El 30 de septiembre fueron dados a conocer en Argentina los datos de la Encuesta Permanente de Hogares. Los datos son estremecedores y expresan cambios profundos en la configuración de la sociedad argentina. ¿Con qué sociedad nos encontramos hoy? ¿Quiénes y cuántos perdieron con la pandemia?
El INDEC mide la pobreza y la indigencia a través de una cuantificación de hogares y personas que se encuentran bajo la línea de pobreza (LP) y bajo la línea de Indigencia (LI). Esto es, de entrada, toda una decisión ya que existen otras maneras de medirla y sobre todo de comprender en forma multidimensional sus causas. La LP toma en consideración la condición de vida según ingresos e incorporan para su actualización el Índice de Precios al Consumidor. La forma de medición es sencilla, a partir de la suma del total de ingresos de un hogar se analiza si tienen capacidad de satisfacer -por medio de la compra de bienes y servicios- un conjunto de necesidades alimentarias y no alimentarias consideradas esenciales. Las necesidades alimentarias asumen la forma de una Canasta Básica de Alimentos, cuando esta se amplía, incluyendo bienes y servicios no alimentarios como vestimenta, transporte, educación, salud, se obtiene el valor de la canasta básica total. Esta última define el ingreso estandarizado en la línea de pobreza, o sea, quienes reciben ingresos mayores a ese total son considerados no pobres, quienes no alcanzan ese valor, se consideran pobres. Los índices de pobreza e indigencia, se elaboran en base a datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) y el relevamiento se compara con el mismo período del año anterior.
El año pasado, durante el primer semestre, la pobreza alcanzaba a un 35,4% de la población del país. Significa que 1 de cada 3 personas, era pobre. Recientemente, en el primer semestre de 2020 la pobreza creció 5,5 puntos porcentuales más, o sea, los y las pobres representan un 40,9% en Argentina.
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La indigencia en cambio, pasó de 7,7% en 2019 a un 10,5% de la población. Este dato es central porque se trata, ni más ni menos, que de la gente en el país que pasa hambre. Lo cierto es que de estos datos pensados en contexto pueden desprenderse algunas otras consideraciones:
En primer lugar, los datos de la actual medición muestran una mayor incidencia de la pobreza que de la indigencia. Esto es, la pobreza aumentó 5,5 puntos porcentuales mientras que la indigencia sólo 2,8 puntos. Una de las posibles causas de este desacelere de la indigencia a nivel país, o sea, de la gente que pasa hambre, es la manutención de programas sociales gubernamentales que mitigaron los efectos de la crisis. La tarjeta alimentar tuvo un rol importante en este sentido, así como el IFE y las mejoras en las jubilaciones, la persistencia de la AUH, la ATP y la prohibición de despidos.
Ahora bien, los datos de la actual medición se recogieron a través de llamadas telefónicas. Es sabido que no es igual el muestreo via telefónica que el realizado cara a cara. La veracidad propia de una comunicación mediada, la disponibilidad de tiempo para responder por teléfono, la manutención de la propia llamada y el tener o no teléfono, son aspectos que restringen el margen de afirmaciones. Estos aspectos no son menores, sobre todo a los fines comparativos con el periodo equivalente del año anterior.
Y claro, la EPH actual, cuyos resultados se dieron a conocer, son semestrales, contemplando información relativa al primer trimestre del 2020 y al segundo trimestre del mismo año. Una fracción de tiempo sin pandemia ni periodo ASPO y otro con medidas de aislamiento social. Las ponderaciones, percepciones y disposición a la hora de responder a funcionarios de una institución que realiza mediciones oficiales fluctúan, se vinculan a otras percepciones propias del encierro y no reflejan necesariamente la misma veracidad de tiempos menos afectados.
Un dato interesante es que en el año 2016 se actualizaron a través de análisis del INDEC las Canastas de Alimentos Regionales en el país, precisando la información relativa al consumo y hábitos de las distintas provincias. Este cambio de metodología fue objeto de críticas, pues, impide mediciones que van en una línea temporal, más atrás que el años 2016 a los fines comparativos. Esto significa que es difícil obtener el dato de cuál es el año con mayor nivel de pobreza en una provincia específica, por ejemplo.
No obstante, un dato insoslayable y del todo crucial es que la mayor proporción de pobres de nuestro país, está en los niñxs de 0 a 14 años. El porcentaje de chiques pobres aumentó de 52,6% a 56,3% en tan sólo 12 meses. Esto es de extrema gravedad, pues debería redefinir agendas y prioridades. Se trata de casi 6 de cada 10 niñes que compondrán en los próximos años la Población Económicamente Activa del país. Es una hipoteca del futuro pero además, un drama de cuerpos y cerebros en desarrollo.
Vale decir que de la medición de este primer semestre de 2020 se desprende un sector antes invisibilizado, y es una enorme cantidad de nuevos pobres. Son hombres y mujeres que atraviesan situaciones de pobreza por tener bajos ingresos, con hábitos de consumo y cultura propio de sectores medios. Este sector social guarda hábitos, disposiciones y proyecciones de futuro que hoy están en crisis. Analizarlos como grupo distintivo, parece ser la clave.
Finalmente, el aumento de personas que efectivamente está pasando hambre, sobre todo en Concordia y en el Conurbano bonaerense donde la incidencia de la indigencia aumentó un 7% debe necesariamente conducir a una toma de conciencia urgente respecto de la insuficiencia de políticas sociales aisladas y la necesidad de mayores y mejores políticas económicas que garanticen la inclusión social a través de empleo digno. Organizaciones sociales, movimientos sociales y gobierno sólo pueden trabajar de manera complementaria en este sentido, redimensionando el peso de la crisis, jerarquizando agendas y analizando sin tapujos el tamaño de los problemas que enfrentamos.