En la revista científica The Lancet, Richard Horton sostiene que estamos ante una sindemia más que en una pandemia. Una sindemia es la suma de dos o más epidemias o brotes de enfermedades concurrentes o secuenciales en una población con interacciones biológicas, que exacerban el pronóstico y carga de la enfermedad.
El término, que es un neologismo creado con la unión de las palabras sinergia y epidemia, fue acuñado por Merrill Singer a mediados de la década de 1990. En este caso, la sindemia es la expresión de la crisis global del sistema de acumulación, de producción de alimentos, del deterioro del medio ambiente y del creciente abismo entre ricos y pobres.
La pandemia o la sindemia -como la crisis-, es global y sólo puede ser superada de manera global. Ni siquiera la vacunación del 100 por ciento de la población garantiza una solución definitiva frente a un virus en permanente mutación. Menos aún cuando los ricos se están haciendo más ricos lucrando con la pandemia y las vacunas con total impudicia.
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El New York Times -que no puede ser sospechado de marxista-, preanuncia el surgimiento de una nueva clase social: la de los vacunados.
En el siglo XXI no se puede combatir una pandemia con las herramientas del siglo XVIII. Las patentes de las vacunas deberían considerarse Patrimonio de la Humanidad y no una mercancía sujeta a las leyes del mercado. De allí que la especulación y la guerra de un puñado de laboratorios que tiene como rehenes a todos y cada uno de los habitantes presentes y futuros del planeta, no debe ser tolerada. Debe ser considerada un crimen contra la Humanidad.