Radiografía de CABA, la ciudad que abandona: desigualdad, violencia y fragmentación

06 de febrero, 2021 | 19.00

La situación social y económica compleja que atraviesa la Argentina puede ser analizada desde diferentes perspectivas. La que surge más fácilmente y permite trazar esquemas históricos comparativos es la económica a partir de índices como la pobreza, la indigencia, la desocupación, la inflación, la balanza comercial, PBI, etc. Sin embargo en medio de procesos de fragmentación social las huellas y evidencias de lo que está ocurriendo se encuentran también en el clima social de época, las sensaciones, las imágenes repetidas, los discursos, los pensamientos y las variables no estrictamente económicas. Aquello implica poner en práctica una mirada atenta a lo que ocurre a nuestro alrededor, los lugares físicos, los territorios y las actitudes de los sujetos.

En la Ciudad de Buenos Aires se puede decir que el clima esta enrarecido y que se vive constantemente con cierta tensión. En los últimos años se ha convertido en un teatro vivo de la violencia dividido en dos partes: actores y audiencia. Los actores en el escenario de la exclusión social crecen a diario a la vista de todxs. Personas y familias enteras en situación de calle, cada vez más trabajadores de la economía informal, adultos mayores en estado de abandono pidiendo en la puerta de los bancos y supermercados, casas y espacios públicos convertidos en micro asentamientos. El roce es constante y nadie puede hacerse el distraído. Salir a la calle es un recordatorio permanente de la pobreza, del abandono del Estado y, sobre todo, de los niveles de inequidad. No miento si digo que por cuadra se observan dos o tres personas durmiendo en la calle y un puñado de jóvenes, casi siempre varones, vendiendo medias, paltas, pañuelitos descartables, o lo que sea, para ganarse el mango. Estas personas y su vulnerabilidad extrema ya forman parte del escenario urbano porteño, mientras la audiencia teatral los mira con indiferencia.

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Las escenas más obscenas pueden encontrarse en las comunas acaudaladas ubicadas en la zona norte (Comunas 13 y 14). Los bares y restaurantes de Palermo o Recoleta se han convertido en una pasarela interminable de personas pidiendo ayuda o vendiendo. Si bien se trata de una práctica “normal” en las grandes metrópolis, durante los últimos meses en Buenos Aires se ha potenciado como nunca antes. Si uno se sienta en un local gastronómico de alguno de estos barrios verá pasar a lo largo de un rato por lo menos media docena de personas en situación de extrema vulnerabilidad. Claro que no se trata de un fenómeno exclusivamente palermitano, se repite en casi todos los barrios. Sin embargo el contexto del barrio o la zona donde se hace carne con más opulencia la desigualdad social genera otro efecto: consumidores pagando cifras siderales por un café,  frente a cientos de jóvenes observándolos, pidiéndoles, que les tiren una moneda.

Podría decirse que esta imagen expresa violencia social. Las crisis sociales y económicas siempre generan pacientes sociales. Tal como se muestra en Joker, la película protagonizada por Joaquín Phoenix,  la realidad no está muy lejos de Ciudad Gótica, un territorio decadente donde los pobres, los que pierden en la “meritocracia”, quienes padecen, quienes están solos, son sometidos por el contraste, la impotencia y la injusticia social. Hay personas que son descartables, invisibles. La indignidad está en el hecho de que no son solamente excluidos, son parte del entorno, conviven en los mismos espacios, pero no sirven. En un mismo territorio rige con brutalidad el principio de la “inequivalencia”.  La escena final del film de Todd Phillips, el estallido de la violencia, representa el quiebre, el derrumbe social, el punto de inflexión de una realidad que castiga a los más vulnerables y los desprotege. Ante este panorama la pregunta a hacerse es:  Cuáles son los límites de los aceptable? No es este escenario intolerable?  Cuánto puede aguantar sin estallar?

Las cifras de una ciudad fragmentada

Según un informe del Centro de Estudios Metropolitano (CEM) sobre las desigualdades en la Ciudad de Buenos Aires, publicado en abril de 2020 , en los últimos años se exacerbaron el contraste territorial. Los datos presentan, tomando en cuenta el coeficiente de Gini, un incremento de la desigualdad que tuvo un pico en el 3° trimestre de 2019 lo que implicó una profundización en las diferencias entre los que más ingresos perciben y los que menos perciben. Diferenciando el territorio por zonas, a fines de 2019 el ingreso promedio per cápita familiar era un 140% más alto en la zona norte de la Ciudad con respecto a la zona sur, contraste que hasta 2017 era del 125%. Asimismo el aumento de la desigualdad medida por ingresos se tradujo en un mayor impacto en los barrios más vulnerables, particularmente en las Comunas 4 y 8, cuyos índices son incluso peores que en la Provincia de Buenos Aires. Un dato representativo en este sentido es la cifra de desocupación que en la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires era de 12,2 % (IV 2019), cifra que supera el 10,8% de los partidos del Gran Buenos Aires.

