El 25 de mayo de 2003, Néstor Kirchner nos prometió que no dejaría sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada. Lo hizo con la grandeza de los sabios, con la certeza de quienes tienen claro su propósito y, sobre todo, lo hizo con absoluto respeto y observancia del mandato popular. Así, durante los años que duró su gestión, y su vida, mantuvo lo que es difícil para muchos pero que a él le salía naturalmente: una coherencia intachable.
Alguna vez lo dije en un discurso y lo voy a sostener toda la vida: la contradicción principal en la política argentina no es oficialismo versus oposición. El verdadero antagonismo es el que constituyen la política y las corporaciones. Y Néstor lo tuvo siempre claro. Supo ver desde el primer día a la política como una herramienta de transformación al servicio de los derechos de las mayorías.
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Dio una batalla digna y justa contra las corporaciones que solo piensan en satisfacer su interés sectorial. Estas fueron las certezas que no le permitieron dudar ni un minuto en arrancarles la política para devolvérsela al pueblo porque, como él decía, había que dejar de jugar a la política corta, mecánica, casi empresaria, para escribir la historia grande de una política que nos contuviese a todos.
Néstor Kirchner le restituyó a la institución presidencial un rol que había perdido. Tomó decisiones que resignificaron la democracia. Hizo de la política de derechos humanos una política de Estado. Honró la lucha de las Madres y de las Abuelas de Plaza de Mayo. Bajó los cuadros y levantó la voz frente a los poderosos.
Fue ejemplo y faro de las juventudes que iniciaron el camino militante de su mano y se incorporaron masivamente a la vida política e institucional de nuestro país. Hoy su cara está en las banderas que flamean en cada plaza, en cada agrupación, en cada marcha. Su nombre y su legado es honrado por miles de argentinos y argentinas a lo largo y ancho del país.
Néstor se fue demasiado pronto. No caben dudas. Todavía tenía mucho para darle a la Argentina, al peronismo y a su familia. Aquel 27 de octubre de 2010 fue un punto de inflexión para todos los argentinos y las argentinas. A algunos les cayó la ficha; a otros, se nos cayeron las lágrimas. Teníamos claro que le estábamos diciendo adiós a un líder irremplazable que nos abrió el camino por el que hoy transitamos.
Yo soy un dirigente que llegó a la escena política nacional de la mano de Néstor y Cristina. Reivindico los 12 años de gestión de Néstor y Cristina, porque fueron los mejores años para el conjunto del pueblo. Fueron años felices en los que nos permitimos soñar con una Argentina que nos abrazó a todos y a todas.
Este 25 de mayo se cumplen veinte años desde que Néstor Kirchner asumió la Presidencia del país. Vamos a estar en la plaza, recordándolo y alzando bien alto las banderas de su legado porque tenemos el mandato y la oportunidad histórica de imitar su ejemplo cumpliendo la convocatoria a soñar con una Argentina con todos y para todos que nos hiciera en su primer discurso en el ejercicio de la función.
Esto es solo posible fortaleciendo la política con más y mejor participación ciudadana para seguir luchando por el interés general y construyendo un proyecto que no se subordine al poder corporativo. Este es el desafío que tiene la Argentina en los próximos tiempos: consolidar el proyecto nacional y popular que profundice el camino del desarrollo con inclusión que hemos emprendido y que, sin dudas, redundará en prosperidad para el conjunto del pueblo en los años que vienen.
Debemos unirnos para seguir consolidando y fortaleciendo las agendas que amplíen derechos a quienes históricamente han sido oprimidos y marginados. Este año tenemos el deber de defender las conquistas que supimos conseguir frente a quienes amenazan con arrebatárnoslas, frente a quienes representan los intereses de los mismos privilegiados de siempre.
Es la hora de volver a soñar. Es la hora de volver a enamorar con un proyecto como el que Néstor quería, pensado por y para el pueblo. Es la hora de imitar su ejemplo para construir un futuro de crecimiento, prosperidad y felicidad para todo el pueblo argentino.