Brasil y Uruguay posee una superficie total de 1.194.000 km2 de los cuales 71.700 km2 pertenecen a Paraguay. Se trata del tercer acuífero del mundo en volumen de agua dulce, con un total de 50.000 km3. Lo que poco se dice públicamente es que el SAG terceriza sus funciones a través de organizaciones internacionales con sede en países extranjeros como el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés) o la Organización de Estados Americanos (OEA) a través de ODSMA (Desarrollo Sostenible y Medio Ambiente). Además del reservorio de agua dulce, elemental para la vida, está conectado con la vasta red de cursos fluviales de la Cuenca del Plata.
Por ello es inevitable preguntarnos qué implicaría una discusión sobre su administración local, con aras a la soberanía, la integración regional y el resguardo ambiental, de la mano de gobiernos mayoritariamente progresistas.
La Hidrovía Paraná-Paraguay, un canal navegable que recorre Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay y tiene una extensión de 3.442 kms que van desde Puerto Cáceres en Mato Grosso do Sul, Brasil, hasta el puerto de Nueva Palmira, en Uruguay, constituyendo uno de los más extensos del planeta. Ella da curso a cerca de 100 millones de toneladas de mercadería por año, además de que el 80% de las exportaciones argentinas salen por este canal. Además, esta cuenca acuífera contiene una diversidad biológica y es uno de los reservorios hídricos más importantes del mundo.
Aunque se encuentra frenado por fuertes intereses corporativos desde hace años, el proyecto del Corredor Bioceánico de Capricornio, que busca desarrollar la infraestructura vial y ferroviaria que permita conectar los puertos de Brasil y Chile a través de una ruta terrestre que atraviesa Paraguay y Argentina, es otro elemento a ponderar a la hora de pensar qué podría haber sucedido con un Gobierno en Paraguay pondere el desarrollo soberano y la integración regional.
Paraguay como enclave geopolítico: la histórica disputa entre soberanía y dependencia
Hacia mediados del siglo XIX, Paraguay era el único país de América considerado autosuficiente, configurándose como potencia económica regional, que se destacaba en la producción de algodón y tabaco. Sin embargo, la guerra de la Triple Alianza, la guerra en América Latina en la que más personas combatieron y en la que más murieron en la historia del continente, dejó cerca de 280.000 víctimas paraguayas, más de la mitad de su población de entonces. Este hecho destruyó la economía paraguaya, diezmó su población, y lo condenó a un futuro de subordinación económica y por ende también política.
Hay un detalle no menor, estrechamente vinculado a la historia paraguaya, y es la casi nula representación indígena en las elecciones, donde estos candidatos representaron un 0,2% del total. Esto parece reforzar la existencia de un Estado “racializador”, capturado por una elite, que restringe el acceso al sistema institucional a las grandes mayorías sociales, algo que parece confirmarse en los datos del censo de 2012 (el más reciente), donde sólo el 1,2% de la población se auto declara indígena, en un país en el que el 70% habla guaraní y el 40% lo habla como único idioma.
Volviendo a la historia, Paraguay sufrió en el marco del Plan Cóndor la dictadura más larga de América Latina, al mando de Alfredo Stroessner entre 1954 y 1989. Recientemente, en 2008, con la victoria de Fernando Lugo, por primera vez en 70 años un proyecto político logró romper la hegemonía de los sectores dominantes anclados en el Partido Colorado. El destino de este gobierno fue un Golpe de Estado “parlamentario”, impulsado a partir de un enfrentamiento en el cual fuerzas policiales entrenadas con financiamiento de la la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) llevaron adelante la matanza de Curuguaty, una operación policial de desalojo que dejó 17 muertos. En este hecho, hay sobrada documentación de las intervenciones directas de instrumentos institucionales extranjeros, que incluso negociaban con el futuro presidente antes del juicio político, que duró 48 horas y en el que la defensa tuvo 17 horas para prepararse.
Luego de ayudar a restituir al partido Colorado en el poder, Estados Unidos intervino también en la selección de sus candidatos, profundizando, incluso, la disputa interna por su conducción. Cartes, quien primero fue ungido, ha sido sancionado el año pasado por Estados Unidos por “actos de corrupción significativos”, sanciones que además fueron ampliadas en enero de este año. En 2022, el anuncio fue realizado nada menos que por el Secretario de Estado Antony Blinken, lo que indica que ha sido tratado como un tema de la primera plana del gobierno estadounidense.
Otro elemento a tener en cuenta es la inserción paraguaya en el escenario de reconfiguración geopolítica global, en relación a la disputa entre Estados Unidos y China y sus intereses en América del Sur, es que Paraguay es el único aliado diplomático de Taiwán en Sudamérica, uno de los 13 que restan en todo el mundo. Uno de los argumentos esgrimidos por Peña durante la campaña en contra de Pekin fue que el comercio con China sería causa de reprimarización de la economía nacional mientras "el comercio con Taiwán nos puede llevar a desarrollar una base industrial mucho más potente", algo que no se condice con la realidad. La economía paraguaya, que depende de las exportaciones de soja, carne vacuna y electricidad, creció un 0,2% en 2022 y la inflación fue del 8,1%.
Este conjunto de elementos, tanto de la actualidad como del derrotero histórico del vecino país, permiten dilucidar que la región en su conjunto perdió una enorme oportunidad para fortalecer la integración regional y el desarrollo soberano, ese que en Asunción fue truncado intencionalmente por el poder extranjero y las elites locales.
Empujar el rumbo de un país económicamente potente y políticamente soberano sigue siendo posible en Paraguay. Pese al resultado electoral, las fuerzas progresistas, con anclaje indígena, campesino y urbano, han dado una gran demostración de unidad y fortaleza. La tarea sigue pendiente, pero llena de esperanzas.