El viernes, el gobierno convocó a un acto en la Plaza de Mayo para conmemorar el 10 de diciembre de 1983, fecha en la que Raúl Alfonsín eligió asumir la presidencia, en el Día Internacional de los Derechos Humanos. Los militares habían anunciado que entregarían el poder recién en mayo de 1984, pero el poder político electo los sacó de la Rosada con brusquedad. Alfonsín ya había declarado que no reconocería la amnistía que la dictadura se había votado a sí misma y una de sus primeras iniciativas como presidente fue juzgar a los responsables del terrorismo de Estado. Eran otros tiempos, la UCR no se había transformado en el conjunto de escribanos del statu quo que hoy se indigna por la nimiedad que determinen los medios. Al menos por un tiempo, el partido centenario ejerció el poder con impaciencia.
Que el poder político impusiera la fecha de asunción de mando a quienes un año antes todavía sostenían que “las urnas están bien guardadas” es un gran gesto para celebrar y recordar. También lo es la continuidad democrática de estos 38 años, durante los cuales el sistema resistió varias crisis como la de la híper de 1989 o el estallido del 2001. No salimos adelante con asambleas populares sino con partidos tradicionales, con políticos profesionales y elecciones.
En el acto hablaron CFK y Alberto Fernández, pero también Pepe Mujica y Lula, vivados por una Plaza llena. Como ya es costumbre ante cualquier decisión del gobierno, la celebración de la asunción de Alfonsín generó la furia tanto de nuestros medios serios como de los dirigentes de Juntos por el Cambio, en particular los radicales, algunos de los cuales se indignaron por el costo del acto (otra maravillosa nanoindignación radical). Lo extraño es que los entusiastas de Alfonsín no participaron de la conmemoración pero tampoco organizaron una, del mismo modo que Mauricio Macri eludió ese festejo democrático en los cuatro años de su mandato. Tal vez celebrar la democracia les parezca una obsesión de populistas autoritarios o quizás tuvieran miedo de que no alcanzaran los flota flota para tantos correligionarios.
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En todo caso, luego de entregarle la defensa por los DDHH al kirchnerismo, el radicalismo ha decidido regalarle la conmemoración del 10 de diciembre. Asombros de una época asombrosa.
“La misma persecución que me encarceló es la que sufrió Cristina”, sostuvo Lula desde el escenario luego de agradecer la visita que el entonces candidato Alberto Fernández le hizo a la cárcel de Curitiba en el 2019. Perseguir a los líderes populares a través de la justicia es una noble tradición regional.
CFK aludió a los radicales en referencia a la negociación con el FMI: “La verdad que deberían despabilarse un poco los del partido centenario porque los dos presidentes que tuvieron se los tumbó el FMI”. El ineludible diputado Mario Negri le contestó en un tuit (“Cristina Kirchner nos dice a los radicales que sólo el FMI tumbó a Alfonsín y De la Rúa. ¿Del rol peronismo no va a decir nada?”), reconociendo la responsabilidad del organismo al que su gobierno nos volvió a atar por décadas. Una valiente autocrítica.
Con respecto al mismo tema, la ex presidenta afirmó: “A la Argentina no le faltan dólares, los tienen afuera. Necesitamos que el Fondo nos ayude a encontrar esos dólares fugados en paraísos fiscales. Que sea un punto de negociación con el Fondo.”
Imagen: un oficial de La Cámpora acciona el dispositivo para despabilar radicales (cortesía de la Fundación LED)
En un gran momento Pimpinella, Alberto Fernández le contestó: “Tranquila, Cristina, no vamos a negociar nada que ponga en riesgo eso (el crecimiento económico): no tengas miedo" y concluyó: “Si el FMI me suelta la mano, voy a estar tomado de la mano de cada uno de ustedes, de cada argentino y de cada argentina”.
Entrevistada por Mariano Martin, María Eugenia Vidal sostuvo que “el endeudamiento es hijo del déficit” y refutó la fuga: “No creo que haya habido fuga, los capitales se van por la falta de confianza”. La ex Gobernadora Coraje tiene razón: Para financiar un déficit en pesos, Cambiemos tuvo que endeudarnos en dólares y luego fugar el 80% de esos mismos dólares. Eso lo entiende cualquier economista serio.
Por su lado, los nuevos diputados de Juntos por el Cambio se comprometieron a no apoyar ningún impuesto nuevo. Teniendo en cuenta que también se oponen a la emisión monetaria y su gobierno nos dejó sin acceso al crédito, significa que el Estado no debe contar con más recursos para atenuar los efectos catastróficos de la pandemia sobre la ciudadanía. En realidad, es coherente con una vieja prédica de nuestra derecha, que suele denuncian el déficit fiscal como el mal de nuestro país pero nunca propone atenuarlo incrementando los ingresos del Estado a través de mayores impuestos a los ricos, por ejemplo, sino que exige reducir el gasto público.
Al parecer, los ricos no pueden pagar más pero los pobres y la clase media sí pueden recibir menos.