La Pandemia del Coronavirus ha provocado, como nunca antes, la circulación permanente de información, papers y noticias sobre avances científicos en la búsqueda de la vacuna y los posibles tratamientos. Nunca en la historia se le ha dado tanto lugar en los medios populares a los epidemiólogxs y virólogxs como en estos meses. Desde fines de 2019 se han producido cientos de miles de contenidos sobre el Covid que se reproducen en diferentes formatos y plataformas: noticias científicas, programas especiales para medios de comunicación, búsquedas en google, series para ver en Netflix, contenidos didácticos en redes sociales, memes compartidos en chats familiares. Estos espacios cumplen un rol determinante como dispositivos sociales que vehiculizan la cultura y la información.
Paradójicamente, los datos sobre la enfermedad que mantiene en vilo a la comunidad científica y hasta ahora acumula casi 800 mil decesos a nivel mundial parecieran ser tierra de todes y de nadie al mismo tiempo. Los medios de comunicación y las plataformas permiten vehiculizar narraciones peligrosas que afectan la percepción de los individuos, de manera tanto deseada como involuntaria, y generan efectos nocivos a corto y largo plazo. Viviana Canosa, la conductora de “Nada Personal” por Canal 9, ingirió al aire un líquido que según explicó se trataba de dióxido de cloro (CDS). En un gesto sobreactuado y claramente intencional tomó de una botella que contenía una sustancia química que se utiliza como blanqueante en la industria papelera y textil, cuyo uso medicinal está prohibido en la Argentina por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT). A los pocos días en Neuquén un niño de 5 años falleció por una falla multiorgánica luego de consumir dióxido de cloro diluido en agua.
Asimismo en su cuenta de Instagram la modelo e influencer Ivana Nadal compartió con sus 2,6 millones de seguidores una imagen que decía: "Confío más en mi sistema inmunológico que en cualquier vacuna del mundo". No es la primera vez que una persona famosa públicamente expresa su desconfianza en las vacunas. En estos meses hemos sido testigos de las palabras de Reina Reecch, Juana Viale, y Nicolás Pauls, entre otros, quienes además dan lugar en sus programas a debates sobre métodos alternativos y pseudociencias, disfrazados de libertad de expresión. Al mismo tiempo al no existir regulación alguna, o una política institucional de rechazo, les periodistas y conductores han de basarse en sus propias opiniones y experiencias a la hora de decidir la inclusión de lo contenidos, sobre todo quienes que anteponen el rating y el ego al rigor informativo, o los intereses económicos a la responsabilidad social. La forma “soft” y en primera persona de la interlocución , como el fantástico relato de Patricia Sosa en la mesa de la nieta de Mirtha Legrand donde aseguró haber tenido contacto con platos voladores en un cerro de Córdoba, tiende a generar cierta sensación de mayor familiaridad y confianza en la audiencia.
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Las pseudociencias no son un fenómeno nuevo en la humanidad pero se ven potenciadas por el clima de época marcado por la incertidumbre, la sobreinformación y el malestar. A diferencia de otros momentos históricos donde la respuesta por excelencia era política y colectiva, se generan caminos alternativos que tienden a la mitigación del dolor o el malestar como expresión meramente subjetiva. El término Pseudociencias se usa para clasificar a las denominadas falsas ciencias que incluyen básicamente una variedad de prácticas, experiencias y creencias, que no utilizan el método científico pero hablan de temas vinculados a las ciencias e incluso utilizan su jerga. Se pueden diferenciar dos grandes categorías: los promotores de pseudoteorías, que son "disciplinas" que niegan determinada parte de la ciencia para sostener sus propias afirmaciones; y los negacionistas que niegan algunos resultados científicos. En este grupo podemos encontrar por ejemplo los terraplanistas, los antivacunas, y los que niegan el calentamiento, discursos que solemos escuchar en los medios de comunicación, situación que les otorga cierta legitimidad bajo la falsa percepción de que están respaldados por la empiria . Justamente lo que distingue a la ciencia de estos discursos es la evidencia y validación a través de ensayos contrastables. Entonces, ¿qué es lo que atrae tanto de estas teorías?
Las pseudociencias se sostienen explotando nuestro lado más irracional. La caída de los grandes relatos y la crisis de las instituciones tradicionales se han llevado puestas los criterios de verdad universal, de modo tal que surgen verdades subjetivas o micro relatos. De esta manera articulan las emociones y creencias a nivel individual, generando un efecto que se conoce como sesgo cognitivo por el cual cada persona procesa de forma inconsciente la información a disposición según ideas previas armadas como válidas, descartando incluso evidencias que las contrarresten. La clave de estas teorías es su retórica fundamentada en los valores inscritos en la subjetividad, en la idea de la intuición y que cada uno tiene su verdad. La construcción del individuo actual configura una noción de un yo, como algo absoluto y central (relato que también se observa en la tan promocionada figura del “emprendedor”). Como dijo Canosa, a modo de justificación, luego de tomar CDS frente a miles de personas: “Oxigena la sangre, me viene divino. Yo no recomiendo. Yo les muestro lo que hago”. Las narrativas apelan a la emocionalidad y la identificación a partir de la multiplicación de testimonios de adeptos y caras visibles, y no en la comprobación de los hechos. Y es que tal como pasa en política, la batalla ya no es por la verdad, sino por el relato.