Sin duda que la semana pasada cuando el INDEC dio a conocer el índice de pobreza para el primer semestre de 2020 que alcanzó al 40,9% de la población causó una sensación de tristeza, pero no de asombro. Era el período que incluía la paralización casi total de la economía, salvo lo esencial para la supervivencia, producto del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO), la etapa de una cuarentena casi absoluta. ¿Qué se esperaba? Nada distinto a lo que pasaba en los países donde la pandemia del COVID-19 irrumpía de manera estrepitosa.
Los meses más duros, con una caída fuerte del Producto Bruto Interno (PBI), con parálisis de la economía, en una Argentina con una informalidad superior al 51%. ¿Qué se pretendía que pasara si uno de cada dos argentinos y argentinas no pudieron salir a ganarse el mango, sino tuvieron un salario protegido? E incluso los protegidos debieron tener la inmediata ayuda del Estado porque las empresas no pudieron cumplir con la obligación. Ahí aparecieron los ATP, que sin duda fueron los que impidieron una exorbitante caída del empleo.
Casi todo, salvo lo esencial detenido, y llegamos a un 13,1% de desocupación. Algo de memoria, en 1995 llegó a 18,4%, similar a diciembre del 2001, la crisis que hizo crecer ese índice hasta llegar al 21,5% en el 2002. Aunque quieran formar sentido transponiendo una realidad ajena, el gobierno nacional tuvo la capacidad de socorrer a gran parte de la población, lo que hubiese sido de forma contraria una cifra más que superior, tal vez a la 2001.
El segundo trimestre del 2019, sin pandemia, sólo con la decisión de un gobierno al que poco le importaba los indicadores sociales, llegaba al 10,6%. Y una aclaración más que central, el IFE (Ingreso Familiar de Emergencia) empezó a pagarse a fines de marzo sólo a los que tenían AUH; 2,5 de los 9 millones que lo van a recibir a partir de fines de mayo. Es decir, no se refleja totalmente el IFE en este informe del INDEC, por eso también se eleva la indigencia al 10,5%. Pero ya era del 8,1% en el segundo trimestre de 2019.
El 2009 fue el año del conflicto con las patronales agropecuarias, posterior a la crisis global del año 2008, el peor año del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner desde los indicadores socio económicos. Después vino por ejemplo la AUH con claros resultados en la disminución de la pobreza e indigencia que provocó la misma o, acaso ¿Cristina llega al 54% de los votos en octubre del 2011 porque todo estaba mal? A veces parece que tomaran por idiotas a la ciudadanía, por no decir algo más fuerte.
En el 2015 según los datos del IPC en 9 provincias y la EPH, la pobreza llegó al 19,7% y la indigencia al 4,4%. Cifra similar a la que brindan otros centros de investigación universitaria, bien lejos de los que se impusieron mediáticamente a través de los informes de la UCA, que hablaban del 29%.
Todo ese esfuerzo de la etapa del kirchnerismo fue tirado por la borda en muy poco tiempo. De hecho, se pasó del primer semestre del 2018 al mismo período del 2019 del 27,3% de personas pobres al 35,4%, es decir un aumento de 8,1 puntos porcentuales. Este último informe habla de 5,5 puntos porcentuales de aumento en el último año de la pobreza, es decir mucho menor a los “éxitos” del macrismo. ¿Cómo puede ser que, con pandemia, con cuarentena, con absoluto freno a la actividad económica el aumento sea menor que el logrado por Macri? Una sólo respuesta, un Estado presente, la tarjeta alimentar para contrarrestar el hambre que dejo Macri, justo antes del inicio de la pandemia. La ayuda en alimentos cuadruplicada, la asistencia a los comedores escolares para que la ayuda llegue a las familias, por eso no hubo una explosión social como algunos anticipaban, por eso las cifras, que por supuesto nos duelen, no son más dramáticas.
Y algunos tienen el descaro de hablar de fracaso de lucha contra la pobreza, acostumbrados al per saltum, lo pretenden hacer en este tema sin nombrar a Macri, evadiéndolo de toda responsabilidad. Los mismos que no hablan de la pandemia como causante de los problemas económicos, o cuando la nombran la circunscriben a la Argentina, como si el mundo no estaría sufriendo la debacle económica más grande desde la década del 30 del siglo pasado.
Pero los formadores de opinión nada dicen de la Argentina diezmada que recibió Alberto Fernández, con una crisis económica, con un Estado corrido, con una precarización del empleo y con la mayor deuda contraída en la historia del país. Cómo no indignarse entonces con el manejo manipulador que hicieron los grandes medios al día después del informe del INDEC, en el que caprichosamente hablaron de una década de fracaso de la lucha contra la pobreza, comparando 2009 con el hoy.
Esa maniobra no fue inocente, más bien buscó borrar el desastre de un macrismo que gobernó sin pandemia, elaborando discursos que se ubican frente a una realidad mediatizada con un fuerte predominio de las fake news, la posverdad y las mentiras. Ellos, que usan la figura jurídica del per saltum para explicar lo que sucede en la justicia, también la usan para saltearse la anterior gestión, solo para acomodar premeditadamente cifras y momentos acorde a los intereses de los medios devenidos en la expresión de una minoría que se cree dueña de un país que detesta.
Pobreza y el per saltum que pretenden para no hablar de Macri
Los medios hegemónicos buscan borrar el desastre de un macrismo que gobernó sin pandemia, elaborando discursos que se ubican frente a una realidad mediatizada con un fuerte predominio de las fake news, la posverdad y las mentiras.
07 de octubre, 2020 | 21.11
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Antonio Colicigno
Magíster en Políticas Sociales e integrante del Grupo Artigas.
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