La situación habitacional también reproduce la tendencia del resto de los indicadores: “según datos de la DGEyC de 9 la Ciudad, las Comunas 4 y 8 duplican y triplican respectivamente el promedio de hacinamiento crítico y no crítico. El dato contrasta con las Comunas 2 y 14 en donde el más del 97 % vive en una situación sin hacinamiento”. Como conclusión el informe destaca que “existen barrios en la zona sur de la ciudad que presentan una realidad más cercana a los habitantes y hogares de los municipios más postergados del conurbano bonaerense que a las familias que habitan los barrios de la zona norte y centro”. Las disparidades en los índices no son únicamente datos estadísticos, sino que implican diferencias en los valores atribuidos a las vidas de las personas. La pobreza y la irregularidad suscitan privaciones, producen trastornos e impiden el buen funcionamiento del cuerpo. Y no me refiero sólo a lo físico, sino a lo invisible, a la experiencia del sufrimiento social.

Cuando lo peligroso no es el otro, sino la ruptura de los lazos

El mundo vertiginoso y desigual en el que vivimos exacerba las emociones y necesita de ello para sostenerse. Esto junto con el deterioro de las instituciones y agentes básicos de cohesión y orden social como el Estado, la familia, la religión, etc. producen mayormente desequilibrios. La famosa sensación de inseguridad de la que se hablaba hace unos años no tenía que ver exclusivamente con las cifras reales de hechos criminales o violentos, no se trata de una cuestión medible, sino que se vincula con la forma en que esos hechos son interpretados, relatados  y se insertan en los imaginarios colectivos con fines políticos. Intervienen en ese armado los prejuicios sociales y estigmas sobre las poblaciones a criminalizar.  Las sensaciones y la exacerbación cultural de sentimientos como el miedo, el odio o el sufrimiento influyen directamente en la vida social y generan una fragilidad en los vínculos que, a esta altura, parece ser irreversible.

En la actualidad la sensación que reina no se limita a la inseguridad. Los contrastes socioespaciales desde la lógica de una fragmentación urbana exacerbada han llegado al límite, donde los vínculos y lazos sociales se deshacen y el carácter de sujeto es negado, quedando excluido de cualquier tipo de participación sea económica, política o social.  La fragmentación de los individuos  y el abandono del Estado producen inestabilidad, privación en el mundo de lo cotidiano, y se manifiesta en sentimientos de impotencia y desorientación.  Observamos la caída de un modelo de ciudadanía que se apoyaba en cuestiones universalistas y valores comunes. El temor o miedo en este marco fue reemplazado por la incomodidad, el malestar, lo distópico e impredecible, que se relacionan de forma directa con la construcción dinámica de subjetividades aisladas . El malestar aparece no sólo por la incomunicación y el no registro del otrx, sino también por la imposibilidad de construir objetivos comunes y puentes.

La fragmentación social y las desigualdades socioeconómicas, en un contexto donde la política y el Estado parecen no poder dar respuestas socavan los lazos. La pobreza, la fragmentación social, la acumulación de poder y capital son las caras de la misma moneda y en la Ciudad de Buenos Aires en una movida a cielo abierto, mientras crecen las escenas de fragmentación el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta impulsa un proyecto inmobiliario cerrado para mega millonarios frente al Río de la Plata en tierras públicas. En este marco se produce la expulsión hacia los márgenes de la ciudad de las personas que no tienen lugar. La división tajante entre quienes detentan el poder y quienes no tienen nada  es necesariamente una relación de opresión y de violencia.

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Fabiana Solano

Mi nombre es Fabiana Solano y tengo 34 años. Soy socióloga egresada de la UBA y casi Magister en Comunicación y Cultura (UBA). Digo ‘casi’ porque me falta entregar la bendita/maldita Tesis, situación que trato de estirar con elegancia. Nunca me sentí del todo cómoda con los caminos que me ofrecía el mundo estrictamente académico. Por eso estudié periodismo, y la convergencia de ambas disciplinas me dio algunas herramientas para analizar, transmitir, y explicar la crisis del 2001 en 180 caracteres. Me especializo en culturas y prácticas sociales, desde la perspectiva teórica de los Estudios Culturales. Afortunadamente tengo otras pasiones. Me considero una melómana millennial que aprovecha los beneficios de las múltiples plataformas de streaming pero si tiene que elegir prefiere el ritual del vinilo. Tengo un especial vínculo con el rock británico (siempre Team Beatles, antes de que me pregunten), que se remonta a mis primeros recuerdos sonoros, cuando en mi casa los domingos se escuchaba “Magical Mistery Tour” o “Let It Be”. Además soy arquera del equipo de Futsal Femenino de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), rol que me define mejor y más genuinamente que todo lo que desarrollé hasta acá. Por supuesto que la política ocupa gran parte de mi vida y mis pensamientos. Por eso para mi info de WhatsApp elegí una frase que pedí prestada al gran pensador contemporáneo Álvaro García Linera: “Luchar, vencer, caerse, levantarse, luchar, vencer, caerse, levantarse. Hasta que se acabe la vida, ese es nuestro destino”.