1. Más allá de la imprescindible y prioritaria apelación a la paz, el conflicto de Ucrania es otro de los acontecimientos que revelan el irreversible proceso de reconfiguración del orden mundial. Determinará nuevos límites a la seguridad europea y una nueva institucionalidad financiera, donde el dólar ya no será la única moneda del comercio internacional. Asia-Pacífico es el área comercial y financiera más activa del planeta.
2. No es aconsejable el alineamiento con un poder financiero en declive, incluso conflictuado internamente, y que busca retrasar su decaimiento obligando a alinearse a su primer círculo de influencia. Es la llamada área de “las Américas” o “hemisferio”, conceptos cuya significación política, quien suscribe, no comparte. Contrariamente a lo que nos quieren imponer las cadenas de medios hegemónicos –lógicamente, porque son parte de eso- quien no vea esto y persista en sentirse parte del orden unipolar anterior no expresa el futuro, sino el pasado. Además, la expansión de la OTAN sería perjudicial para la Argentina, por cuanto la tenemos presente en el Atlántico Sur.
3. Esto implicaría una suerte de actualización de la Tercera Posición del primer peronismo. Y, en todo caso, si debemos formar parte de una referencia internacional, debe ser la formación de un gran bloque latinoamericano, con posiciones autónomas.
Este proyecto lo hacemos colectivamente. Sostené a El Destape con un click acá. Sigamos haciendo historia.
4. Además, todas nuestras políticas deben estar atravesadas por estos grandes ejes: a. la erradicación de la desigualdad y la pobreza; b. la perspectiva de género; c. la cuestión ambiental; d. la comunicación con las culturas originarias.
5. La cuestión ambiental, siendo un concepto amigable, no debe conducir a los países de desarrollo medio a pagar un nuevo precio internacional, luego de los que ya pagamos. El primero es que sufrimos por igual las consecuencias del deterioro del planeta no habiendo contribuido ni por asomo en la misma medida que el norte global a su contaminación. El segundo fue recibir sus tecnologías contaminantes una vez que resultaran obsoletas en sus lugares de origen. El tercero puede llegar a ser que nos impongan asumir sus estándares elevados para sofocar el cambio climático como un nuevo factor de dependencia económica y tecnológica. Debemos afrontarlo, sí, pero desde una perspectiva de desarrollo sustentable autónomo, y no dependiente.
6. Luego de la cuestión humanitaria, las dos principales consecuencias económicas del conflicto de Ucrania son el incremento de los precios del gas y de los granos. Argentina sufre las consecuencias de lo que importa: gas. Pero, paradójicamente, también sufre las consecuencias de lo que exporta: granos. Y eso se debe a la necesidad de fuertes políticas de desconexión de los precios internos con los internacionales.
7. En momentos como el presente, hay que evitar dos riesgos profundos. El desencanto de la base social y la posibilidad de que el poder real perciba debilidad en la autoridad pública. Es perentorio obtener resultados concretos tanto en un plano como en el otro.
8. De lo contrario, el riesgo de la catástrofe cambiaria que se procuró evitar con el acuerdo del FMI, podría reiterarse.
9. Son necesarias fuertes herramientas para la administración de nuestro comercio exterior, de modo de estabilizar los precios para el mercado interno y para el productor ante los vaivenes internacionales. De lo contrario, seguiremos inermes ante la inflación mundial. La Argentina tuvo hasta 1990 herramientas para ello, que deberá re-diseñar.
10. Nuevos paradigmas como la creación de cadenas más cortas de valor, ferias o mercados locales del productor al consumidor, créditos directos, desarrollo local y economía social y solidaria, constituirían una novedad política, social y cultural en pos de la democratización de nuestra economía híper-concentrada. Como otras áreas de gestión, se deberá contar con estrategias eficaces de información y persuasión para lograrlo.