Negacionismo e ideología: el Coronavirus según la oposición

15 de mayo, 2021 | 19.00

Aprovechándose de la angustia social, desde que comenzó la pandemia la oposición no cesó de deslegitimar al gobierno boicoteando la campaña sanitaria, estimulando la desconfianza hacia el presidente y sus médicxs asesores.

La derecha desestabilizadora se opuso de múltiples formas: cuestionando la que denominaron cuarentena más larga del mundo, rechazando la vacuna Sputnik y la asistencia de médicos cubanos, promoviendo marchas anticuarentena, demandando diálogo mientras transgredían las reglas acordadas y, en una versión delirante y paranoica en contra de las medidas sanitarias, llamaron a la desobediencia civil contra “la infectadura”. Para ese sector social, el negacionismo quedó asociado a una libertad prepolítica como el derecho natural de los lobos a odiar. El lazo entre libertad y odio es una de las sedimentaciones que el neoliberalismo consolidó.

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Transitando la dramática segunda ola del coronavirus con muchísimos contagios diarios y muertos, estando a tope con el número de camas y respiradores, con el personal sanitario extenuado física y emocionalmente, Clarín, una vez más, logró imponer su agenda. Mientras entretienen con el debate sobre la presencialidad en las escuelas de CABA y un supuesto avasallamiento de la libertad y el derecho a la educación, el grupo de tareas y sus tres patas -política, mediática y judicial- avanza hacia lo que verdaderamente le interesa: el fracaso del plan sanitario y la desestabilización del gobierno.

En el interior de Juntos por el Cambio se advierte el interés electoralista y el deseo de que fracase la campaña sanitaria del gobierno; sin embargo, en plena pandemia no alcanzan esos argumentos para explicar la locura y las acciones neofascistas anudadas a través del odio de una derecha desinhibida.

¿Por qué, enfrentando la gravedad de un virus que presenta nuevas cepas, que llevó a la muerte a miles de personas y cuyas secuelas aún son desconocidas, una parte de lo social -dirigentes de la oposición, periodistas, padres y madres- militan el negacionismo homicida pero también suicida? ¿Por qué tienen éxito los mensajes comunicacionales que conducen al sacrificio de la propia vida o la de sus hijos y consiguen la complicidad consciente e inconsciente de una parte de lo social que sirve voluntariamente a su propagación?

Para responder a este enigma no son suficientes las explicaciones racionales, políticas o morales habitualmente empleadas. Algunas de las categorías desarrolladas por Jorge Alemán en su último libro Ideología. Nosotras en la época. La época en nosotros, ofrecen alguna luz para comprender estas conductas a favor de la muerte y orientadas por el mal.

Alemán propone un anudamiento entre patología, subjetividad y política para entender cómo las megalomanías de muchos dirigentes fueron sostenidas en los últimos tiempos por un consenso social que se presenta como una locura paranoica, entendida desde un punto de vista descriptivo -no como un diagnóstico clínico.

El espacio político se vio invadido por irresponsables personalidades dominadas por sus pulsiones -narcisistas, sádicas, de control- que, sin vergüenza, las pusieron en juego a través de un dispositivo de falseamiento de la realidad en nombre de la libertad.

La nopolítica es un neologismo inventado por Alemán para dar cuenta de uno de los efectos del discurso capitalista: la destrucción del punto de anclaje, imprescindible para que sea posible la experiencia de la verdad. Frente a la ausencia del punto de almohadillado se produce un deslizamiento compulsivo e infinito de los significantes, cuyo sentido no se estabiliza en una significación. Como suplencia de esta operación se presenta en la escena desde los poderes mediáticos y las redes sociales una compensación delirante, expresada en fake news y mentiras.

La eficacia del discurso mediático negacionista, mentiroso, homicida y suicida, se corresponde con dos dispositivos: fantasma e ideología. Estos conciernen a la constitución del sujeto, condicionan la vida, inciden en el campo social y son manipulados por el poder para conseguir el triunfo de la pulsión de muerte. Una decisión como cuidarse o no cuidarse y enviar a los niños a la escuela en pleno pico pandémico, no se reduce exclusivamente a una dimensión económica o moral, sino que se asienta en representaciones ideológicas y fantasmáticas.

A partir de la obra de Althusser, Ideología y aparatos ideológicos del Estado (1970), está en revisión que la estructura económica determine la ideología, planteándose que tiene autonomía, constituye al sujeto y participa en la reproducción de las relaciones sociales de producción capitalista. La ideología no es puramente consciente, no se estructura solo de un modo reflexivo: uno no termina de conocer su ideología. Althusser tuvo el acierto de pensar que el sujeto puede identificarse con un lugar que está en las antípodas de sus supuestos intereses de clase, constituyendo su imagen e identificaciones a través de la interpelación del Otro que le dice “tú eres eso”. 

El fantasma es la respuesta del sujeto que lo protege frente al deseo del Otro como invasión, posibilitándole un orden, una estabilidad. Pone en juego las pulsiones, el goce, y permanece latente durante la vida del sujeto. Jorge Alemán se pregunta ¿cuánta pulsión de muerte es capaz de soportar una sociedad? 

Dado que estamos dominados por el discurso capitalista que se reproduce ilimitadamente sin punto de anclaje, que el neoliberalismo no dispuso nada que pueda sostener la civilización y que el tanático orden capitalista es inadecuado para establecer reglas de juego en una pandemia, los movimientos nacionales y populares están frente a una elección forzada por la que deben responder: hacerse cargo del punto de anclaje que exige la vida.

Ante el caos civilizatorio neoliberal, en la emergencia del sujeto pueblo está cifrada la posibilidad de atravesar dignamente esta catástrofe.

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