Crisis de alimentos y energía: concentración de tierras e intervención inteligente

El mundo vive una crisis que impacta en los alimentos y la energía, dos sectores en los que Argentina tiene especial relevancia. Y la competitividad global del sector agroalimentario lo vuelve central en el ingreso de divisas al país. Cómo juega la concentración empresarial y qué salidas hay.

29 de julio, 2022 | 00.05

El desenlace de la crisis global determinará cómo se conforme el nuevo orden mundial. Una crisis que impacta en los alimentos y la energía, dos sectores en los que Argentina tiene especial relevancia. En el caso del sector agroalimentario argentino, este se asienta en el polo productivo y tecnológico construido por la interacción público-privada en la región central del país (pampa húmeda), donde se articula naturaleza, ciencia y conocimiento con productores. Es decir, donde interactúa la tríada ciencia-tecnología-sociedad.

Estas características estructurales le otorgan al sector agroalimentario argentino competitividad global, principalmente en lo que refiere al comercio de cereales y oleaginosas. Esto convierte al sector en el principal responsable del ingreso de divisas a la Argentina, lo que explica que algunos actores tensionen en medio de la crisis global para mejorar sus ganancias.

Gustavo Idígoras, presidente de CIARA-CEC (la cámara que nuclea a las empresas agroexportadoras),  afirmó en una entrevista radial que el ritmo de ventas de soja está en su punto más bajo desde 2008, cuando estalló el conflicto de la “125”. Supone que resta por vender “entre 28 y 29 millones de toneladas, que a precio de exportación representan cerca 14.000 millones de dólares". El mismo sugiere entonces que esta situación se explica por el hecho de que los productores retienen su producción de soja a la espera de una devaluación monetaria que les permita mejorar la ganancia de la presente campaña. ¿Este es el problema de fondo?

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Composición de la producción sojera argentina

Según el informe SISA (Sistema de Información Simplificado Agrícola), en Argentina hay casi 60.000 productores de soja. El 10% de los productores (5.844) siembran poco más del 57% de la superficie en producción, unas 8,54 millones de hectáreas (Has), realizando agricultura a gran escala, con la aplicación de nuevas tecnologías de proceso como siembra directa, doble cultivo anual y paquetes tecnológicos (semillas genéticamente modificadas, herbicidas y fertilizantes).

El siguiente decil de productores es responsable del 15,23% de la superficie sojera de Argentina, con un promedio de 389 Ha por productor y una superficie máxima de 532 Ha. Los restantes 7 deciles, unos 41.000 productores sojeros, o sea, el 70%, explican el 27,53% de la superficie, con menos de 290 Ha por productor.

Los diez principales grupos de siembra son: ADECOAGRO con más de 210.000 Has; Aceitera General Deheza (AGD) con 200.000 Has; Lartirigoyen y Cía con 150.000 Has (asociados al grupo Glencore); grupo MSU con 140.000 Has; CRESUD con 132.000 Has; Grupo Duhau con 120.000 Has; Grupo Andreoli con 100.000 Has; Los Grobo con 99.000 Has; Grupo Boehler con 80.000 Has; y la firma australiana Liag Argentina con 79.000 Has.

Por otro lado, existen algunos pequeños productores de la zona núcleo, con menos de 100 hectáreas, que desde hace tiempo se dedican a arrendar sus tierras a cambio de 2 a 2,2 toneladas de soja por hectárea, que a un precio de pizarra de Rosario de $49.000 la Tn, les brinda una renta de poco más de $10.000.000 por campaña. 

Estos datos demuestran que menos de un 10% de los productores de soja son los que tienen capacidad de incidir en el mercado. Aunque el problema de fondo se encuentra en el control de grandes empresas trasnacionales de eslabones estratégicos como la tecnología (paquete tecnológico) y el comercio exterior.

La ñata contra el vidrio

La expresión “el productor vende en pesos y paga en dólares” expresa en realidad que el productor vende a un tipo de cambio y compra influenciado por otro tipo de cambio, el cual es dominado por el mercado financiero. 

El periodista agropecuario Carlos Etchepare afirma que la venta de soja por parte de los productores se realiza con normalidad, muestra que el 21 de julio de 2022 en el mercado de Rosario la soja cotizó a $49.000 la tonelada (Tn), mientras que en el mercado internacional cotizó a 584 dólares la tonelada.  El dólar oficial estaba a $129, mientras que el dólar influencer se ubicaba entre $324 (MEP) y $337 (BLUE). Es decir, que el productor vendió la Tn de soja a 383 dólares al tipo de cambio oficial, ya descontado el 33% que la agroexportadora le traslada para pagar la alícuota correspondiente a los derechos de exportación.

Sin embargo, lo que los productores denuncian es que cada eslabón que le vende insumos y servicios, lo hace mirando las variantes “influencer” del billete verde, más que la oficial. Muchos proveedores usan el tipo de cambio del MEP, CCL o BLUE para pesificar los costos productivos.

Hoy las empresas agroexportadoras trasnacionales les pagan a los productores argentinos en moneda local y con los derechos de exportación descontados. Los hacen pensar en dólares, pero como dice el tango, se mira de afuera, “como esas cosas que nunca se alcanzan, la ñata (nariz) contra el vidrio”. Solo las empresas agroexportadoras ven los billetes verdes.

El comercio exterior: Una salida por arriba es desarrollar y conducir un modelo nacional

La reciente medida anunciada por el Banco Central de la República Argentina (BCRA) busca fomentar la liquidación de soja por parte los productores, al permitirles que “realicen un depósito a la vista en las entidades financieras con retribución diaria variable en función de la evolución del tipo de cambio A3500 conocido como Dólar Link, hasta por el 70% del valor de la venta de granos”, mientras que “por el restante 30% se permitirá la Formación de Activos Externos, al dólar oficial más el impuesto PAIS y las retenciones a cuenta que percibe la AFIP”.

Según Miguel Pesce, presidente del BCRA, la medida responde al problema planteado por la cadena productiva sobre la falta de un instrumento que preservara el valor como lo hace el poroto de soja.

Sin embargo algunos actores del campo manifiestan su descontento por la brecha en el tipo cambiario. El vicepresidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Gabriel de Raedemaeker dijo que la medida le parece pensada para un sector que especula no para uno que produce. Esta medida no resuelve el reclamo de achicar la brecha cambiaria existente entre el dólar oficial y el dólar influencer, apenas impacta en un 15% mientras la brecha es alrededor del 100%.

Son diez empresas agroexportadoras las que controlan el 90% del comercio exterior. Las cinco primeras CARGILL, ADM, BUNGE, LDC Y COFCO, son responsables del casi el 60% de las exportaciones de granos y subproductos. En el caso de la soja se exporta principalmente subproductos, aceites y harinas o pellets, no porotos. Es decir, que el productor no vende al mercado externo de manera directa, les vende el poroto de soja a las empresas agroindustriales (aceiteras) y agroexportadoras, representadas por CIARA-CEC. Este es el eslabón para encontrar soluciones de fondo. 

Argentina tiene un potencial de interacción público privado para el desarrollo de un modelo agroalimentario nacional. Como ya hemos mencionado, la unión de YPF Agro y Vicentin asume la potencialidad de incidir en el comercio agroalimentario, tanto exterior como interior. A ello se le suma la interacción público-privada en materia de conocimiento aplicado, que la empresa Bioceres realiza con organismos estatales.

Es la posibilidad de una intervención inteligente del Estado Nacional en el sector agroalimentario. Incidiendo en el mercado de insumos y de comercialización, participando del ingreso de divisas con una empresa que compita con las grandes agroexportadoras. Una empresa que se asocie a los productores con una lógica de producción nacional y no de especulación-evasión fiscal.